lunes, diciembre 03, 2007

No es el tiempo, es la vida

Por Luis I. Gómez

No pocas veces recurrimos a la frase hecha “el tiempo dará y quitará razones” sin caer en la cuenta de la cobardía que tras ella se esconde. Cobardía, pues no estamos pensando en las hojas del calendario ni en las agujas del reloj cuando la pronunciamos. Estamos evitando decir que serán los hechos los que pondrán a cada uno en su sitio. La vida, la realidad es tozuda e impertinente en su materialidad. No corresponde las más de las veces con aquello que deseamos, sino con los resultados de lo que hemos hecho para alcanzar nuestro deseo. Y no pocas veces se interpone en nuestro futuro el acto de un tercero dando un golpe de timón inesperado que nos aparta de la ruta hacia nuestras soñadas Indias particulares. La vida es juez imparcial a la vez que inclemente y pocas veces deja un resquicio para la apelación.

ETA ha vuelto a coger el timón del destino de otros hombres para cerrar la página de sus vidas. Bandazo irrevocable, naúfrago irreparable, dolor inmenso. Hombres elegidos por el azar, colocados delante del cañón de una pistola por un suceder de circunstancias, las más completamente ajenas a su propia existencia hasta el momento justo del disparo. Ese momento en que la vida del amenazado deja de estar en sus manos y pasa a depender de las de quien aprieta el gatillo. Las circunstancias…

… la falta de valor de una clase política arrojada a sus propias miserias, incapaz de colocarse ante el espejo de los soberanos en busca de las arrugas del rostro. Incapaz de plantear la cuestión nacional más allá de la palabrería barata. Incapaz de autocriticarse en la crítica constitucional. Aferrada a un marco a todas luces ajado por el tiempo y las mudanzas, mil veces golpeado y decididamente devaluado. Tanto, que una reforma ya sólo será cosmética exagerada, objeto de burla y escarnio.

… la ignominia del olvido de los propios valores. Una sociedad que domeña las leyes antes de debatirlas y cambiarlas, peor, que prefiere domeñarlas antes que cumplirlas, es una condenada a desaparecer. Por putrefacción. Nuestra clase dirigente elude el debate para imponer opiniones de supuestas mayorías. Elude el consenso para asegurarse un resquicio de poder (ese poder que nos han arrebatado a nosotros) Recurre a la mentira y el engaño presa de sus propias incongruencias, intento estéril de justificar lo injustificable. Y nosotros, víctimas del torrente mediático, nos acurrucamos en nuestro papel de palmeros, gritando “uys” y, muy de tarde en tarde, “gol”, como si el partido al que asistimos no tuviese nada que ver con nosotros.

… la desvergüenza necesaria para autoproclamarse voz de todos sabiéndose correveidile de nadie. Pues nadie, excepto los que aprietan gatillos, desean la muerte de nadie. Pero también la desvergüenza de quien se suma a la fiesta de la sangre y, tras observar de lejos el aquelarre, recurre a la bicefalia moral para callar aquí y condenar allí. Los silencios de Gernika se transforman en sollozos fingidos a la sombra de un madroño.

Hay dos vidas que fueron. Dos vidas que jamás alcanzarán su sueño. Y los mercaderes del poder se reparten los despojos de la masacre. Y el pueblo? El pueblo asiste, enfermo. Pero no teman, la siguiente dosis alucinógena está en camino. Dicen que estaremos todos. Ignoran que cada vez somos más los que estaremos, pero no nos dejaremos medicar.

Y será la vida la que dicte sentencia. Antes, o después.

Desde el exilio

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