¿Podria haber un correo peor para comunicarse con eta que cuba?
Editorial El Mundo
Por si faltara algún elemento que añadir a la frívola irresponsabilidad con la que el Gobierno ha desarrollado su proceso de paz con ETA, EL MUNDO revela hoy que el Gobierno cubano hizo las veces de buzón de correos entre el Ejecutivo de Zapatero y la banda terrorista. El papel del Gobierno castrista consistía en recibir los mensajes que el Ejecutivo español quería transmitir a ETA, ponerlos por escrito y entregárselos después al dirigente de Batasuna Joseba Alvarez, quien se los hacía llegar a la banda.Esta fórmula lo primero que pone en evidencia una vez más es que el Gobierno mintió cuando, tras el atentado de la T-4, dijo que daba por terminado el proceso. Mientras escenificaba una ruptura consecuente con las dos víctimas mortales de la explosión, mantenía intacta su voluntad negociadora, eso sí, a través de mediadores, suizos y cubanos.Esta participación del Gobierno cubano en el proceso demuestra además la fragilidad de los cauces de relación en los que Zapatero se basaba para dar por hecho que ETA quería abandonar las armas. El presidente dependía de un intermediario que, no sólo es una dictadura, sino que ha mostrado más de una vez sus simpatías por una banda con la que comparte la ideología marxista.Por otra parte, si estábamos pidiendo favores de esta índole al Gobierno cubano, lo lógico es pensar que existía una contrapartida. Y eso explica en buena medida nuestra bochornosa política de relaciones con Cuba y su defensa en las instituciones internacionales, que ha dado como resultado que el Parlamento Europeo votase una resolución denunciando la situación de los derechos humanos en la isla y rechazara la petición española de eliminar las sanciones.Puesto que las labores de correo del Gobierno cubano se desarrollaron hasta bien avanzado el mes de abril, eso significa que aún estaban teniendo lugar cuando se produjo el lamentable viaje del ministro de Exteriores español a la isla. En él, Moratinos no sólo se negó a reunirse con los disidentes, sino que permitió que en su presencia se les tachara de «terroristas y mercenarios» sin inmutarse.Lástima que, en esta última renovación ministerial, Zapatero no haya aprovechado su última oportunidad de corregir el rumbo de nuestra absurda y delirante política exterior. En vez de limitarse a cambios cosméticos, podría haber sustituido a Moratinos, de la misma forma que Felipe González supo reaccionar a tiempo soltando el lastre de Fernando Morán y su «socialismo mediterráneo» para sustituirlo por un atlantista convencido como Francisco Fernández Ordoñez. Cierto es que tal cambio equivaldría a reconocer un error de fondo y el presidente parece poco dispuesto a hacerlo.Una cosa es segura, y es que, tras llevar al Parlamento Europeo una votación sobre la negociación con ETA, y tras procurar la intervención del centro suizo Henri Dunant, la del Sinn Fein y la de intermediarios noruegos o sudafricanos, esta participación del Gobierno castrista es la gota que colma el vaso de un frívolo e irresponsable proceso de internacionalización del mal llamado conflicto vasco. Un propósito que ETA siempre había perseguido sin contar, hasta ahora, con el Gobierno como su más eficaz colaborador.
Por si faltara algún elemento que añadir a la frívola irresponsabilidad con la que el Gobierno ha desarrollado su proceso de paz con ETA, EL MUNDO revela hoy que el Gobierno cubano hizo las veces de buzón de correos entre el Ejecutivo de Zapatero y la banda terrorista. El papel del Gobierno castrista consistía en recibir los mensajes que el Ejecutivo español quería transmitir a ETA, ponerlos por escrito y entregárselos después al dirigente de Batasuna Joseba Alvarez, quien se los hacía llegar a la banda.Esta fórmula lo primero que pone en evidencia una vez más es que el Gobierno mintió cuando, tras el atentado de la T-4, dijo que daba por terminado el proceso. Mientras escenificaba una ruptura consecuente con las dos víctimas mortales de la explosión, mantenía intacta su voluntad negociadora, eso sí, a través de mediadores, suizos y cubanos.Esta participación del Gobierno cubano en el proceso demuestra además la fragilidad de los cauces de relación en los que Zapatero se basaba para dar por hecho que ETA quería abandonar las armas. El presidente dependía de un intermediario que, no sólo es una dictadura, sino que ha mostrado más de una vez sus simpatías por una banda con la que comparte la ideología marxista.Por otra parte, si estábamos pidiendo favores de esta índole al Gobierno cubano, lo lógico es pensar que existía una contrapartida. Y eso explica en buena medida nuestra bochornosa política de relaciones con Cuba y su defensa en las instituciones internacionales, que ha dado como resultado que el Parlamento Europeo votase una resolución denunciando la situación de los derechos humanos en la isla y rechazara la petición española de eliminar las sanciones.Puesto que las labores de correo del Gobierno cubano se desarrollaron hasta bien avanzado el mes de abril, eso significa que aún estaban teniendo lugar cuando se produjo el lamentable viaje del ministro de Exteriores español a la isla. En él, Moratinos no sólo se negó a reunirse con los disidentes, sino que permitió que en su presencia se les tachara de «terroristas y mercenarios» sin inmutarse.Lástima que, en esta última renovación ministerial, Zapatero no haya aprovechado su última oportunidad de corregir el rumbo de nuestra absurda y delirante política exterior. En vez de limitarse a cambios cosméticos, podría haber sustituido a Moratinos, de la misma forma que Felipe González supo reaccionar a tiempo soltando el lastre de Fernando Morán y su «socialismo mediterráneo» para sustituirlo por un atlantista convencido como Francisco Fernández Ordoñez. Cierto es que tal cambio equivaldría a reconocer un error de fondo y el presidente parece poco dispuesto a hacerlo.Una cosa es segura, y es que, tras llevar al Parlamento Europeo una votación sobre la negociación con ETA, y tras procurar la intervención del centro suizo Henri Dunant, la del Sinn Fein y la de intermediarios noruegos o sudafricanos, esta participación del Gobierno castrista es la gota que colma el vaso de un frívolo e irresponsable proceso de internacionalización del mal llamado conflicto vasco. Un propósito que ETA siempre había perseguido sin contar, hasta ahora, con el Gobierno como su más eficaz colaborador.
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