De la conspiranoia a la sospecha cierta
Por Luis I. Gómez
Lo sé, el título esconde un absurdo semántico. O se sospecha de algo, o se tiene la certeza de ello. Ocurre que cuando la certeza es incriminatoria y uno no es juez, sólo se puede hablar de sospecha. Pero, qué quieren que les diga. Después de leer el informe presentado por el Partido Popular ante la Sala 61 del Supremo en el que se solicita la ilegalización de ANV, cargado de datos, números, fechas, citas, HECHOS y PRUEBAS, he abandonado el estado “conspiranoico” para pasar a la certeza absoluta en mi sospecha. ETA, gracias a la connivencia del Gobierno, estará - si los jueces no lo remedian - los próximos cuatro años viviendo de nuestros impuestos.
Consciente de lo difícil que es mantenerse alejado de las etiquetas que a uno le cuelgan, casi estoy tentado a no hacer uso de mi derecho a dar una explicación para mi actitud. Seré breve. La mayoría de quienes apoyan (quiero pensar que de forma razonada, no sólo desde ese hemisferio cerebral que Malespina ha dado en llamar “el de la pancarta“) la decisión de permitir el acceso de Batasuna-ETA a las instituciones del estado lo hacen con el argumento de la igualdad. Derecho a participar en los comicios democráticos para todos, sean cuales sean sus ideas. Y yo estoy de acuerdo. Todo el mundo tiene derecho, en democracia, a defender sus ideas y exponerlas en público.
Ocurre que la democracia, además de contenido principal de la vida social de una sociedad, es también su continente. No es una palabra vacía en el aire o un concepto en cuyo nombre podemos hacer lo que mejor nos parezca. Limita, desde el mopmento en que se constituye, las vías por las cuales se puede participar en ella. Y la nuestra es una democracia parlamentaria (mejorable) en la que las ideas son defendidas por partidos políticos, no por bandas asesinas, y en la que los representantes de los partidos políticos son elegidos con unas papeletas (VOTOS) y no con unas pistoletas (BALAS).
La democracia es un ejercicio exclusivo de los vivos que respetan a los otros vivos. Los zombies descerebrados que acuden a ella con cadáveres bajo el brazo sólo pueden esperar la cárcel o el destierro.
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