jueves, julio 26, 2012

La obligación incumplida de gobernar de Mariano Rajoy


BIOGRAFÍA
José Antonio Zarzalejos es licenciado en derecho por la Universidad de Deusto y periodista. Ha desempeñado puestos de distinta responsabilidad tanto en el Grupo Correo, primero, como en Vocento, después. Fue director del diario ABC de 1999 a 2008. Su "cuaderno de notas" pretende ser una aproximación certera a la realidad política, económica y social española e internacional.
José Antonio Zarzalejos.- 25/07/2012
El presidente del Gobierno, cuando es investido en esa condición por el Congreso de los Diputados, adquiere el pleno derecho a, con las facultades que le otorgan las leyes, gestionar los asuntos públicos con un margen de autonomía que en el caso de Mariano Rajoy es extraordinariamente amplio. No sólo porque dispone de una holgada mayoría absoluta parlamentaria, sino también, porque los electores entregaron a su partido el 22 de mayo de 2011, un insólito poder territorial en las Comunidades Autónomas y Corporaciones Locales.
Todo derecho -en este caso, el de gobernar- tiene una correspondiente obligación. El presidente del Gobierno ha de ejercer el Gobierno y los ciudadanos han de percibir que son gobernados. La omisión, el quietismo, la pasividad, el mero discurrir del tiempo a la expectativa de lo que pueda suceder, no es gobernar. Más aún: implica un grave incumplimiento ético de la responsabilidad, del deber de gobernar. Y de poco vale que se aduzca que el presidente gobierna, si lo hace, en la intimidad. El gobierno del Estado no es como la ley de la gravedad que actúa pero no se nota. El gobierno debe ser percibido por los ciudadanos que ayer, después de unas jornadas de máxima tensión y desconcierto, vivieron otra más -quizás definitiva- en la que la presidencia del Ejecutivo pareció traspasada a un ministro de Economía que se trasladó a Alemania al amparo de una motivación eufemística, tan habituales en la dialéctica pública del Gabinete de Rajoy.
Si cunde el desconcierto… y el presidente del Gobierno no se digna lanzar un mensaje es que Mariano Rajoy no está a la altura de las circunstancias y desde luego, se encuentra sideralmente alejado de las expectativas de sus votantes
Entre tanto, la prima de riesgo seguía encaramada en los 638 puntos básicos, el Ibex 35 (todas sus empresas desmanteladas) perforaba el suelo de los 6.000 puntos y Cataluña, la Comunidad Autónoma que reporta al PIB nacional del orden del 18% admitía (fíjense bien: en la BBC a través de una entrevista con el consejero de Economía de Generalitat), con sus autoridades desoladas, que acudirá al Fondo de Liquidez Autonómica sometiéndose a la condicionalidad que establece el capítulo II del Real Decreto Ley del pasado 13 de Julio que lo regula. Como todos estos acontecimientos no parecían suficientes, el atropellamiento y la improvisación intolerables -por incompetentes- del Gobierno y del PP, han hecho coincidir en esta semana de julio las comparecencias por el caso Bankia. Si la de Campa, exsecretario de Estado de Economía con Salgado, resultó inane, no fue así la del exgobernador del Banco de España que se tomó venganza por su expulsión poniendo a escurrir al Gobierno por su gestión en la nacionalización de la entidad, defendiendo (¡hasta dónde llega la torpeza de nuestros gobernantes!) la gestión de Rato y el error gubernamental de defenestrarlo. Y para rematar, el Ministerio de Exteriores sume en el ridículo al Gobierno al lanzar una nota con una supuesta concertación de España con Italia y Francia compeliendo al urgente cumplimiento de los acuerdos del último Consejo Europeo cuyo contenido es fulminantemente desmentido por París y Roma. Coherente este nuevo episodio -torpe- con la no menos torpe calificación de García Margallo al BCE al que ha tildado de “banco clandestino”.
Nadie cualificado sabía ayer dónde poner los ojos sin contemplar el vacío y el yerro. El volumen de la ausencia de Mariano Rajoy resultó de tal calibre que demedió hasta niveles insospechados su ya deteriorado liderazgo. Si cuando colapsa el sistema económico; si cuando nuestras empresas sufren una descapitalización que las retrotrae a valoraciones de hace diez años; si nuestro diferencial financiero con el bono alemán está disparado (638) –y se ha doblado en menos de seis meses-; si pagamos intereses insoportables en la financiación con letras con vencimientos a meses; si el exsupervisor financiero pone en la picota al Ejecutivo e inserta una cuña en el corazón del propio Partido Popular, si Francia e Italia se indignan con nuestro ministerio de Exteriores, si cunde el desconcierto… y el presidente del Gobierno no se digna lanzar un mensaje -bastaba un canutazo, una aparición, una entrevista- es que Mariano Rajoy no está a la altura de las circunstancias y desde luego, se encuentra sideralmente alejado de las expectativas de sus votantes -entre los que me cuento, por cierto-que comienzan a experimentar la amargura de la más terrible simetría coloquial que recorre los mentideros de la Villa y Corte según la cual, Zapatero fue al PSOE lo que Rajoy es al PP. ¿Exageración?, ¿decepción?, ¿rabia?, ¿impotencia?... Cabe la esperanza de que si así fuese –si ese paralelismo resultase cierto- el PP no se parezca al PSOE y los populares no permitan que su líder y el del Gobierno destroce a la derecha española y condene a nuestra democracia a un mapa partidario a la griega.

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