Viva la Republica (primera entrega)
A mediados de mayo de 1933, el ministro Indalecio Prieto, en un mitin en Oviedo, sufrió un desmayo, en un momento en el que, según los cronistas, andaba diciendo cursilerías… Al volver en sí dio, un grito de “¡Viva la República!".
¡Viva la República!, como grito de quien vuelve en sí tras un desmayo, o como exabrupto lanzado tras una mala digestión.
Sobre la II República se han dicho muchas cosas, la mayoría a toro pasado, para relacionarla con Franco y contra Franco, es decir para ensalzarla. Pero nada mejor que seguir el acontencer diario de la II República, escrito en aquel presente, en las crónicas que diariamente publicaba la prensa sobre el desarrollo de aquel periodo,para hacernos una idea descontaminada de lo ocurrido.
En noviembre de 1931, escribió Josep Pla en “La Veu de Catalunya”: La República, a la larga, hará felices a todos los españoles. Pero antes que la felicidad nos llegue a nosotros, ciudadanos corrientes, o si se quiere, de segunda, ya hará mucho tiempo que los socialistas se habrán hartado de felices”
Más tarde, en 1934, el mismo corresponsal afiormó: “El Sr. Azaña y sus amigos creen que, por el hecho de no gobernar ellos, ya no existe la República”.
Son afirmaciones escritas mucho antes de la guerra civil, al analizar y sopesar el momento que vivía España, que para muchos analistas era un “delirante galimatías, una confusión permanente, una ingenua demagogia dominante”
He comenzado con una anécdota de Indalecio Prieto y con él quiero terminar esta primera reflexión: Prieto fue el primer ministro de Finanzas republicano. Él no tenía ni idea de finanzas, ni tributos, ni gasto público. Reconoció que tuvo que aceptar el ministerio porque nadie lo quería. Sus primeras medidas fueron para llevar la contraria a su antecesor, el catalán Ventosa i Calvell, fundador de la Lliga Regionalista de Catalunya, un hombre preparadísimo y experto en finanzas y gasto público (no en vano le pidió Franco, posteriormente, que le llevara el control del gasto bélico del alzamiento de 1936, como así fue)
Prieto, tan ignorante como atrevido, se opuso a todo lo proveniente de Ventosa i Calavell. Por ejemplo anuló un contrato de petróleo con Rumanía, para darlo a Rusia. Ello provocó el enfado de los principales accionistas del primero, los cinco grandes bancos ingleses (Big five) Por ese motivo los contactos del Gobierno con las principales finanzas angloamericanas quedaron anulados. España se aisló financieramente. La peseta cayó. Para mantener su valor hubo que hacer costosísimas medidas interventoras de los cambios. Prieto hubo de mendigar en París un crédito mucho peor que el que Ventosa había contratado con la banca Morgan (que Prieto anuló tras insinuar que había habido tráfico de intereses). El contrato francés fue costosísimo mucho peor que el de Morgan, y, además, España hubo de colocar en París una parte del oro del Banco de España…
Con Prieto todo fue un caos económico. El paro, desconocido en la Monarquía, alcanzó medio millón de afectados a los pocos meses de la República. El ministro de Finanzas reconoció que no entendía nada “ que él si está en Hacienda es porque no hay otro” ( La Veu de Catalunya, 15 de julio de 1931)
La crónica del republicano Plá, a los 3 meses de constituida la República, termina así: “Y ahora decidme si el caso Prieto no es dramático, no solamente desde el punto de vista suyo personal, sino desde el punto de vista de los intereses generales. La lección del caso es la siguiente: hemos de estar en guardia para que la República no se convierta en un Régimen consistente en hacer que hombres considerados inteligentes presiden la ruina de España. Y es que éste no es el trato” (Continuará)
¡Viva la República!, como grito de quien vuelve en sí tras un desmayo, o como exabrupto lanzado tras una mala digestión.
Sobre la II República se han dicho muchas cosas, la mayoría a toro pasado, para relacionarla con Franco y contra Franco, es decir para ensalzarla. Pero nada mejor que seguir el acontencer diario de la II República, escrito en aquel presente, en las crónicas que diariamente publicaba la prensa sobre el desarrollo de aquel periodo,para hacernos una idea descontaminada de lo ocurrido.
En noviembre de 1931, escribió Josep Pla en “La Veu de Catalunya”: La República, a la larga, hará felices a todos los españoles. Pero antes que la felicidad nos llegue a nosotros, ciudadanos corrientes, o si se quiere, de segunda, ya hará mucho tiempo que los socialistas se habrán hartado de felices”
Más tarde, en 1934, el mismo corresponsal afiormó: “El Sr. Azaña y sus amigos creen que, por el hecho de no gobernar ellos, ya no existe la República”.
Son afirmaciones escritas mucho antes de la guerra civil, al analizar y sopesar el momento que vivía España, que para muchos analistas era un “delirante galimatías, una confusión permanente, una ingenua demagogia dominante”
He comenzado con una anécdota de Indalecio Prieto y con él quiero terminar esta primera reflexión: Prieto fue el primer ministro de Finanzas republicano. Él no tenía ni idea de finanzas, ni tributos, ni gasto público. Reconoció que tuvo que aceptar el ministerio porque nadie lo quería. Sus primeras medidas fueron para llevar la contraria a su antecesor, el catalán Ventosa i Calvell, fundador de la Lliga Regionalista de Catalunya, un hombre preparadísimo y experto en finanzas y gasto público (no en vano le pidió Franco, posteriormente, que le llevara el control del gasto bélico del alzamiento de 1936, como así fue)
Prieto, tan ignorante como atrevido, se opuso a todo lo proveniente de Ventosa i Calavell. Por ejemplo anuló un contrato de petróleo con Rumanía, para darlo a Rusia. Ello provocó el enfado de los principales accionistas del primero, los cinco grandes bancos ingleses (Big five) Por ese motivo los contactos del Gobierno con las principales finanzas angloamericanas quedaron anulados. España se aisló financieramente. La peseta cayó. Para mantener su valor hubo que hacer costosísimas medidas interventoras de los cambios. Prieto hubo de mendigar en París un crédito mucho peor que el que Ventosa había contratado con la banca Morgan (que Prieto anuló tras insinuar que había habido tráfico de intereses). El contrato francés fue costosísimo mucho peor que el de Morgan, y, además, España hubo de colocar en París una parte del oro del Banco de España…
Con Prieto todo fue un caos económico. El paro, desconocido en la Monarquía, alcanzó medio millón de afectados a los pocos meses de la República. El ministro de Finanzas reconoció que no entendía nada “ que él si está en Hacienda es porque no hay otro” ( La Veu de Catalunya, 15 de julio de 1931)
La crónica del republicano Plá, a los 3 meses de constituida la República, termina así: “Y ahora decidme si el caso Prieto no es dramático, no solamente desde el punto de vista suyo personal, sino desde el punto de vista de los intereses generales. La lección del caso es la siguiente: hemos de estar en guardia para que la República no se convierta en un Régimen consistente en hacer que hombres considerados inteligentes presiden la ruina de España. Y es que éste no es el trato” (Continuará)
Bachiller
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