El PSOE acaricia la mayoría absoluta
Todos los analistas políticos, ante un escenario como el que vivimos en España, vaticinarían que el partido de la oposición se colocará con una ventaja decisiva ante las próximas elecciones generales. Están todavía muy lejanas, por supuesto, pero es que la situación es tan crítica que incluso la hipótesis de una moción de censura y unas elecciones anticipadas tendría verosimilitud.
Todo lo contrario: el PP se enfrenta a una crisis sin precedentes, que pone en riesgo su propia supervivencia como partido aglutinador del centroderecha español, mientras el gobierno socialista sale milagrosa y escandalosamente incólume de la debacle en que se sume el país. Los estrategas del PSOE, maestros en la propaganda y la manipulación, se frotan las manos ante los desatinos de la lucha fratricida en el PP, y ponen en marcha los engranajes que pueden conducir a la explosión del partido, en un cálculo elaboradísimo que juega magistralmente con el calendario.
Uno de marzo, elecciones autonómicas en Galicia y País Vasco. En el primer caso, cualquier cosa que no sea la mayoría absoluta es un fracaso de los conservadores, porque en ese caso el PSOE tiene el gobierno asegurado con el apoyo del BNG. En el momento más oportuno, aparece el segundo candidato en la lista popular olvidando nada menos que un pago de las Islas Caimán, bocatto di cardinale para el depredador Pepiño Blanco. En el segundo caso, las opciones de victoria son nulas (cuestión que por cierto debería hacer reflexionar seriamente al partido que ha hecho de la firmeza antiterrorista una de sus banderas más sagradas), pero se da la circunstancia de que cualquier resultado será comparado con el de una candidata carismática como la defenestrada San Gil, con lo cual las posibilidades de fracaso son considerables.
Si se encadenan los dos previsibles tropiezos, se encaran las europeas con una altísima posibilidad de voto de castigo, ante la apariencia de intrascendencia que siempre tienen los comicios europeos. La abstención, el voto nulo, el voto en blanco, y las alternativas provocadoras son opciones que miles de votantes populares manejan.
Entre tanto, salta misteriosa y oportunamente el escándalo, si es que lo es, del espionaje madrileño, que afecta directamente a los dos líderes que la opinión ve como potenciales sucesores de un Rajoy al que todos dan por traspasado. La joya de la corona popular, el único reducto de verdadero poder, está en peligro real, sea por inspiración de la izquierda o por conspiración de la propia derecha, pero en cualquier caso en peligro. Una comisión de investigación a la que Aguirre, fiel a sus principios, se ha prestado aún a sabiendas de que van a dispararle desde todos los flancos. Pero puede morir matando: de pronto se desvela que los socialistas que han votado con Blesa en Cajamadrid, y por tanto a favor de Gallardón, han percibido sospechosísimos créditos de la propia entidad.
Garzón no pierde ocasión de arrimar el hombro, y destapa con admirable oportunidad temporal unos casos de supuesta corrupción en consistorios populares. El titular de Pepiño está servido: espionaje, corrupción y paraísos fiscales. ¿Alguien dijo crisis y paro?
Otoño 2009: un PP derrotado en tres contiendas electorales consecutivas cuestiona el liderazgo (por llamarlo de alguna manera) de Rajoy, que no tiene más remedio que renunciar. Pero todos los posibles sucesores están seriamente tocados por el escándalo del espionaje, y enzarzados en una lucha a muerte que les desangra, y además la sombra de la corrupción planea al ritmo que los jueces progresistas imprimen a sus sumarios. A poco que se perciba el más mínimo indicador de que el final del túnel de la crisis económica es visible, Zapatero convoca elecciones anticipadas para primavera de 2010, y arrasa.
¿Ciencia ficción? Tal vez. O tal vez no. A ver quién se atreve a esbozar un escenario más halagüeño.
Todo lo contrario: el PP se enfrenta a una crisis sin precedentes, que pone en riesgo su propia supervivencia como partido aglutinador del centroderecha español, mientras el gobierno socialista sale milagrosa y escandalosamente incólume de la debacle en que se sume el país. Los estrategas del PSOE, maestros en la propaganda y la manipulación, se frotan las manos ante los desatinos de la lucha fratricida en el PP, y ponen en marcha los engranajes que pueden conducir a la explosión del partido, en un cálculo elaboradísimo que juega magistralmente con el calendario.
Uno de marzo, elecciones autonómicas en Galicia y País Vasco. En el primer caso, cualquier cosa que no sea la mayoría absoluta es un fracaso de los conservadores, porque en ese caso el PSOE tiene el gobierno asegurado con el apoyo del BNG. En el momento más oportuno, aparece el segundo candidato en la lista popular olvidando nada menos que un pago de las Islas Caimán, bocatto di cardinale para el depredador Pepiño Blanco. En el segundo caso, las opciones de victoria son nulas (cuestión que por cierto debería hacer reflexionar seriamente al partido que ha hecho de la firmeza antiterrorista una de sus banderas más sagradas), pero se da la circunstancia de que cualquier resultado será comparado con el de una candidata carismática como la defenestrada San Gil, con lo cual las posibilidades de fracaso son considerables.
Si se encadenan los dos previsibles tropiezos, se encaran las europeas con una altísima posibilidad de voto de castigo, ante la apariencia de intrascendencia que siempre tienen los comicios europeos. La abstención, el voto nulo, el voto en blanco, y las alternativas provocadoras son opciones que miles de votantes populares manejan.
Entre tanto, salta misteriosa y oportunamente el escándalo, si es que lo es, del espionaje madrileño, que afecta directamente a los dos líderes que la opinión ve como potenciales sucesores de un Rajoy al que todos dan por traspasado. La joya de la corona popular, el único reducto de verdadero poder, está en peligro real, sea por inspiración de la izquierda o por conspiración de la propia derecha, pero en cualquier caso en peligro. Una comisión de investigación a la que Aguirre, fiel a sus principios, se ha prestado aún a sabiendas de que van a dispararle desde todos los flancos. Pero puede morir matando: de pronto se desvela que los socialistas que han votado con Blesa en Cajamadrid, y por tanto a favor de Gallardón, han percibido sospechosísimos créditos de la propia entidad.
Garzón no pierde ocasión de arrimar el hombro, y destapa con admirable oportunidad temporal unos casos de supuesta corrupción en consistorios populares. El titular de Pepiño está servido: espionaje, corrupción y paraísos fiscales. ¿Alguien dijo crisis y paro?
Otoño 2009: un PP derrotado en tres contiendas electorales consecutivas cuestiona el liderazgo (por llamarlo de alguna manera) de Rajoy, que no tiene más remedio que renunciar. Pero todos los posibles sucesores están seriamente tocados por el escándalo del espionaje, y enzarzados en una lucha a muerte que les desangra, y además la sombra de la corrupción planea al ritmo que los jueces progresistas imprimen a sus sumarios. A poco que se perciba el más mínimo indicador de que el final del túnel de la crisis económica es visible, Zapatero convoca elecciones anticipadas para primavera de 2010, y arrasa.
¿Ciencia ficción? Tal vez. O tal vez no. A ver quién se atreve a esbozar un escenario más halagüeño.
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