jueves, enero 12, 2006

Germont

En una de mis escenas favoritas de La Traviata, el viejo Germont, frente a su hijo y ante los asistentes a una fiesta, pronuncia las duras palabras “dove é il mio figlio, io non lo vedo”, manifestando así su rechazo frente a quien “la donna offende”, como acaba de hacer su vástago Alfredo arrojando públicamente billetes a la cara de Violetta como “pago” por su amor.

Hoy mi seudónimo me resulta idóneo para decir que, pese a vivir aquí, no reconozco a Cataluña, ni me reconozco en ella.

No reconozco a una tierra antaño abierta y acogedora, y hoy cerrada y huraña.

No reconozco a mi país, antes industrial y ambicioso, en este paraíso de burócratas, funcionarios y políticos.

No reconozco a la Cataluña que simbolizaban Cambó, Tarradellas, Plà, D’Ors, en esta caterva de ambiciosos advenedizos sin escrúpulos ni formación que nos gobierna.

No reconozco a la cosmopolita Barcelona en esta capital de “nacioncilla rabiosa” (en feliz expresión de Vidal Quadras) en la que la discrepancia está proscrita.

No reconozco a la afrancesada Cataluña abierta a Europa en este país opresivo, capaz de controlar el idioma en que hablan los niños en el recreo o los enfermos en el hospital.

No reconozco a la Cataluña cuna de artistas de renombre internacional en este vivero de supuestos creadores apesebrados cuyo éxito se mide por el importe de las subvenciones repetidas.

No reconozco a la sociedad catalana, antes reservada y respetuosa de la intimidad, en esta colectividad sectaria y delatora que nos pretenden imponer.

No reconozco a la Cataluña generosa y rica en esta cuadrilla de mezquinos negociadores que regatean su solidaridad al resto de España.

No reconozco a la Cataluña orgullosa y segura de sí misma en esta ceremonia de eterna reivindicación victimista, de eterno lloriqueo enrabietado.

No reconozco a la Cataluña que tiene uno de los parlamentos más antiguos del mundo en esta sociedad opaca en que la sospecha de corrupción planea por doquier y la libertad de expresión está amenazada.

No reconozco a la Cataluña plural en este país que no tiene una sola publicación que no proclame la idea nacionalista, y que tolera las agresiones más o menos violentas a los discrepantes.

No reconozco a la Cataluña ahorradora y buena administradora en este país regido por una administración despilfarradora y devota del déficit público.

Dicho lo cual, pueden pasar dos cosas: que realmente todo esto no sea Cataluña, sino la Catañufla creada artificialmente por los separatistas, o que ésa sea la verdadera Cataluña, en cuyo caso quien no se puede reconocer como catalán soy yo.



Germont

1 comentario:

ABRADELO dijo...

Esa CATALUÑA que usted añora y no reconoce como la existente ahora, es la Cataluña grande, estupenda a la que todos los españoles envidiabamos, queríamos y amabamos. Viví allí 18 años y siendo castellano, con nueve años aprendí a rezar, hacer cuentas y los "setse judjes..." Mis padres estaban encantados de que yo aprendiese y hablase el catalán. Hoy mi madre con 92 años, siente pena y verguenza de ver lo que ha quedado de aquella tierra envidiable. Salud.