miércoles, noviembre 29, 2006

El conseller póstumo

Cual Cid Campeador, y perdón por la comparación ranciamente españolista, Pasqual Maragall ha conseguido una victoria después de muerto (políticamente). El Molt Honorable Montilla ha nombrado a su hermano Ernest conseller. No me pregunten de qué, tanto da. Porque a ver: en un gobierno en que los policías están bajo el mando del defensor de los okupas; en que la política exterior (inexistente, pero tanto da) está en manos de quien cuenta entre sus más sonados destinos Perpignan y Jerusalén; en que existe una vicepresidencia, cargo que el flamante estatut no contempla; en que la consellera de Justicia no tiene estudios de derecho y en que el propio presidente no tiene el nivel de catalán que se le exige al más humilde funcionario, en un gobierno así, digo, ¿qué más da de qué le hayan nombrado a uno consejero?

El caso es que Pasqual ya intentó en su momento colocar a su hermano en la Generalitat, pero tuvo que conformarse con un cargo de segunda fila (pero mucho poder), esa fila reservada en el oasis catalán a los hermanos y demás parentela de los peces gordos. Nada que ver con el nepotismo, enfermedad netamente españolista y por tanto radicalmente ajena a Cataluña. Pura cuestión de seny: ¿quién mejor que la familia para confiar? La familia que gobierna unida, permanece unida. Así, ya teníamos en la Generalitat al hermano de Carod, a algún pariente que no recuerdo de Nadal (que por cierto tiene a otro hermano como director de El Periódico, en una muestra de independencia periodística sin parangón), y a este mismo Ernest Maragall, que ya había paseado durante años su ilustre apellido por la casa de enfrente, es decir, por el Ayuntamiento de Barcelona, como concejal.

En realidad, se trata de que Cataluña es un país pequeñito, muy pequeñito, y es normal que en todas partes acaben encontrándose los mismos. Lógico, y como decían aquellos “honi soit qui mal y pense”. Sin duda Ernest Maragall es el mejor candidato posible para la conselleria que sea. Cualquiera, qué más da. Nada que ver con su apellido, ni con el detestable nepotismo. Simplemente, era el mejor candidato para el puesto. Como Montilla.



Germont

1 comentario:

Piru dijo...

No hay que olvidar que hay hermanos que son Caín y Abel, y, a veces, Caín coloca a Abel al borde del precipicio, animándole a que de un gran, histórico, paso al frente.
No parece el caso, pero quién sabe.