El placer de destruir
¿Cómo puede explicarse lo que viene ocurriendo en España, en estos últimos años, donde una diabólica máquina de deshacer parece haberse adueñado de su destino?
Ortega y Gasset, en La rebelión de las masas, indicó que la masa, abandonada a su propia inclinación, sea la que sea, plebeya o aristocrática, tiende siempre, por afán de vivir, a destruir las causas de su vida. Curiosa paradoja....
Es posible que en este aserto se entiendan los acontecimientos que ahora nos asombran.Y ello, lógicamente, porque el Gobierno que dirige nuestro destino, está integrado por una mesnada de mediocres, representantes genuinos del hombre masa; en el sentido de hombre ausente de miras altas, de valores altos; gentes que con añagaza embaucan y administran el poder sin miramientos y sin principios, inclinados a deshacer por deshacer.
Ortega ponía como ejemplo de una sociedad inclinada a destruir, lo acontecido en Níjar, cuando el 13 de septiembre de 1795, Carlos III fue proclamado Rey. Así consta en un documento de su tiempo:
Frente a este espectáculo de despropósitos que protagoniza el Gobierno, caben varias reacciones de quienes nos creemos fuera de esta masa altiva, ignorante y satisfecha de su propia ignorancia: una opción es no callar nunca; otra, la de velar para que la excelencia y el cultivo de la verdad y la belleza, envuelva nuestra existencia.
Todo menos quedar exánimes ante tanto despropósito acumulado contra la Historia común, con el único afan de hacer un vaciamiento de las identidades de nuestro entorno y destino, para convertirnos en un número más de la grey dócil y satisfecha.
Ortega y Gasset, en La rebelión de las masas, indicó que la masa, abandonada a su propia inclinación, sea la que sea, plebeya o aristocrática, tiende siempre, por afán de vivir, a destruir las causas de su vida. Curiosa paradoja....
Es posible que en este aserto se entiendan los acontecimientos que ahora nos asombran.Y ello, lógicamente, porque el Gobierno que dirige nuestro destino, está integrado por una mesnada de mediocres, representantes genuinos del hombre masa; en el sentido de hombre ausente de miras altas, de valores altos; gentes que con añagaza embaucan y administran el poder sin miramientos y sin principios, inclinados a deshacer por deshacer.
Ortega ponía como ejemplo de una sociedad inclinada a destruir, lo acontecido en Níjar, cuando el 13 de septiembre de 1795, Carlos III fue proclamado Rey. Así consta en un documento de su tiempo:
"Después mandaron traer de beber a todo aquel gran concurso, el que consumió setenta y siete arrobas de vino, y cuatro pellejos de aguardiente, cuyos espíritus los calentó de tal forma, que con repetidos vítores se encaminaron al pósito, desde cuyas ventanas arrojaron el trigo que en él había y 900 reales de sus Arcas. De allí pasaron al Estanco del Tabaco y mandaron tirar el dinero de la Mesada, y el tabaco. En las tiendas practicaron lo propio, mandando derramar, para más autorizar la función, quantos géneros líquidos y comestibles havía en ellas. El Estado eclesiástico concurrió con igual eficacia, pues a voces indujeron a las Mugeres tiraran quanto havía en sus casas, lo que ejecutaron con el mayor desinterés, pues no quedó en ellas pan, trigo, harina, zabada, platos, cazuelas, almiceres,, morteros, ni sillas, quedando dicha villa destruida”
Frente a este espectáculo de despropósitos que protagoniza el Gobierno, caben varias reacciones de quienes nos creemos fuera de esta masa altiva, ignorante y satisfecha de su propia ignorancia: una opción es no callar nunca; otra, la de velar para que la excelencia y el cultivo de la verdad y la belleza, envuelva nuestra existencia.
Todo menos quedar exánimes ante tanto despropósito acumulado contra la Historia común, con el único afan de hacer un vaciamiento de las identidades de nuestro entorno y destino, para convertirnos en un número más de la grey dócil y satisfecha.
Bachiller
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