jueves, marzo 22, 2007

Un año grotesco

Por Santiago González
Hoy se cumple un año de la tregua. El 22 de marzo de 2006 la organización terrorista daba a conocer un comunicado en el que anunciaban un “alto el fuego permanente”. Fue el comienzo de una hipnosis colectiva. El presidente del Gobierno alentaba la buena nueva de la paz con argumentos mágicos y voluntaristas que caían como lluvia fina (aunque la metáfora sea de Aznar) entre sus fieles, que, a su vez, la difundían a otros en una nueva cadena de la esperanza que nadie podía romper para no ser tachado de facha. La mayoría de los españoles sucumbió ante argumentos escasamente hilados y hechos sin comprobar. Todas las izquierdas del país se pusieron a escudriñar las entrañas de la oca, en plan análisis sintáctico. “Es la primera vez que dicen permanente” se oía y leía en declaraciones y artículos de periódico. Intelectual justamente prestigioso hubo que encontró la novedad en el concepto de ‘ciudadanía’. ¡ETA hablaba de ciudadanos y ciudadanas, que sustituían en su prosa al pueblo vasco como sujeto de la historia! No había tal. En la declaración de tregua que acompañó el pacto de Lizarra se hablaba de “alto el fuego general” y se le calificaba como “indefinido”. Por otra parte, ETA hablaba de ciudadanos desde once años antes. El 20 de abril de 1995 hizo pública la “Alternativa Democrática para Euskal Herria”, en la que se empleaba nada menos que once veces el término ‘ciudadan@s’. También en aquel texto se reivindicaban dos aspiraciones que no han dejado de reclamar desde entonces, muy particularmente desde el mitin de Anoeta, el 14 de noviembre de 2004: autodeterminación y territorialidad.

Después vino lo que vino. El fuego llegó, efectivamente alto, unos catorce pisos en la ferretería de Barañain. Siguió la kale borroka y ETA continuó enviando sus cartas de extorsión con la precisión de un cartero inglés, una remesa cada mes. El incendio de la ferretería se calificó de “ajuste de cuentas”, la kale borroka se disculpó con un argumento que se ha empleado hasta la náusea en este año: más había cuando Aznar y la extorsión se puso en duda, a la par que se descalificaba al denunciante, el presidente de la patronal navarra, José Manuel Ayesa: no nos consta, nos parece sospechosa la actitud de Ayesa, si se confirma sería incompatible con el alto el fuego permanente, etcétera.

Pasemos un piadoso velo sobre la vergüenza de la verificación, la retórica banal y manipuladora, la tenacidad etarra al contradecir el optimismo gubernamental y otros etcéteras que terminan el 30 de diciembre con la bomba de la T-4. La suspensión decretada por el presidente y explicada en términos rotundos y duraderos como volutas de humo por su ministro del interior: "no hay proceso, ETA lo ha liquidado, lo ha roto, ha acabado con él".

Y desde el martes, el rumor del comunicado que se extendió por las redacciones de todos los medios de comunicación e invadió los mentideros y tertulias de la política. “Un rumor de siemprevivas/ invade las cartucheras”, escribió García Lorca y se habló de la devolución de las pistolas robadas en Francia, del anuncio del “único comunicado que interesa al Gobierno: el abandono definitivo de las armas”, según han dicho tantas veces, aunque sigan alentando la esperanza de un nuevo comunicado de la banda terrorista. Nunca había tenido ETA un poder comparable para marcar la agenda política a un Gobierno. Ni siquiera cuando mataba a casi cien españoles al año. Lo significativo es que ahora le basta con un gesto y el recuerdo de la T-4.

Es muy probable que ETA de a conocer un nuevo comunicado en fechas próximas por varias razones. La primera es que ya toca. Desde el 22 de marzo del año pasado ha dado a conocer ocho; a razón de uno cada mes y medio. Desde el último han pasado casi dos meses y medio. Es una cuestión estadística. La segunda es que nos acercamos al Aberri Eguna y la tercera es que estamos en puertas de un proceso electoral. Pero no hay razones para creer que ETA haya elegido este momento para anunciar que abandonan las armas. Tiene atornillado al Gobierno en la mesa de la negociación. Zapatero no puede levantarse, porque eso sería reconocer que tenía razón el partido de la oposición y eso es lo único que el presidente no puede ni quiere permitirse.

Tiene dos debilidades que su interlocutor conoce: la primera es la que él mismo se ha buscado al iniciar este proceso sin recabar previamente el consenso general, y muy especialmente, el acuerdo del primer y único partido de la oposición, que representa al 40% de los españoles. La segunda es la cercanía de las elecciones municipales.

Mientras, el PP persevera con esfuerzos melancólicos. La invocación más obvia de la Ley recibe el voto en contra del partido del Gobierno y sus socios parlamentarios. El martes, por ejemplo, la petición de la persecución de las actividades públicas de Batasuna, estricta exigencia de que se aplique el punto 4º del fallo con que la sentencia del Tribunal Supremo ilegalizaba a dicho partido el 27 de marzo de 2003. No vale de nada, como no le valió al PSE el 22 de octubre de 1999 la presentación de una proposición no de ley en el Parlamento vasco para declarar vigente el Estatuto de Autonomía. El lehendakari y su gobierno, los parlamentarios nacionalistas y Javi Madrazo, esa tonta inflorescencia de la izquierda, votaron en contra. No devolvieron sus sueldos, ni sus coches oficiales, ni abandonaron sus escaños y los despachos de los que disfrutaban gracias precisamente, a la vigencia del Estatuto. Sólo votó a favor la oposición y aquel era otro PSE, el de Nicolás Redondo Terreros.

Ayer se produjo otro acontecimiento significativo con el viaje de Arnaldo Otegi a la Audiencia, obstaculizado por la nieve, como el comunicado de la rendición. Qué papelón el del fiscal, tener que intentar primero aplazar el juicio hasta después de las elecciones, para retirar finalmente las acusaciones después de un paripé interrogador. Qué arrogancia y qué seguridad tienen en sí mismos. Y qué malquedas, al no corresponder al esfuerzo del fiscal, evitándole el sofoco. Recuerden aquella sorprendida pregunta de Otegi al ser detenido la última vez, antes de la tregua, pero ya comenzado el proceso: “¿Esto ya lo sabe el fiscal general del Estado?”

Ahora sí lo sabe, no cabe duda. Y ha actuado en consecuencia. Este es un país muy raro, en el que el partido del Gobierno lleva a una organización ilegal a la tribuna de invitados del Parlamento europeo y después, en compensación, quiere sentar a un expresidente del Gobierno de la Nación en el banquillo de los acusados del Tribunal de La Haya.

El Gobierno podría haber dado con otra solución para la incomparecencia de Arnaldo, en la que no sufriera el prestigio de la Fiscalía. ¿Recuerdan el cambio de jurados que hace Kevin Kostner en ‘Los intocables’ para que se condenara a Al Capone? Pues aquí lo mismo, pero con acusados. Ya que Arnaldo no llegaba por la nieve, podían haber sentado en el banquillo a Aznar, que vive cerca. El fiscal podría haberse soltado el pelo armando, por fin, una pieza acusatoria y de paso, nos evitaría el viaje hasta La Haya, que ya verán cómo vamos a hacer el ridículo ante personas serias y decentes. Una vez más.

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