Mi amigo Ignacio siempre insiste que la clave de un buen gobierno es la seguridad jurídica de los empresarios. Y es cierto que "la paz social" que es una parte integrante pero no única del "bien común" es imprescindible para el desarrollo económico de los pueblos.
Alguien diría que cuando un pueblo coloniza y subyuga a otro, con esa tensión puede mejorar económicamente. Puede ser que algo así fuese el régimen colonial, pero es claro que eso sólo da una ventaja temporal y a unos pocos. La tensión generada irá creciendo hasta hacer insostenible el imperio basado en la explotación.
Pero si bien nadie afirma que eso es deseable, el colonialismo moderno impone ese modelo a través de "préstamos abusivos", de ayudas vinculadas al control de la natalidad, al proteccionismo interior, a los salarios basura, etcétera.
Es también cierto que el Capitalismo ha procurado el desarrollo de Corea, Taiwan, y tantos otros países, que el hambre en el mundo ha disminuido en proporción aunque ha seguido aumentando en números absolutos y que la economía mundial no es ya el asunto de un país. Hoy las crisis económicas son crisis mundiales. Como comenta Leopoldo Abadía, sin ser literal en mi cita: hoy la crisis en Estados Unidos influye en el empresario de mi pueblo.
Por eso, lo que un buen gobierno podría hacer a nivel de un país, puede ser insuficiente para afrontar un orden mundial global. Y esos atributos de paz social deben extenderse al máximo número de Estados. Y no es paz social ni seguridad jurídica la nacionalización populista de las grandes empresas. Hay unas nuevas reglas de juego que hacen que la "nacionalización" ya no sea un robo a nivel local sino global
Cuando el Papa Benedicto XVI habla del nuevo orden mundial habla de tres aspectos del bien común necesarios para el desarrollo económico sostenible, en el sentido de duradero en el tiempo; no de "poco desarrollo" como suele afirmar mi amigo
Humberto.
Los tres aspectos del bien común a nivel global son "el conjunto de relaciones de confianza, de fiabilidad y de respeto a las normas" indispensables para la convivencia civil.
Estos tres aspectos tienen miga y enlazan con la afirmación de Ignacio: "seguridad jurídica" pero a nivel global.
Las relaciones de confianza suponen ni más ni menos que el ejercicio natural de la justicia en las actividades económicas: "pacta sunt servanda" además de no imponer "cargas onerosas y abusivas" aprovechando la posición de fuerza, lo que sería un robo enmascarado por la necesidad.
La fiabilidad y respeto a las normas se da de bruces con el relativismo ético. Si la norma no es mas que mera convención entre los hombres es como un río inestable. Dependiendo del estado, siempre variable, de las naciones, de la conveniencia de los gobiernos o de los poderosos se cambian las reglas de juego con lo que siempre "es el fuerte el que juega el jaque mate". No hay competencia leal sino guerra económica.
Y,claro, en un mundo globalizado, el poder tiende a concentrarse en pocas manos. Hoy se avanza inevitablemente a una "Autoridad Mundial" que puede convertirse, según vamos observando en los gobiernos de los Estados, un enorme "Matrix" que, en una degenerada democracia, dicte por nuestro bien normas que subyuguen la conciencia mientras juega el experimento de un liberalismo económico. Ese es el intento de una de nuestras grandes potencias, la China: un "ceder libertad controlada" unido a un recio control de la educación y del pensamiento. Y en Occidente, un permisivismo libertario sobre el cuerpo y una negación de educar en valores en las instituciones públicas, arrebatadas a los ciudadanos que depositaron en el Estado su confianza.
Por eso, cuando Benedicto XVI habla de esa "Autoridad Mundial" habla de "sus límites" para que mantenga ese conjunto de valores necesarios para la convivencia pacífica, para el desarrollo económico, social y cultural de los pueblos, pero que con una clara división de poderes, un respeto a la autonomía de las naciones, y un mayor respeto y mimo a la libertad de las personas y a su dignidad.
De todos modos, si bien parece que el mundo a través de la comunicación es ya un mundo global, a través del movimiento de capitales también, tendrá todavía que avanzar hacia el movimiento de personas, al respeto de los derechos personales en los Estados, al respeto al hecho cultural. lo que implicará tensiones de dominio que podrán dar lugar a situaciones de conflicto que podrían ser terribles para la humanidad.
Mi opinión sobre el tema es que ese orden mundial, al que inevitablemente estamos abocados, no tiene ninguna pinta de querer ser un sistema de libertades fundadas en la dignidad de las personas sino un sistema que nos exigirá "más y más entregas de nuestras parcelas de libertad", al tiempo que por "nuestro bien" podrán decidir en los derechos irrenunciables, eso sí "para salvar el planeta". Tiempos fuertes para armar intelectualmente un sistema de valores inalienables que impidan que "Matrix" acabe aterrizando primero en Occidente y después muestre su vocación universal.
frid