Desde mi trinchera liberal: Sentencia calva.
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Necesito probablemente que me envíen ante un pelotón de la Educación para la Ciudadanía, de fusilamiento ideológico y metralla doctrinal, porque no pienso aceptar sin rechistar una sentencia que arroja más sombras que luces, calva en sus conclusiones y coja en su desarrollo. Aceptarla sería asumir la tesis de que el atentado más sangriento, en lo humano y en político, de la historia de España, fue planeado por un grupo de moritos de locutorio y trapicheo mientras compartía kebab y fumaba hash. Un insulto a la inteligencia y una nueva humillación a las víctimas.
La autoría intelectual del atentado es una incógnita sin despejar. Los tres procesados que fueron sentados en el banquillo por la Fiscalía como inductores de la matanza y que los vinculaba con Al-Quaeda, han sido exonerados de la autoría intelectual del atentado. Tampoco ha visto Bermúdez prueba alguna que relacione este crimen con la banda terrorista ETA. Ni ETA ni Al-Quaeda. ¿Quién es entonces el padre de este engendro monstruoso? Lo seguimos queriendo saber.
Demasiadas lagunas en esta sentencia. Demasiada oscuridad. Es una sentencia veloz y en precario, mediocosida como se ha podido al oficialismo. El juez Bermúdez, por ejemplo, establece que "no se sabe con certeza la dinamita qué estalló en los trenes, pero toda o gran parte procedía de Mina Conchita". Es decir, que el juez Bermúdez, no sé si por adivinación, simple intuición o magia negra, no sabe quién es la criatura, pero sí de dónde viene. No es un juez, es Superman.
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