sábado, marzo 04, 2006

El efecto Zerolo


"Desde hace varios siglos todas las viejas naciones de Europa laboran sordamente para destruir la desigualdad en su seno" (Alexis de Tocqueville: El Antiguo Régimen y la Revolución)


Tal vez una de las principales contradicciones del llamado progresismo, de ese "ser de izquierdas" que presupone alguna especie de superioridad moral sobre el común de los mortales, sea la pertinaz conmiseración que muestra con ciertos totalitarismos y con la mayoría de los integrismos, siempre, claro es, que éstos no se inscriban en el ámbito de influencia de su trilogía maldita: occidente, cristianismo y capitalismo. Si el sujeto o la creencia para los que se demanda comprensión, empatía, solidaridad e incluso alianza ideológica, se haya fuera de los ejes cartesianos de la tradición occidental, puede contar sin ánimo de duda con la indulgencia del progresismo. Poco importará entonces que en sus particulares ámbitos se asesine a los rivales políticos, se veje sistemáticamente a la mujer, se esclavice a la población bajo el yugo del socialismo antillano o se desprecien de forma sistemática conceptos como democracia o derechos humanos, lo mismo da, el progresismo, ya los ha perdonado antes de juzgarlos, y no sólo esto, hará lo imposible por entenderlos y justificarlos contra toda lógica y contra toda razón.

Yo no se si el progresismo está sufriendo, como un efecto tardío más de las prédicas marxistas, una especie de mala conciencia por haber sido parido en occidente, la cuna de la opresión, pero el caso es que la permanente utilización de dos varas de medir un asunto, según de donde venga, preocupa ya desde hace décadas y hoy parece haber alcanzado extremos impensables.

Cuando el artista de Brooklyn Andrés Serrano presentó en 1987 su trabajo "Piss Christ" (orina Cristo), en el cual sumergía en sus propios orines un crucifijo, aquella vez en que Chris Ofiili fabricó una Virgen María con excrementos de elefante, cuando el revuelo causado por ciertos filmes presuntamente irreverentes como "la última tentación de Cristo" o " Je te salue, Marie", las protestas nunca pasaron de ser eso, protestas, más o menos airadas, que en ningún caso supusieron un peligro real para el creador. La mera existencia de estas manifestaciones, siempre ha supuesto a ojos del pensamiento occidental y del progresista en particular un síntoma de la salud cultural de sus ciudadanos, una mera y divertida trasgresión, "cosas de artistas", que no hacían más que confirmar la existencia efectiva de la libertad de creación y opinión en el seno de las sociedades abiertas, y estaban en lo cierto.

Pero hete aquí que cuando lo que se transgrede son las convicciones y las creencias del integrismo, cuya mera existencia debía incitarnos compulsivamente a hacerlo (I support Denmark in its struggle for de freedom of speech) contemplamos con desolación cómo nuestros queridos progresistas se envainan la dialéctica, pliegan velas y se rasgan las vestiduras de santa indignación por el oprobio causado al credo ajeno. Yo creía que el bueno de Don Zerolo, por poner un ejemplo de individuo proclive a aliarse con civilizaciones, digamos más bien medievalizadas y poco o nada democráticas, permanecería ya sosegado y contento una vez que había conseguido arrancar de Zapatero la bendición de su pintoresco matrimonio. Pero parece que no es así, muy al contrario, este transgresor de postín, valiente y atrevido, ha mostrado su contundente y radical indignación con el hecho de que una chirigota ceutí se dedicase a cantar unas glosas irreverentes dedicadas a sus vecinos coránicos. El asunto tendría su punto de comprensión si no fuese que algún reportero despiadado e insensible se ha encargado de publicar en la red algunas de las graciosas fotos del amigo Zerolo rodeado de transformistas vestidos de curas y monjas de aspecto gay, portando letreros poco caritativos con la grey católica. O en aquellos días no tan lejanos este bizarro defensor de la libertad sufría un ataque repentino de tontuna o su manifiesta mala fe le impide ver que usa raseros muy distintos según con quien. Y no es extraño, porque éstos de la otra orilla son muy capaces de darte matarile ellos mismos o pedirle a alguien que lo haga por el simple hecho de ver qué cara de imbécil se le queda al infiel cuando se le postra de hinojos y se le siega la vida de un tajo seco y certero.

Miedo o prejuicio, lo mismo da. En todo caso tal vez sería bueno recordarle a este singular pensador socialista que muchos de aquellos que pretende defender le guardan más bien poco aprecio, no porque les caiga mejor o peor o no les plazca su peinado, sino porque su mentalidad, producto de años de cuidada alienación cultural, considera perversa la condición sexual que pregona. Este mismo viernes, en una mezquita de Teherán se podían escuchar estas palabras dirigidas a los occidentales por el ayatolá que comandaba la prédica : "Vosotros también habéis destruido todo y en todas partes. ¿Qué queda de vuestra orientación ética? ¿No habéis sido vosotros los que habéis legalizado la homosexualidad? Habéis hecho algo de lo que toda la Humanidad debería avergonzarse. ¿El matrimonio de un muchacho con otro muchacho? ¿Puede ser eso fácilmente ignorado?".

Dicho de otra manera, o jugamos todos el mismo juego o rompemos de una ¿santa? vez la puñetera baraja.


Juan Granados

2 comentarios:

Conlealtad dijo...

"Vosotros también habéis destruido todo y en todas partes. ¿Qué queda de vuestra orientación ética?"

Efectivamente nada queda de la ética ni de la moral que tan costosamente han intentado nuestros progenitores enseñarnos.
El progesismo des-ilustrado es lo que queda de todo esto; es el nihilismo. La negación de cualquier valor absoluto, de cualquier principio moral, político o ético que suponga un límite a los intereses más bajos y viles.
Ya no hay contenido, solo un marco; un baúl vacío, desprovisto de esencia; "la verdad será definida en base a los intereses personales, políticos o económicos del momento".
Lo que hoy vale mañana será falso.
Nada permanece más allá de las ambiciones de aquellos que se denominan defensores de la libertad y el pluralismo.
Todo vale, todo es relativo. No importan las consecuencias ni la pérdida de rumbo. Estableer un norte y unos límites mínimos a la actuación política es sinónimo de inmovilista o dictatorial.
Y así, cuando nada es absoluto, se puede actuar impúnemente; cambiar las leyes sin respeto alguno a las mismas, negociar con asesinos y definir el deseo de hacer cumplir las penas como un acto de venganza personal.
Pero la sociedad, no se inmuta; idiotizados ante el televisor, las rebajas, la prensa amarilla...qué mas da, es más cómodo cerrar todos los sentidos a la razón que enfrentarse a lo que ésta te exige.
La progresía y sus "sacro-santos" valores pluralistas nos llevan a la deriva. Mejor pensado; es el hundimietno de una sociedad que ha demostrado ser y estar "vacía de contenido".
¡Cómo me hubiera gustado nacer a principios del siglo pasado!.

Anónimo dijo...

Ciertamente este relativismo moral conduce a que todo valga. Incluso a confeccionar una realidad a la medida de quien detenta el poder. Pero hemos de intentar que sea este presente, el que vivimos ahora, el que tengamos que cambiar. Luego no añoremos tiempos pasados que nunca han de volver.