sábado, abril 28, 2007

Tengo una sorpresa para usted, señor Rajoy: el programa de TVE, desde el plató. LA VERDAD DEL PROGRAMA CUANDO FUE ZAPATERO


La otra noche el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy se enfrentó en TVE a las preguntas de cien ciudadanos, en el programa que presenta el periodista Lorenzo Milá en La Primera, transmitido también en directo a partir de las 21:30 por RNE, "Tengo una pregunta para usted, señor Rajoy". El espacio siguió el mismo formato que el realizado con Rodríguez Zapatero, emitido el pasado 27 de marzo. HazteOir.org, recoge el testimonio de una de las personas que participaron en el programa de Zapatero, desvelando cómo desde el plató las cosas se ven muy distintas a lo que se observa desde casa.

REDACCIÓN HO (hAZTE OIR).- A estas alturas Mariano Rajoy no sólo está bien enterado de lo que nos cuesta un café a los ciudadanos de a pie, sino, como él mismo bromeara recientemente en una comida, hasta el desembolso que supone una chapata de 750 gramos. El líder popular ha preparado su comparecencia televisiva con los jefes de área del partido y otros dirigentes. Rajoy ha visto el debate de Zapateo y también los realizados en Francia con los candidatos al Elíseo. La semana pasada en Logroño hasta aprovechó una visita al mercado para preguntar los precios de diversos productos: todo menos que le pillen en un renuncio en estos temas de a pie, que seguro que se alternarán con otros temas más previsibles, como la postura del partido ante la negociación con ETA, el 11-M o la guerra de Iraq. A Rajoy le recomiendan sobre todo naturalidad, que comenzará por su aspecto: azul para su traje y camisa y morado para su corbata. Pero ¿habrá espacio para las sorpresas?
Por preparación, que no quede. Pero, ¿qué sorpresas depara la realidad del plató? Una ciudadana, de entre los cien escogidos para formular su pregunta a Zapatero, nos relata la experiencia vivida. Su conclusión: el programa fue todo un pastel electoral para el presidente, que tuvo ocasión de protagonizar un mitin político en una televisión pública en horario de máxima audiencia: una media de 5.830.000 espectadores estuvieron atentos, según la cuota de pantalla registrada.
Según el testimonio de una de las participantes ofrecido a HazteOir.org, el hecho de que el presidente pudiera obviar constantemente la respuesta, favorecido por la dificultad para repreguntar, se unió a unos entrevistadores abrumados por el despliegue de medios de la producción del programa y las atenciones recibidas, que se escapaban a lo que pueden gozar en su día a día. Junto a ello, el contenido de las preguntas se conocía además con antelación lo suficiente por parte de la producción del programa, aparte de la disposición con la que iba cada ciudadano –critica o próxima a las tesis del Gobierno- gracias a las entrevistas previas realizadas a cada uno y dado que ya, desde el inicio de selección de los participantes, se les preguntaba hasta sobre su afiliación política. Quizá fuera una de las razones por las que esta ciudadana se quedara sin formular su pregunta.

