viernes, abril 27, 2007

Adorables ancianitas

Por Germont "Los árboles y el bosque"

Hoy juzgaban al asesino de Francisco Tomás y Valiente. Se paseaba el individuo por su jaula transparente, con ese semblante forzadamente indiferente que siempre impostan los asesinos etarras cuando les juzgan, como transmitiendo una dureza que les haga aparentar ante los demás, ante su público, que no les exacta que les caigan 70 años más o menos. Bueno, antes esa pose era una impostura, ahora ya no lo tengo tan claro puesto que al paso que va el proceso de paz de Zapatero es bien posible que no les afecte mucho.
Pero a lo que iba: entre el público, apenas un metro detrás del hijo del asesinado, se han levantado dos ancianitas de aspecto venerable y sonrisa encantadora, con sus rebequitas y sus collarcitos, y bolso en mano le han enviado al asesino unos besitos con la punta de los dedos. Es una escena que pone la piel de gallina. ¿Qué tipo de seres crea el fanatismo, en este caso nacionalista, en otros religioso, que hace que dos ancianas aparentemente normales lancen besos al valeroso asesino de un catedrático de derecho? No creo ni que fuesen la madre y la tía del individuo en cuestión, pero es que aunque lo fuesen: ¿qué puede esperarse de unos progenitores que aplauden y animan a un hijo capaz de un crimen semejante? No soy padre, y por lo tanto traslado la pregunta a los que sí lo son: si su hijo asesinase a sangre fría a personas indefensas y pacíficas, y no mostrase el menor arrepentimiento, ¿seríais capaces de perdonárselo y de saludarle con besos y carantoñas? El País Vasco está muy enfermo, y ésta no es más que una muestra dolorosa y desconcertante, que sobre todo invita a pensar cuán difícil será, si es que es posible, erradicar tanto odio. Un odio, además, que resulta muy peculiar: es de unos hacia otros, y no a la inversa. Debe ser de los pocos casos en que una parte de la sociedad, que es además la que ostenta el poder y el control de todos sus resortes, odia tan visceralmente al resto, que sin embargo es incapaz de responder de la misma manera, a pesar de haber sido objeto de violencia, muerte, discriminación y desprecio durante décadas.

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