El derecho a no ser de izquierdas
Por Germont
Ha surgido una plataforma, una demostración más de que la red se está escapando de las manos del mal llamado progresismo, que reivindica algo tan simple y llamativo en una democracia europea como “solo queremos libertad”. La primera vez que lo lees piensas que tal vez es una exageración, que libertad no nos falta, que podemos elegir y expulsar a nuestros gobernantes, que gozamos de libertad de expresión, de manifestación, de credos, de pensamiento, de movimiento… Pero tras darle unas cuantas vueltas llegas a la conclusión de que lo que está en juego es la libertad de ejercer todos esos derechos… con libertad. Sí, suena redundante, pero no lo es. El socialismo que nos gobierna, y tomo el término socialismo en sentido amplio, porque en realidad padecemos una amplia gama de progresismos superpuestos, entrelazados y entreverados en una maraña de intereses comunes, el socialismo nos reconoce la libertad de expresar, de manifestar, de creer, de pensar, de movernos, siempre que sea en unos determinados sentidos que la propia ideología dominante nos marca.
Así, la libertad que estamos reivindicando en realidad se podría sintetizar en el derecho a no ser de izquierdas. Tan simple y tan dramático como eso, porque ése es precisamente el derecho que está en trance de negársenos. Bajo un manto de libertades formales, y en un entorno de constantes proclamas de progreso, se nos están cerrando en realidad casi todas las opciones para elegir un comportamiento vital y moral, e incluso político, que no se ajuste al progresismo dominante. El último clavo del ataúd, que se pretende definitivo, es la educación para la ciudadanía como medio de eliminar ya en los infantes el funesto vicio de pensar …diferente. Antes fue la imposición de lo políticamente correcto, y la discriminación positiva, y la progresiva introducción de la eutanasia, y la extensión imparable del aborto, y la universalización de subsidios y ayudas, y la manipulación del término matrimonio para incluir lo que no lo es, y la vulneración de principios morales en aras de la utilidad inmediata, y el escarnio de la fe, la degradación de la autoridad, la burla y relativización de los símbolos nacionales, y cosas mucho más prosaicas como las prohibiciones, las limitaciones (no comas, no bebas, no fumes, no corras,…), la vulgarización de los medios,…
Lo que realmente está en juego en estas elecciones es la posibilidad de seguir viviendo en esta democracia sin ser de izquierdas. De seguir gozando de la libertad de no ser progresista sin que se le considere a uno un espécimen a extinguir. De que la libertad sea real y no sólo formal, porque sin opciones no hay libertad por mucho que las leyes la reconozcan. Hemos de cambiar de gobierno para que en este país siga siendo posible no ser de izquierdas. Y es que ésa es en última instancia la gran diferencia entre derecha e izquierda: bajo un gobierno de derechas caben los izquierdistas, o lo que es lo mismo, la discrepancia. Bajo un gobierno de izquierdas, los conservadores y los liberales son un estorbo intolerable, y dejan de ser considerados alternativa discrepante para pasar a ser disidentes.
Germont
Así, la libertad que estamos reivindicando en realidad se podría sintetizar en el derecho a no ser de izquierdas. Tan simple y tan dramático como eso, porque ése es precisamente el derecho que está en trance de negársenos. Bajo un manto de libertades formales, y en un entorno de constantes proclamas de progreso, se nos están cerrando en realidad casi todas las opciones para elegir un comportamiento vital y moral, e incluso político, que no se ajuste al progresismo dominante. El último clavo del ataúd, que se pretende definitivo, es la educación para la ciudadanía como medio de eliminar ya en los infantes el funesto vicio de pensar …diferente. Antes fue la imposición de lo políticamente correcto, y la discriminación positiva, y la progresiva introducción de la eutanasia, y la extensión imparable del aborto, y la universalización de subsidios y ayudas, y la manipulación del término matrimonio para incluir lo que no lo es, y la vulneración de principios morales en aras de la utilidad inmediata, y el escarnio de la fe, la degradación de la autoridad, la burla y relativización de los símbolos nacionales, y cosas mucho más prosaicas como las prohibiciones, las limitaciones (no comas, no bebas, no fumes, no corras,…), la vulgarización de los medios,…
Lo que realmente está en juego en estas elecciones es la posibilidad de seguir viviendo en esta democracia sin ser de izquierdas. De seguir gozando de la libertad de no ser progresista sin que se le considere a uno un espécimen a extinguir. De que la libertad sea real y no sólo formal, porque sin opciones no hay libertad por mucho que las leyes la reconozcan. Hemos de cambiar de gobierno para que en este país siga siendo posible no ser de izquierdas. Y es que ésa es en última instancia la gran diferencia entre derecha e izquierda: bajo un gobierno de derechas caben los izquierdistas, o lo que es lo mismo, la discrepancia. Bajo un gobierno de izquierdas, los conservadores y los liberales son un estorbo intolerable, y dejan de ser considerados alternativa discrepante para pasar a ser disidentes.
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