Una experiencia personal: la selección
Soy madre de familia y diseñadora. Aunque soy Navarra, vivo en Barcelona desde hace tiempo, de donde es mi marido. Por algún formulario que rellené en algún Congreso al que acudí o alguna cita por el estilo como pequeña empresaria, acabé parando en algún tipo de listado cuya información acabó siendo utilizado para reclutarme para el programa. Todo comenzó cuando me mandaron un correo electrónico para ver mi disponibilidad a participar en un programa que iban a hacer en la televisión en la que cien ciudadanos representantivos de la sociedad preguntarían a un político, sin dar muchos más datos y cuando aún el programa no se publicitaba en los medios.
En la encuesta que me remitieron para estudiar mi perfil me preguntaron datos como mi edad (49), ocupación y, lo que más me llamó la atención: la afiliación política. Pese a todo, no tuve miedo de ocultarla: soy totalmente de derechas: voto al PP y alguna vez al CiU, porque aquí en Barcelona qué remedio me queda… Por ello, aunque me extrañó una pregunta tan directa, la contesté pensando que, como creo en lo que defiendo, que sepan lo que defiendo, y según para lo que sea participo o no. Esa misma noche puse la televisión y haciendo zaping me saltó en TVE la imagen de Lorenzo Milá, anunciando un programa puntero sobre cien preguntas al presidente del Gobierno. Para alguien que cree en la providencia, como es mi caso, pensé que por algo sería el que me hubieran elegido; sin saber apenas nada sobre el programa ya estaba embarcada en el asunto.
Seguidamente me enviaron otro correo electrónico para anunciarme que no era una participación remunerada, aunque sí se hacían cargo de todos los gastos: viaje en avión, estancia, desplazamientos… y me concretaron que, efectivamente, se trataba de este programa que había visto anunciar en televisión. Me pidiron un a foto y en otro correo posterior me mandan el billete de avión.
La llegada a Madrid: el despliegue de atenciones
El programa era un martes, el 27 de marzo. Fue el lunes por la tarde cuando cogí el vuelo rumbo a Madrid. Iba con otro caballero, un economista con un fachón impresionante. En Barajas nos esperaban unas personas con un cartel con nuestros nombres. Nos llevaron hasta el hotel en un coche espectacular. A pesar de que tengo una economía saneada, no podía una quedarse menos que asombrada ante el despliegue de medios. Llegamos al hotel, nuevamente fantástico. Todo esto empezó a olerme a gato encerrado: si éramos cien, y nos vienen a cada uno con este tipo de vehículos y esas comodidades…
¿A modo de búnker?
Nada más llegar nos hicieron una foto, nos dieron unas acreditaciones y nos dividieron en diez grupos, por diferentes lugares de España representativos de diversos sectores sociales y, gracias a que nos indicaron el área al que se refería nuestra pregunta, considerando también los temas. Cada grupo tenía dos coordinadoras que, además de atender nuestras preguntas, nos decían lo que teníamos que ir haciendo. Por añadidura, en la puerta de la habitación había un guardia jurado de seguridad, no podíamos salir de la habitación sin decir dónde íbamos. Nuevamente me sorprendí ante la cantidad de personal movilizado para este programa, con el coste que ello debía implicar.
Como tengo amistades en Madrid, indiqué a las personas de producción que nos atendían que deseaba aprovechar mi estancia para verlas. Sorpresa ante la respuesta: no podíamos salir del hotel, aludiendo a temas de seguridad y a la conveniencia de no tener contacto con el exterior. Personalmente lo acepté, aunque no todo el mundo fue igual de receptivo: en concreto recuerdo a un joven de Gerona, que al ser esta su primera estancia en la capital, junto a otro participante se puso especialmente tozudos hasta que lograron que se les dejara salir un rato. Fue una salida fallida, porque el tour del taxista les dejó totalmente insatisfechos y regresaron enfadados por el destino al que se les había llevado.
Ante la imposibilidad de salir, acudí a cenar, momento en el que nos dieron una serie de instrucciones. A las 8:30 teníamos que desayunar abajo, a las 9:00 venía Lorenzo Milá a tener un contacto con nosotros de 9 a 13:00 en un salón del hotel que organizarían a modo del plató de televisión.
Toma de contacto con Milá: sondeando las preguntas
Y llegó el martes. En esa primera toma de contacto con Lorenzo Milá, a primera hora de la mañana, el periodista, en todo momento encantador, nos explicó como iba a transcurrir el programa. Fue también en ese encuentro preparatorio cuando nos pidió que comentáramos un poco el contenido de nuestra pregunta: “no hace falta que me digáis la pregunta concreta, sólo los temas para que los organice por grupos, y que la entrevista resulte mucho más ligera”, nos indicó. Pero lo cierto es que al final muchos acababan diciendo el contenido concreto de lo que iban a preguntar a Zapatero y, desde luego, se dejaba claro tanto el tono en el que uno iba a formular la pregunta, de modo que quedaba claro si uno era más bien crítico o favorable a la gerencia del ejecutivo.
También quedó diáfano si se trataba de una persona escueta o, por el contrario, si era tendente a derivar en cuestiones puramente personales. Había personas muy retraídas y otras que se explayaban. Lorenzo nos advertía constantemente de que prescindiéramos de cuestiones personales pues si no el programa no avanzaría, pero lo más importante: se pudo hacer una perfecta idea sobre cada uno.

La llegada a plató. Siguen las atenciones
A las 13:00 horas nos llevaron a comer y a las 16:00 horas aparecimos en TVE, donde llegamos en autocar. Nos enseñaron el plató y nos distribuyeron: cada dos personas disponíamos de un micro. Allí, al igual que a otros compañeros, me hicieron una entrevista sobre lo que me parecía esta iniciativa; respondí que era una maravilla, máxime cuando dejaban preguntar libremente. Tras el mitin político del señor Zapatero, ya no pienso lo mismo.
Desde a las 16:00 a las 21:30 horas que empezaba el programa todo eran atenciones: la mayoría estaban encantados en maquillaje y peluquería, sobre todo las mujeres, encantadas y emocionadas con el despliegue. Y encima con Lorenzo Milá, al que menos queremos un hijo tuyo le dijeron de todo: se lo comían.

