Para comprender el cuadro político italiano debemos retroceder a 1919, cuando Italia apenas había salido de la primera guerra mundial, y el gobierno liberal de Giolitti, que estaba creando riqueza y llevaba a cabo a la primera modernización de la industria y de la agricultura, es sometido a un inaudito ataque por parte de dos grupos de izquierda. Por un lado la izquierda reformista y oficial, por otro la izquierda "di movimento" o "maximalista". Ambas exigían que las tierras fueran confiscadas a los latifundistas y las fabricas a sus propietarios, siguiendo el modelo de la revolución soviética de 1917.
Mussolini consiguió conciliar las exigencias del Estado, que quería estar por encima de los empresarios y propietarios agrícolas, con las de los trabajadores. Lo suyo fue un "Pacto" entre trabajadores y Estado. Los unos elegían ponerse bajo la tutela del gobierno fascista y este último se ocupaba de redistribuir la riqueza. Mussolini fue un socialista que había elegido la revolución en un único país y la agresión como método para obtener capitales y mercados.
Cuando cae el Muro, los primeros italianos en celebrarlo fueron los comunistas, que sin embargo tiempo atrás habían escrito en su periódico
L'Unitá a la muerte de Stalin: "Gloria eterna al hombre que más que cualquier otro ha contribuido al progreso de la humanidad".
Por qué justamente los comunistas quienes más se felicitaban por el fin de la URSS? Porque en Italia habían gobernado en secreto, desde 1945 en adelante sobre la base de un pacto no escrito, según el cual el gobierno y la estrategia nacional eran "pro atlánticas", mientras que la sociedad y la organización laboral eran "socialistas".
El liberalismo queda excluido del pacto, exactamente como en el periodo fascista.
Sin embargo el progreso en Italia ha ocurrido siempre en los escasos periodos liberales: con los gobiernos de Giolitti, antes del fascismo, y con aquellos otros de los años 50, previos a la instauración de la alianza de la Democracia Cristiana con los socialistas, anteriores a que los sindicatos volvieran a ser un organismo único, y que se excluyera de cualquier acuerdo a todo aquel que no se encontrase en el área del centroizquierda.
Tras los años 60 el PCI comenzó a gobernar muchas Regiones y administraciones locales, sobretodo en Toscana y en Emilia Romana, donde sentó las bases de un imperio comercial y empresarial: las cooperativas.
Como es sabido, en Italia la corrupción es muy elevada. Pero la peor corrupción no respecta a la mafia. La gestión inmoral de la res publica alcanza a ingenieros, arquitectos, notarios, abogados, comerciantes, al aparato de gobierno y a las administraciones locales, y consiste en el intercambio recíproco de "favores" en las contratas, en las grandes y pequeñas obras públicas, puentes, puertos, hospitales... Sobretodo resulta inmoral el sector de la construcción. En los años 60 barrios enteros fueron construidos con el único propósito de financiar a los partidos políticos.
Desde siempre en Italia se ha fabricado el Gran Mito de la corrupción "capitalista", acusando como hacían ya los fascistas siempre al enemigo, al otro, es decir al mundo de los negocios y del capitalismo.
Desgraciadamente ello era cierto, pero en el sentido de que el capitalismo que se desarrollaba en este contexto era, al máximo, un capitalismo "de estado" dentro del cual solo hacían fortuna las empresas amigas.
A pesar de aquello que aún se piensa hoy, el Partido Comunista Italiano era parte integrante del sistema de corrupción y pagaba a los políticos del mismo modo que hacían los otros partidos.
Sin embargo cuando los dirigentes comunistas como Enrico Berlinguer comprendieron que el financiamiento soviético no era ya suficiente para mantener las finanzas del partido y además quedaba poco "elegante" a ojos de los moralistas, fue necesario cambiar alguna cosa.
Al margen del sistema de los sobornos, se activaron nuevas alianzas con la izquierda democristiana y con La República, un periódico que se ha postulado siempre como el Templo de la Moral, pero en realidad ha estado siempre más ligado a aquellos empresarios y políticos que hacían negocios entre ellos (como De Benedetti, Prodi, De Mita) utilizando desde sus comienzos la demonización de todo aquello que no era "cattocomunista". Además, el periódico era laico como Zapatero, extraña política, no, aquella de considerar como corruptos únicamente a socialistas, liberales, masones?. Gracias a estos planteamientos La Repubblica se convirtió -de hecho- en el periódico del Partido Comunista Italiano.
Siempre muy próxima a la política del PCI estuvo también la Magistratura, que tuvo un papel importante en el combate y en la represión de la extrema izquierda y de los terroristas de las Brigadas Rojas, en la que fue una larga guerra civil entre comunistas e "izquierdistas" (aunque ambos eran financiados desde la URSS y por consecuencia simpatizaban -de formas muy diversas- con la OLP, la ETA, el IRA)
Gracias a la necesidad de tener una coartada segura los comunistas no han estado casi nunca envueltos en grandes procesos de corrupción. Aunque obtenían beneficios y hacían negocios igual o más que los otros. Mientras socialistas y democratacristianos financiaban sus partidos con negocios de obras públicas y privadas, con el suministro de material a las escuelas, Correos, hospitales, etc., los comunistas participaban en el juego obteniendo contratas y adjudicaciones a favor de sus empresas cooperativas. De este modo aparecían limpios y honestos al igual que una prostituta que cada mañana regresase virgen. Todos estaban contentos, también los magistrados.
