Hablemos con propiedad: lengua propia y libertad
Mi primer contacto con el conflicto lingüístico en Galicia se produjo en los últimos años del franquismo, cuando participé en mi pueblo en una manifestación para apoyar a un maestro de la zona que iba a ser sancionado por enseñar en gallego a los niños gallegoparlantes de su escuela. Yo era entonces apenas un chaval, pero supongo que no tuve mucha dificultad en intuir lo que resulta meridianamente claro: que constituye una cruel estupidez alfabetizar a los alumnos en una lengua distinta de la suya.
Desde aquellos lúgubres años hemos hecho un largo viaje hacia la libertad como para que alguien nos venga ahora con lo mismo: con que todos los niños de Galicia, al margen de cual sea su lengua materna, deben aprender a leer y a escribir en lo que ha dado en llamarse, con evidente abuso, la «lengua propia» del país. Una exigencia esa que, de aceptarse, supondría restituir una práctica franquista, sólo que al revés.
La teoría con la que pretende justificarse ese atentado al sentido común, a la pedagogía y a la libertad es tan falaz como su directa consecuencia: la de que son los países, y no sus habitantes, los que tienen lengua propia. Sólo hay que darse una vuelta por Galicia para constatar que no es así y que el gallego es tan propio para quienes hablan en gallego como lo es el castellano para quienes hablan en castellano. Y para constatar, también, que una y otra lenguas son percibidas como igualmente propias por esa mayoría de gallegos que las manejamos con toda normalidad, sin que surjan por ello más conflictos que los que plantean los vigilantes de la playa.
Sólo la insaciable presión de esos vigilantes permite explicar, de hecho, que nuestra Consellería de Educación haya pensado en cambiar el sistema ahora vigente, que garantiza que los niños se alfabetizarán en su lengua propia, es decir, en la materna. Un sistema que, por sensato y respetuoso con la libertad, no ha provocado protesta alguna de padres gallegoparlantes que pudieran haber sentido violados sus derechos.
Esa violación sería masiva, sin embargo, si la Consellería aceptara la exigencia que, tras una sabia rectificación, ha anunciado que será finalmente rechazada: la de que todos los niños de Galicia -también los castellanoparlantes- sean alfabetizados en gallego. Masiva, sí, según lo demuestra uno de los datos contenidos en el libro Lingua inicial e competencia lingüística en Galicia publicado en 1994 por la Real Academia Galega: que en el grupo de edad de los más jóvenes (16 a 24 años), los castellanohablantes iniciales eran ya entonces el 46% del país y los gallegohablantes sólo el 34% del total.
Roberto L. Blanco Valdés
La Voz de Galicia
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