Nueva atracción: el Gran Circo Popular
Por Germont.
El Gran Circo Popular ha decidido renovar su repertorio con un nuevo y escalofriante número: el domador se encerrará en una jaula con fieras de procedencia diversa, exponentes de la rica diversidad zoológica del territorio nacional, intentando un acercamiento que hasta ahora nadie ha realizado con éxito. Llegará incluso a introducir la cabeza en las fauces de las bestias, en un audaz intento de demostrarles una simpatía que acabe por enternecerlas para a continuación obligarlas a realizar todo tipo de piruetas.
Algunos agoreros advierten de que el estado de permanente hambre de estas peculiares fieras periféricas situará en altísimo riesgo la cabeza del domador. Hay quienes piensan que eso, en definitiva, no sería tan grave pérdida, pero en cualquier caso el domador insiste en su convicción de que las fieras muerden básicamente cuando sienten antipatía, por lo cual ha decidido renunciar a los tradicionales látigo y silla y sustituirlos por dosis masivas de caricias y halagos.
A ver, panda de merluzos, repitan conmigo: los nacionalistas son independentistas. Todos sin excepción. Es incluso legítimo, no discutamos eso ahora, pero son independentistas. Su única razón de existir es la aspiración de conseguir un estado independiente y soberano que se desgaje de la Corona de España. Cualquier vía les sirve, pero todas sin excepción pasan por la necesidad ineludible de que previamente el Reino se haya debilitado hasta tal punto que cuando llegue el momento no pueda ofrecer resistencia suficiente. Cualquier paso que den es en esa dirección, no se van a conformar con ninguna estación intermedia, entre otras cosas porque ya las han rebasado todas. Por lo tanto, ningún partido nacional que aspire a gobernar una España que continúe unida tiene nada que obtener de un acercamiento a los nacionalistas. El nacionalismo se derrite de gusto cada vez que piensa en un gobierno español en minoría que necesite de sus escaños para poder ejercer el poder. No van a ceder nada por mucho que se les acerquen. Por el contrario, lo aprovecharán para dar más pasos en pos de su objetivo, pasos que siempre son irreversibles mientras nadie les plante cara.
El Gran Circo Popular ha decidido renovar su repertorio con un nuevo y escalofriante número: el domador se encerrará en una jaula con fieras de procedencia diversa, exponentes de la rica diversidad zoológica del territorio nacional, intentando un acercamiento que hasta ahora nadie ha realizado con éxito. Llegará incluso a introducir la cabeza en las fauces de las bestias, en un audaz intento de demostrarles una simpatía que acabe por enternecerlas para a continuación obligarlas a realizar todo tipo de piruetas.
Algunos agoreros advierten de que el estado de permanente hambre de estas peculiares fieras periféricas situará en altísimo riesgo la cabeza del domador. Hay quienes piensan que eso, en definitiva, no sería tan grave pérdida, pero en cualquier caso el domador insiste en su convicción de que las fieras muerden básicamente cuando sienten antipatía, por lo cual ha decidido renunciar a los tradicionales látigo y silla y sustituirlos por dosis masivas de caricias y halagos.
A ver, panda de merluzos, repitan conmigo: los nacionalistas son independentistas. Todos sin excepción. Es incluso legítimo, no discutamos eso ahora, pero son independentistas. Su única razón de existir es la aspiración de conseguir un estado independiente y soberano que se desgaje de la Corona de España. Cualquier vía les sirve, pero todas sin excepción pasan por la necesidad ineludible de que previamente el Reino se haya debilitado hasta tal punto que cuando llegue el momento no pueda ofrecer resistencia suficiente. Cualquier paso que den es en esa dirección, no se van a conformar con ninguna estación intermedia, entre otras cosas porque ya las han rebasado todas. Por lo tanto, ningún partido nacional que aspire a gobernar una España que continúe unida tiene nada que obtener de un acercamiento a los nacionalistas. El nacionalismo se derrite de gusto cada vez que piensa en un gobierno español en minoría que necesite de sus escaños para poder ejercer el poder. No van a ceder nada por mucho que se les acerquen. Por el contrario, lo aprovecharán para dar más pasos en pos de su objetivo, pasos que siempre son irreversibles mientras nadie les plante cara.
Así que, señor Rajoy, si desea usted suicidarse hágalo solo, pero no nos suicide a los demás con usted. Simpatía sí, a raudales, pero con el público que le paga. Al tratar con las fieras que llevan la voracidad en su propia naturaleza no olvide el látigo, la silla, y hasta un revólver en el bolsillo de la casaca. No hay nada más simpático que la convicción, la firmeza y la claridad en la explicación de las propias convicciones. Y para eso nada mejor que hacer restallar el látigo de cuando en cuando, aunque sea con la sonrisa en los labios.
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