Las cooperativas, que han cimentado Italia, son "honestas y limpias": dice aún hoy el secretario de los DS (Demócratas de Izquierda), herederos del PCI.
Cuando cae el Muro, tras 15 años de campaña contra los robos de la Democracia Cristiana (DC) y del Partido Socialista Italiano (PSI), orquestada por los comunistas y por La Repubblica, los italianos pensaron que el Mal fuera Occidente y el Bien el comunismo. La magistratura comenzó a golpear, pero las investigaciones solo se encaminaron en una dirección política: Los líderes democratacristianos fueron incriminados. Bettino Craxi debió huir a Túnez no sin haber gritado, "vox clamans in deserto", que el PCI no era mejor que los otros.
Igual como sucedió también en Bruselas y en Francia, con el derrumbamiento del Muro de Berlín, el comunismo de Gorbachov, hermoso, pacífico y transparente (la "glasnot"), democrático, se extendió como los mongoles de Tamerlano y Gengis Khan.
Cuando comenzó la "campaña de limpieza", los italianos llevaron a los viejos partidos a su particular "piazzale Loreto", como a Mussolini en 1945, y allí les colgaron por la cabeza. Vicios antiguos de un pueblo pasional, pero ciego, demasiado habituado a obedecer las órdenes de malos políticos a cambio de poder continuar trapicheando en beneficio de sus pequeños intereses.
Como en una ópera bufa, en una "comedy of errors", el escenario había ya sido escrito y decidido por unos pocos. Los ingresos ilegales del PCI desaparecieron en una mar de inversiones y cooperativas. La financiación por parte de la URSS fue despenalizada por ley. Primo Greganti, un modesto funcionario del partido, fue el único imputado comunista en el periodo de "Manos Limpias" (equivalente italiano del Terror jacobino, inspirado y caldeado por Luciano Violante, ex-magistrado apodado "El cardenal rojo", una especie de Richelieu-spaghetti).
Primo Greganti, y centenares de "militantes" del partido, resultaron propietarios de casas, apartamentos, edificios, sin que se lograse nunca comprender de donde provenía el dinero. En este importante artículo, una entrevista al juez Nordio, se denuncia el descubrimiento de un patrimonio intestado de 500 millones de euros a favor de los miembros del partido.
En 1994 la toma de la Bastilla estaba lista. Los partidos "enemigos" se habían disuelto, ya no existían, o se habían aliado con los Demócratas de Izquierda (DS), herederos del PCI.
Fue entonces cuando interviene Berlusconi. En solo tres meses funda un partido y gana unas elecciones.
En aquel momento los jueces comenzaron a golpearle también a él, pero su gobierno resiste sus seis primeros meses. Dos años después, tras la fuga de los autonomistas de la Liga a la izquierda, Prodi gana las elecciones (aunque Berlusconi obtiene más votos). Lo acontecido a continuación es bien conocido también fuera de Italia. Vamos por eso a estas elecciones políticas.
Hasta hace poco tiempo la victoria de la izquierda, hoy como en 1994, parecía segura.
Tras la crisis económica internacional de 2001 la CDL (la coalición encabezada por Berlusconi) parecía destinada a un descalabro seguro. El centroizquierda había establecido ya a quien debían ir a parar los ministerios, las poltronas, los "cappuccini" y la ensalada…
La diferencia entre el contingente liberal y el estatalista estaba alrededor de los 10 puntos porcentuales.
En efecto las elecciones locales habían sido ganadas por las izquierdas, que por ahora gobiernan casi todas las regiones italianas.
En este momento, sin embargo, los partidos de la izquierda han sido pillados con las manos en la masa. Todo ha ocurrido por la tentativa de compra de la Banca Nazionale del Lavoro (BNL) por parte de Unipol, cooperativa de seguros ligada al PCI (tiene su sede en vía Stalingrado en Bolonia). El competidor de Unipol era el banco español BBVA. Lo extraño era que la BNL era mucho más grande que su posible comprador. Se ha visto alguna vez a un ratón comerse a una anaconda?
Han comenzado las escuchas policiales y el Corriere Della Sera ha publicado una conversación telefónica entre Consorte, manager de Unipol, y Fassino, dirigente del partido de los DS, que estaba exultante por el hecho de que otro gran banco caía en las redes del partido.
No solo se ha descubierto también que Consorte y su vice tenían en el bolsillo 50 millones de euros, considerados un "premio" por la privatización de la Telecom (la Telefónica italiana), por el gobierno D'Alema, del DS post comunista. Hay también otros movimientos no aclarados en las mismas cuentas, del orden de los 150 a 300 millones de euros. Demasiado dinero para no pensar en la actividad de un lobby.
