¡Peligro: Gobierno!
Más útiles que las vallas que anuncian las inversiones públicas (que de eso se trata: de que se vea lo que nos da Zapatero), empieza a ser necesario que se editen unos pasquines, vallas y señales de tráfico que indiquen con grandes caracteres “Peligro: gobierno trabajando”. Es que no se salva ni uno. En fila india: Solbes y sus pronósticos y su paciencia benedictina; Sebastián y sus inventos del TBO y su impaciencia ardiente; Maleni y sus desaguisados por tierra, mar y aire; Moratinos haciendo amigos por el mundo; Garmendia en I+D, que lo único que ha hecho (también es casualidad, siendo vasca…) es ceder sus competencias al lehendakari; Rubalcaba jugando al escondite con De Juana o Josu Ternera; Corredor que dirige un ministerio sin funciones; Bibiana inventando palabros y negando que los resultados de la política contra la llamada violencia de género deba medirse por número de víctimas; Bernat Soria empeñado en instituir el ministerio de la moral laica a la par que en lograr el Nobel para su presidente, por el indiscutible mérito de haberle elegido; Cabrera adivinando sentencias antes de publicarse; Corbacho proclamando que el sistema laboral español es demasiado flexible, mientras se le acaban los dedos de la mano para contar los parados por millones; De la Vega intentando eclipsar al cardenal Bertone con un despliegue de color y glamour (que hacen falta narices, o incultura, para presentarse a una audiencia con un cardenal vestida de morado, y así se lo hizo notar irónicamente el prelado),…
Y al frente, claro está, el malabarista mayor del reino, el hombre capaz de vender a los malos armas que no matan a los buenos; el visionario que niega la crisis cuando el suelo se está agrietando a sus pies; el cínico que no es capaz de responder si considera al feto ser humano o no; el embustero que para congratularse con el nuevo presidente americano reconoce ahora que en realidad ofendió deliberadamente a todas las banderas de la coalición internacional; el hombre que aprendió economía en dos tardes y aún le sobró una; el adalid de la democracia deliberativa que huye del parlamento, mientras los nacionalistas le cubren la retirada, para ir a hacer alarde de sensibilidad social a la televisión; el demagogo que nunca prometió el pleno empleo; el estadista que precisa más de 650 asesores designados a dedo; el jefe del gobierno más mentiroso de la historia, que paradójicamente llegó al cargo en alas del lema “España se merece un gobierno que no le mienta”.
Urge que el ejecutivo en pleno sea declarado zona catastrófica. Cada desastre tiene la virtud de disimular el anterior. Es necesario que esta pandilla de amiguetes que han llegado a donde nunca imaginaron y a acumular un poder como no se ha visto igual en la historia de la democracia sea arrumbada por una riada de sentido común y principios democráticos que arrastre tanto sectarismo y tanta ineptitud, y tanto desprecio por la libertad de los que no piensan como ellos. Que vuelvan a los mediocres puestos que nunca debieron abandonar, pero que sea pronto, porque se están cumpliendo los peores pronósticos de quienes aseguraban que este “equipo A” iba a conducir al país entero a la ruina. Deberíamos llenar la red, y las paredes, con el lema “¡que se vayan!”, hasta que su eco les retumbe en la cabeza a todas horas. Es ya una cuestión de supervivencia.
Y al frente, claro está, el malabarista mayor del reino, el hombre capaz de vender a los malos armas que no matan a los buenos; el visionario que niega la crisis cuando el suelo se está agrietando a sus pies; el cínico que no es capaz de responder si considera al feto ser humano o no; el embustero que para congratularse con el nuevo presidente americano reconoce ahora que en realidad ofendió deliberadamente a todas las banderas de la coalición internacional; el hombre que aprendió economía en dos tardes y aún le sobró una; el adalid de la democracia deliberativa que huye del parlamento, mientras los nacionalistas le cubren la retirada, para ir a hacer alarde de sensibilidad social a la televisión; el demagogo que nunca prometió el pleno empleo; el estadista que precisa más de 650 asesores designados a dedo; el jefe del gobierno más mentiroso de la historia, que paradójicamente llegó al cargo en alas del lema “España se merece un gobierno que no le mienta”.
Urge que el ejecutivo en pleno sea declarado zona catastrófica. Cada desastre tiene la virtud de disimular el anterior. Es necesario que esta pandilla de amiguetes que han llegado a donde nunca imaginaron y a acumular un poder como no se ha visto igual en la historia de la democracia sea arrumbada por una riada de sentido común y principios democráticos que arrastre tanto sectarismo y tanta ineptitud, y tanto desprecio por la libertad de los que no piensan como ellos. Que vuelvan a los mediocres puestos que nunca debieron abandonar, pero que sea pronto, porque se están cumpliendo los peores pronósticos de quienes aseguraban que este “equipo A” iba a conducir al país entero a la ruina. Deberíamos llenar la red, y las paredes, con el lema “¡que se vayan!”, hasta que su eco les retumbe en la cabeza a todas horas. Es ya una cuestión de supervivencia.
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