Tres preguntas (II)
¿Tiene ETA alguna parte de razón en sus reivindicaciones?
La segunda pregunta transcurre por los mismos senderos. Es evidente que para el nacionalismo vasco, e incluso para el catalán, la banda terrorista tiene objetivos, que, si hacemos abstracción de sus métodos, son no sólo legítimos, sino compartidos plenamente: derecho a la autodeterminación e incorporación de Navarra, básicamente. Y un origen que en alguna medida consideran que la legitima: haber nacido bajo el franquismo y por tanto, se supone, como luchadores contra la dictadura.
E igual que en la primera pregunta, nuevamente el cambio respecto a la situación anterior se da cuando uno de los dos partidos nacionales empieza a mostrar serias dudas sobre la respuesta a dar a esa pregunta, a dejar entrever fisuras, cuando no grietas, en el entramado de convicciones que hasta hace poco parecían constituir la garantía de permanencia de nuestro sistema político. Vacilaciones que tienen que ver con dos cuestiones.
Por una parte, un cierto afán deslegitimador de las actuales instituciones por hallar su anclaje todas ellas, y los textos legales en que se basan, en la transición y en consecuencia en el propio franquismo. De forma no siempre expresa, el actual gobierno, y muy personalmente su presidente, apuesta de forma decidida por una especie de ruptura, de revancha frente al franquismo, que se demuestra con leyes como la de recuperación de la memoria histórica, la propuesta que parece está considerándose de revisar los juicios celebrados bajo el franquismo, el elogio constante como referente a la Segunda República y su constitución, y la voluntad nada disimulada de conectar aquella época con la actual saltándose poco menos que todo lo sucedido entre ambos momentos. Por ejemplo, si el propósito de revisión de juicios celebrados en tiempos de la dictadura sale adelante, ¿qué impedirá que sean revisados los de los etarras? De ahí a su rehabilitación pública va un paso, si consideramos que con los parámetros actuales esos procedimientos no contarían con las garantías jurisdiccionales propias de una democracia. La resurrección de la división social entre vencedores y vencidos, entre reprimidos y represores, fase que se quiso dar por superada en la transición, lleva indefectiblemente a que los terroristas de ETA bajo el franquismo estén alineados con los reprimidos, lo cual ya les otorga una cierta legitimidad.
Y la otra cuestión que se abre paso día tras día en las filas del socialismo es la de entender que, sin armas por medio, absolutamente todo es discutible y legítimo, sin considerar cuestiones fundamentales como el ámbito de decisión, como la evidente manipulación nacionalista de la educación y los medios, como la permanencia de la intimidación aun con ausencia de asesinatos, como la responsabilidad que le incumbe a un partido nacional de garantizar la existencia misma de la idea de España y defenderla frente a lo que evidentemente la pone en peligro. Y ahí se olvida un principio elemental, que podría identificarse con la propiedad conmutativa: el orden de los factores no altera el producto. Mato porque no me das lo que pido es exactamente lo mismo que dejo de matar porque así me vas a dar lo que pido. Tendría que transcurrir al menos tanto tiempo como ha existido el terrorismo para que pudiesen plantearse en igualdad de condiciones los objetivos que ETA ha reivindicado. Dos generaciones sin terrorismo, con algunos otros retoques en el sistema que permitiesen una gestión imparcial de enseñanza y medios, podrían garantizar tal vez un foro de debate incontaminado, y solo entonces y no antes podría discutirse sobre la legitimidad de ésas u otras pretensiones. No parece que el PSOE esté por esperar tanto y garantizar esa descontaminación del debate.
E igual que en la primera pregunta, nuevamente el cambio respecto a la situación anterior se da cuando uno de los dos partidos nacionales empieza a mostrar serias dudas sobre la respuesta a dar a esa pregunta, a dejar entrever fisuras, cuando no grietas, en el entramado de convicciones que hasta hace poco parecían constituir la garantía de permanencia de nuestro sistema político. Vacilaciones que tienen que ver con dos cuestiones.
Por una parte, un cierto afán deslegitimador de las actuales instituciones por hallar su anclaje todas ellas, y los textos legales en que se basan, en la transición y en consecuencia en el propio franquismo. De forma no siempre expresa, el actual gobierno, y muy personalmente su presidente, apuesta de forma decidida por una especie de ruptura, de revancha frente al franquismo, que se demuestra con leyes como la de recuperación de la memoria histórica, la propuesta que parece está considerándose de revisar los juicios celebrados bajo el franquismo, el elogio constante como referente a la Segunda República y su constitución, y la voluntad nada disimulada de conectar aquella época con la actual saltándose poco menos que todo lo sucedido entre ambos momentos. Por ejemplo, si el propósito de revisión de juicios celebrados en tiempos de la dictadura sale adelante, ¿qué impedirá que sean revisados los de los etarras? De ahí a su rehabilitación pública va un paso, si consideramos que con los parámetros actuales esos procedimientos no contarían con las garantías jurisdiccionales propias de una democracia. La resurrección de la división social entre vencedores y vencidos, entre reprimidos y represores, fase que se quiso dar por superada en la transición, lleva indefectiblemente a que los terroristas de ETA bajo el franquismo estén alineados con los reprimidos, lo cual ya les otorga una cierta legitimidad.
Y la otra cuestión que se abre paso día tras día en las filas del socialismo es la de entender que, sin armas por medio, absolutamente todo es discutible y legítimo, sin considerar cuestiones fundamentales como el ámbito de decisión, como la evidente manipulación nacionalista de la educación y los medios, como la permanencia de la intimidación aun con ausencia de asesinatos, como la responsabilidad que le incumbe a un partido nacional de garantizar la existencia misma de la idea de España y defenderla frente a lo que evidentemente la pone en peligro. Y ahí se olvida un principio elemental, que podría identificarse con la propiedad conmutativa: el orden de los factores no altera el producto. Mato porque no me das lo que pido es exactamente lo mismo que dejo de matar porque así me vas a dar lo que pido. Tendría que transcurrir al menos tanto tiempo como ha existido el terrorismo para que pudiesen plantearse en igualdad de condiciones los objetivos que ETA ha reivindicado. Dos generaciones sin terrorismo, con algunos otros retoques en el sistema que permitiesen una gestión imparcial de enseñanza y medios, podrían garantizar tal vez un foro de debate incontaminado, y solo entonces y no antes podría discutirse sobre la legitimidad de ésas u otras pretensiones. No parece que el PSOE esté por esperar tanto y garantizar esa descontaminación del debate.
No hay comentarios:
Publicar un comentario