De este modo el país ha descubierto que Berlusconi no es el único en tener un "conflicto de intereses", visto que sus 5600 empleados del broadcast Mediaset son infinitamente menos que los de las cooperativas rojas. Cuánto valen estas compañías?
Las cifras totales de las LegaCOOP (cooperativas ligadas al partido DS) son:
- 45 millardos de euros de facturación anual total.
- 7.354.724 socios
- 401.114 empleados asalariados.
Además el partido tiene también bancos importantes como el Montepaschi di Siena, con
otras decenas de millares de empleados.
Se descubre por último que el candidato contra Berlusconi, Romano Prodi, ex Presidente de la Comisión Europea, hombre próximo a Chirac y Schroeder, y a su vez ligado a otras cooperativas, la Confcooperative, una organización proveniente de la antigua Democracia Cristiana. Estas son las cifras de las empresas indirectamente ligadas al área católica de Prodi:
- 42 Millardos de euros de facturación anual (80.000 millardos de las antiguas liras)
- 426.000 empleados-votantes
- 3 millones de socios.
Bajo investigación por la magistratura hay muchas otras operaciones. Es preciso recordar que los jueces han permanecido siendo amigos de los post-comunistas, Di Pietro, magistrado que condujo la investigación "Manos Limpias" compartió después candidatura con Occhetto, ex líder de los DS. Ahora muchos magistrados se presentan en candidaturas del centroizquierda.
No solo la adquisición de la BNL está bajo investigación judicial: Unipol ha comprado también Winterthur Assicurazioni (con una oferta de 1,4 millardos de euros batiendo la de Toro Assicurazioni: se trató de una oferta del doble respecto al valor de mercado). Lo mismo sucedió en la adquisición de Telecom en 1999: La compra se realizó pagando un precio doble respecto al de mercado... Además no se debe olvidar la adquisición de la Banca del Salento, por la que se pagaron 150 millones por encima de la oferta del San Paolo IMI que había ya casi cerrado el acuerdo de compra. Una práctica pues habitual, como se puede ver.
Podemos comprender ya que no los jueces, sino el sistema bancario y los empresarios no ligados a las cooperativas, han parado a la Unipol, consiguiendo la incriminación de sus dirigentes e incluso de la misma sociedad.
Fin tristísimo para quienes gritaban contra el "conflicto de intereses" y la "inmoralidad" de Berlusconi, a solo dos meses de las elecciones.
El poder de los enemigos de Berlusconi sigue siendo inmenso. Fracasada la adquisición de la BNL por parte de Unipol, alguien (se dice si Romano Prodi) ha sugerido al mayor banco europeo, la equívoca BNP Paribas (ligada al gobierno francés, que gestionó los sucios fondos -40 millardos de euros- de Oil for Food), que compre la BNL. Lo que ha sucedido al ofrecer una cifra tan alta ha sido hacer renunciar definitivamente a los competidores españoles del BBVA y poder distribuir entre los otros socios de la BNL, incluida la Unipol, una valoración extremadamente alta. Demasiado para no pensar en una maniobra política internacional .
En conclusión, en un país de hipócritas, que oculta los crímenes de adolescentes decapitados y lactantes degollados cometidos por seudo-musulmanes milenaristas (en Indonesia, Arabia, India, Egipto...), pero condena las viñetas danesas, es necesario que al menos un político como Berlusconi, llame al pan, pan y al vino, vino. La Unión puede hacer todos los encajes que quiera, magistrados incluidos... pero al menos hoy, los electores pueden intuir por qué. Ya saben quienes detentan el poder del nuevo y falso capitalismo: cuando tengan problemas o deban buscar trabajo no deben mirar a Berlusconi. Tampoco cuando se descubra una especulación inmobiliaria, sabrán que no tiene por qué ser obra de Berlusconi.
Así los predicadores de la semana de siete domingos, que juran que volverá una época dorada, un milenio de paz, y que no solo uno, sino millones de Mesías gobernarán el país, comienzan a tener miedo de una derrota...
No obstante, para vencer tendrían necesidad de los comunistas radicales. Por este motivo aunque consiguieran una victoria, no podrían gobernar largo tiempo, porque los comunistas pedirían seguridades y garantías para los obreros, que chocarían con el mundo de la libre empresa, que a día de hoy no cree más en la coalición encabezada por Romano Prodi.
He aquí la razón por la cual los último sondeos ya no dan la certeza de la victoria a los herederos de Robespierre y de Lenin, de la Teología de la Liberación y de Stalin.
En torno a Berlusconi, en Italia se está formando, por primera vez desde hace casi un siglo, una cultura liberal. De lo cual tienen sobretodo miedo los nostálgicos de Somoza, Lenin y Mussolini, que por otro lado están perdiendo cualquier vestigio de credibilidad, después de que sus adorados "resistentes", los Saddam, los Arafat, los de Hamas, los Hugo Chavez, se están revelando como unos nazis y unos asesinos incluso a ojos de los más ciegos.