Desconstruyendo el Estatuto - 3
“La vocación y el derecho de los ciudadanos de Cataluña de determinar libremente su futuro como pueblo, que el Parlamento de Cataluña ha expresado reiteradamente, se corresponde con la afirmación nacional que históricamente representó la institución de la Generalidad, vigente hasta el siglo xviii y después recuperada y mantenida sin interrupción como máxima expresión de los derechos históricos de que dispone Cataluña y que el presente Estatuto incorpora y actualiza.
Hoy Cataluña, en su proceso de construcción nacional, expresa su voluntad de ser y de seguir avanzando en el reconocimiento de su identidad colectiva y en el perfeccionamiento y la ampliación del autogobierno mediante este nuevo Estatuto.
De este modo, el presente Estatuto define las instituciones de la nación catalana y sus relaciones con los pueblos de España en un marco de libre solidaridad con las nacionalidades y las regiones que la conforman, compatible con el desarrollo de un Estado plurinacional.
De la misma manera, se establecen los vínculos de relación con Europa, donde todas las comunidades nacionales tienen que participar de forma corresponsable en las instituciones de gobierno y legislativas para contribuir así a la construcción europea.”
Del primer párrafo destacaría la optimista afirmación de que la institución de la Generalitat estuvo vigente hasta el siglo XVIII, y después fue ”recuperada y mantenida sin interrupción”. Por esa misma regla de tres la monarquía española jamás ha sufrido interrupción alguna. Ha estado en el exilio y minucias por el estilo, pero nada más. Igual que la Generalitat, que debió consistir durante 40 años en un pin cuatribarrado que lucía Tarradellas en Saint Martin-le-Beau. Pero claro: hay que dotar al engendro estatutario de legitimidad histórica, de pedigree. O lo que es lo mismo, desvincularlo absolutamente de lo sucedido en la Transición, no vaya a ser que a algún espabilado se le ocurra señalar que la legitimidad de la actual Generalitat proviene de la Constitución que se quieren cargar.
Al segundo párrafo: siempre pensé que la Sagrada Familia tenía un simbolismo más allá de lo religioso. Ahora lo veo claro: el “proceso de construcción nacional de Cataluña” es equiparable en duración. La Sagrada Familia es una catedral eternamente inconclusa. Cataluña es una nación eternamente en construcción, como las páginas web. La frase, despojada de subordinadas, no tiene desperdicio: “Cataluña expresa su voluntad de ser”. ¿Qué? ¿Qué puede querer ser Cataluña que no sea ya? Hemos quedado en que somos una nación, un pueblo, un país, ... ¿un estado independiente, tal vez? Shhhtttt!!! No lo digamos, que igual se enteran...
El tercer párrafo ya nos cuela subrepticiamente el término nación. Como no viene en el articulado, no tiene efectos jurídicos... pero ya está dicho. Y luego, “las relaciones de la nación catalana con los pueblos de España”. Sutil. No con España, ni por supuesto con el resto de España, sino con los pueblos de España. ¿Y cómo? En un marco de libre solidaridad. O sea, con la solidaridad que nosotros decidamos, faltaría más. ¿Y con quién? Con las nacionalidades y regiones que la conforman. Más sutil: no con “las demás” nacionalidades y regiones que conforman España según su constitución. Porque como todo el mundo sabe, nosotros ya no somos una región ni una nacionalidad.
Y el último párrafo ya anuncia la vocación universal de Cataluña: se relacionará de la misma manera (importante: nos une lo mismo con la Rioja que con Lombardía) con Europa que con los pueblos de España. Y decide unilateralmente cómo ha de funcionar la construcción europea: no a través de los estados, como pensábamos nosotros, ingenuos, sino a través de las comunidades nacionales. Pues no les queda nada a los europeos por aprender...
Germont
No hay comentarios:
Publicar un comentario