lunes, octubre 15, 2007

El mundo al reves

Por Antonio Jaumandreu


O al menos el país. No hablo de periódicos, que ahí si permanecen todos más o menos estáticos en sus posiciones, si bien es cierto que los del ala izquierda presentan una marcialidad y una adhesión inquebrantable en la defensa de sus intereses superior a sus homólogos de la derecha, por más que pretendan hacernos creer de cuando en cuando que mantienen cierto grado de independencia. Vamos, que lo del fuego amigo no se lo cree nadie: ¿acaso va El País a pedir el voto para Rajoy? Ni hablar, y Zapatero lo sabe. Su única preocupación sería que el diario de Cebrián se decidiese a apoyar a un candidato alternativo dentro del PSOE, pero eso parece improbable, dada la poca predisposición que los posibles aspirantes muestran.

No, me refería a la curiosa inversión de papeles que hemos contemplado en los últimos tiempos, siendo la máxima prueba de ello el vídeo de Rajoy animando a los españoles a celebrar con entusiasmo la fiesta nacional de España. No sé si la escenografía fue cuidadosamente elegida, o fruto por el contrario de la improvisación a menudo torpe que se suele reprochar a los asesores de imagen del PP. Una cosa queda clara: por la irritación que ha causado en los socialistas, parece que el estilo ha sido el adecuado, sea ello consecuencia de una acertada estrategia o fruto de la casualidad o de la torpeza del adversario. Reconozco que la primera vez que lo vi me produjo un cierto sonrojo. El tono institucional, el decorado presidencial, la vacuidad infantil de algunas de las frases y la pobrísima gestualidad de Rajoy componían una estampa bastante patética, que me hizo pensar en un nuevo patinazo del gabinete de comunicación del partido de la derecha. Pero luego, las furibundas y torpes reacciones del PSOE me hicieron verlo con otros ojos.

El PSOE tenía facilísimo desactivar ese vídeo sumándose entusiasta a la petición de mostrar con orgullo la bandera española. No lo hizo, sino que se enrocó en lo que el otro día Lourdes Martín Salgado diagnosticaba en El Mundo con la precisión que le caracteriza: mantener que, como los símbolos patrios son de todos, nadie puede utilizarlos, con lo cual se produce la paradoja de que se convierten en invisibles. Tan torpe reacción no se debe, creo, a una especial aversión hacia la bandera, sino a que en el momento en que se volcase en defensa de la enseña nacional recibiría una andanada de esos peculiares socios nacionalistas en los que ha decidido apoyarse, y que ya tenían la artillería presta.

En definitiva, y a eso iba, Rajoy y sus asesores han intentado, en mi opinión, aprovechar un hueco clamoroso que el PSOE está dejando, por mucho que se llene la boca hablando de unos meses a esta parte del “Gobierno de España” a todas horas. Y es que el PSOE se ha desenvuelto muy bien en un papel inteligente que hasta ahora había pillado al PP con el pie cambiado: ejercer, desde el gobierno, como si fuese la oposición. Nótese que se da en España algo que no recuerdo yo haber visto en la política de ningún país avanzado, con democracia sana y respetada: los ministros del gobierno dedican la mayor parte de sus intervenciones públicas a denigrar al principal partido de la oposición. El máximo exponente, por supuesto, la Vicepresidenta, que convierte las ruedas de prensa del Consejo de Ministros en verdaderas expediciones de castigo contra el PP, en una actitud que habría que analizar cuidadosamente porque implica un uso totalmente impropio de un cargo público. Dicho de otro modo: para criticar al PP ya están el señor Blanco y el señor López Garrido, a quienes paga su partido y que existen básicamente para eso. A la Vicepresidenta le pagamos entre todos, y no precisamente para que nos insulte desde una posición presuntamente institucional. Le siguen en su estela el inefable Bermejo, el indescriptible Moratinos, y el inclasificable Bernat Soria (que en su toma de posesión cometió por cierto una vulgaridad mucho más grave que pedir el Nobel para Zapatero: lucir la etiqueta del traje en la bocamanga).

Ahí ha visto el hueco el PP: si el Gobierno actúa como oposición radical, marrullera y faltona, ¿qué mejor ocasión para la verdadera oposición de comportarse como gobierno serio, responsable y sólido? Pretendido o no, quizá el resultado de ese mensaje casi navideño en pleno octubre no fuese tan malo como a primera vista parecía. A veces las apariencias engañan y no hay que quedarse en la superficie.

Los árboles y el boosque

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