Dos discursos
Ha querido el azar o ¿quizás la necesidad? que coincidan dos discursos en este espacio y tiempo español, tan ruin, tan miserable, tan mohatrero, que nos toca vivir.
El uno el de Gamoneda, sin duda el mejor poeta del barrio de León donde nació, el otro el de cierto personaje equívoco, un arrepentido, designado jefe de la mohatra esa del mercado de valores o la timba bolsista patria que ha denunciado en el pomposamente llamado templo de la soberanía nacional a sus antiguos cofrades de Monipodio.
Si ya nos había adelantado su axioma de que el PP quiere la crispación y la guerra civil, el eximio vate Gamoneda ha aprovechado la alta ocasión de la concesión nada menos que del otrora prestigioso Cervantes para sacudir a sus enemigos políticos, que son los de Polanco y ZP, con un tal discurso que más se asemeja a un bate contundente, ilustrándonos acerca de la pobreza. Nos dice que fue niño pobre, eso antes que la estabilidad económica y social de la oprobiosa mejorara la situación de la gente, y que en eso se parece a Cervantes. Lamentablemente parece que sólo en eso. Porque lo que caracteriza a nuestro gran Cervantes, como a todos los liberales de pro, es el cultivo de la condición espiritual del hombre. Eso hace que sus criaturas no sean juguetes rotos del destino y la violencia de las cosas, sino seres dignos que en su dignidad sirven y atestiguan la existencia del espíritu y lo que éste lleva aparejado: la libertad y el bien como atributos del alma humana entre ellos. Y si existe una pobreza, la propia del caballero pobre que no tiene otro camino que el de la virtud, ayudada por la alquimia del arte, el esfuerzo y la voluntad de querer ser mejor, existe también otra madre de la mezquindad, el resentimiento y el odio que es en la que usualmente se nutre nuestra zurda política.
Una prueba de la decadencia de la cultura española, y de que la poca que nos queda cada vez se encuentra más alejada de los reconocimientos institucionales, es el discurso ante los reyes de nuestro premiado vate del Bernesga.
Decadencia que, siguiendo los consejos de Don Quijote en casa del caballero del Verde Gabán, tiene que ver con la crisis de la educación y con la tiranía del pane lucrando sobre la vocación. Crisis espiritual y moral que retroalimenta a la política y viceversa. Y también con que nos encontremos con la tiranía de lo vulgar, y vulgo es para Cervantes quien no sabe, frente a la deseable aristocracia del mérito y la virtud, que el maestro alcalaíno asimila a los hombres de sendas armas y letras, a los miembros del Orden de Caballería. La pluma es la lengua del alma, y letras sin virtud son perlas en el muladar.
En el muladar estamos chapoteando. Y si ya no hay órdenes de caballería que amparen doncellas o defiendan a los desvalidos, existen en cambio contra-cofradías de Monipodio que campan a sus anchas, robando, cohechando y, además, mandando sobre corchetes y puñetas.
La España actual no promueve caballeros, ni profesionales, pero requiere, aúpa y protege mercenarios. Conthe ha hablado. Contra reloj en un intento socialista de acotar los daños. Con un otrora prestigioso Solbes de carabina o dueña doña dolorida remendando virgos antes que cuidando doncellas. Y de lo que habla y de lo que otorga, callando, ha elevado a escritura pública el tráfico miserable de lo que sospechamos.
Ha desvelado la gran mohatra que es la España de hoy. Con instituciones más falsas que un euro de madera en la que todos hacen que hacen lo que tienen que hacer mientras se cohecha para burlar la ley que tienen que servir y hacer cumplir. Y con una prensa corrompida y corrompedora caballera de mohatra que disimula y engaña sobre lo que pasa. Pero el discurso de Conthe es también a su modo otro discurso sobre la pobreza. La pobreza moral de los falsos pobres socialistas que parasitan a los pobres contribuyentes con sus consumos suntuarios. La genuina pobreza de los exclusivos modelitos de socialista obrera española, o la de las copas a 550 euros recién pagadas por un cohechador de socialistas a un compañero del ilustre compareciente en la cosa de la vigilancia de la timba bursátil. O la de una modesta comisión de varios millones de euros para recalificar solares que apenas ha de tener repercusión en los pisitos de 30 metros para sus pobres votantes.
Y sobre todo de la pobreza sobrevenida que es consecuencia de los ataques a la propiedad y la burla del derecho, la justicia y la libertad. Pobreza que disfrutó Cervantes en una sociedad estamental sin libertad económica, pobreza que será consecuencia de una sociedad terriblemente intervenida por mohatreros y mangantes tramposos.
Y en verdad que es una pena que nuestro flamante premio Cervantes no nos haya recordado otra memorable lección cervantina: la de los malos pastores, denunciados por el leal Berganza, que mataban y se repartían las ovejas bajo su custodia, al grito de: ¡qué viene el lobo!
Gamoneda, poeta subversivamente correcto quiere una poesía subversiva pero no contra los malvados pastores de su cuerda, sino contra la derecha extrema lobuna.
Dos discursos, una sola demagogia. Ya nos profetizaba Platón que la demagogia es la antesala de la tiranía.
Sarastro
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