El directo... Llegó el mitin
Y llegó el comienzo del programa. Las cosas comenzaron raras desde el principio: la primera en preguntar, una joven muy guapa organizadora de eventos que comenzó la ronda de preguntas identificándose como votante de Zapatero un tanto desilusionada por su política antiterrorista, se unió mucho más tarde al resto, poco antes de empezar el programa.
Milá, que en un principio estaba encantador, salió totalmente decepcionado, con la cara desencajada: "no he podido dar la palabra a nadie de lo que iba viendo que levantábais la mano", intentaba disculparse. El hecho es que nos habían puesto un número y se nos había dicho que a medida que levantáramos la mano nos iba a conceder la palabra. Milá tenía por su parte una libreta con el número, la foto, el tema del que iba a hablar y el nombre familiar con que se nos conocía a cada uno en nuestro entorno y, seguramente, también sus apuntes personales sobre cada uno. Pero la realidad fue que eran unos chicos que teníamos al lado los que, pese a levantar la mano, le indicaban a Milá a quien debía conceder la palabra y a quien debía saltarse. Era producción quien decidía, pero eso no se mostraba por las cámaras. Los ciudadanos que pudieron preguntar fueron en general los que, en las tomas de contacto previas, se habían mostrado más retraídos y menos predispuestos a repreguntar o rebatir al presidente.
La anécdota del café
La intervención de Jesús Cerdán, que se ha hecho famoso con su pregunta sobre el precio café: hasta le han acabado llamando para invitarle a Salsa Rosa. Pero su indignación tiene también su explicación: Llegó tarde la víspera al hotel, a las 11 de la noche, y apenas cenó. Al día siguiente, tras desayunar se disgustó por la calidad del café. Se tomó uno en la barra y estaba indignado: "me han envenenado", señalaba, y sacó la factura: cuatro euros. "¡Yo con esto paso una semana, esto o puede ser!", afirmaba indignado. Iba con la idea de que, ya que participaba, debía acudir con todo pagado. Otro de los ciudadanos pidió una cerveza y le cobraron doce euros. Se hicieron comentarios que quedaron ahí, menos en el caso de Jesús, que estaba realmente indignado.
De hecho, su pregunta era sobre la similitud de la droga con la política, en el sentido de que la persona que se enganchan a ambas cosas no se desengancha; pero cuando le contestó Zapatero que "yo soy político de vocación, porque lo llevo en la sangre", como navarro de pura cepa contestó que no le andara con tonterías, porque él con mil euros no llegaba a fin de mes. Vino entonces la famosa pregunta sobre el coste del café, que el presidente no supo responder.
En el intermedio
Llegó el intermedio y, por más que levanté la mano para hacer mi pregunta, relativa a educación y la implantación del cheque escolar para favorecer la libre elección de centro por parte de los padres con menos recursos, no se me concedía. Estaba indignada por lo que acontecía: el presidente no contestaba a nada, se limitaba a usar su tiempo de respuesta para realizar un mitin político.
En el único intermedio, no pude más, me levanté y espeté al presidente "¿quiere hacer el favor de contestar a lo que se le está preguntando? Usted no tiene ni idea de lo que vale un café, ni de lo que vale la lechuga, pero céntrese". Lorenzo Milá intervino conciliador: "no quememos cartuchos, que en cuanto comencemos de nuevo te doy la voz y le preguntas al presidente". Me pareció perfecto, pero llegó de nuevo el directo y la promesa quedó incumplida: me quedé sin preguntar.
Tras el programa transmití a la organización mi gran vergüenza por lo sucedido: la amabilidad por parta de la organización a la hora de atendernos estaba fuera de toda duda, pero también nosotros tuvimos un comportamiento excelente, prescindiendo de nuestro tiempo y ocupaciones para venir a Madrid, para que después todo quedara en no dejarnos intervenir. Y no por cuestione de tiempo, porque el presidente se pudo explayar a gusto en su tiempo para impartir mitin político. Preguntas como la de un católico sobre la casilla del IRPF, la de otra persona sobre el trabajo ocupacional para personas con discapacidad o la de un brillante economista sobre la subida de intereses quedaron en el tintero.

De 100, sólo 36 preguntas
La manipulación que observé continuó al indicarse que el presidente atendió 42 preguntas, cuando en realidad fueron 36: lo que ocurrido es que Milá empezó a agrupar a personas al ir a conceder la palabra, citando a varias, pero sólo preguntaba una. Ellos, no obstante, cuentan la de todos los citados, formularan o no su pregunta. Y así apareció en los medios de comunicación, que no se molestaron en contrastarlo.
La gente estaba muy disgustada cuando terminó, pero se calmaron muchos cuando se les invitó a hacerse la foto con el presidente. Y eso que la invitación de acudir a Moncloa que el propio Zapatero formuló en directo se quedó pronto en agua de borrajas: nada más acabar el programa, nos pasaron un papelillo para que pusiéramos la pregunta pendiente, afirmando que ya se nos contestaría. A mí me vieron tan indignada que me invitaron a hablar con el presidente, pero mi pregunta no era personal, era sobre una cuestión que afecta a los ciudadanos y como tal la quería haber formulado. Mi pregunta era para que él diera la cara ante España, no para que me conteste alguien a quien no tengo ni idea de quien lo que quiera y cuando quiera.
¿Una noche de trucos para Rajoy?
Hasta aquí esta experiencia personal. Entre los cien ciudadanos entrevistadores de esta noche a Rajoy habrá un vendedor de cupones, un jardinero, un mozo de almacén… También un ilusionista, que es quien más ha llamado la atención del líder popular. Quizá sea una nueva noche para los trucos. Que no sea por desconocimiento, señor Rajoy

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