miércoles, noviembre 21, 2007

Preguntas en positivo y negativo

Este fin de semana, Pedro J. Ramírez en El Mundo y Juan Carlos Girauta en Libertad Digital han ilustrado espléndidamente las dos posturas entre las que oscila el debate público sobre la actitud que debería adoptar el Partido Popular ante las próximas elecciones generales. Ambos artículos merecen la pena en su integridad, pero por necesidades de espacio voy a reproducir tan sólo los dos párrafos en los que entiendo se resume la tesis de cada uno de ellos.
Dice el director de El Mundo: “casi cuatro años después de su derrota en las urnas, el PP continúa siendo rehén de aquellas equivocaciones y la madre de todos sus problemas es la pérdida de los principales atributos que durante la década anterior caracterizaron su centralidad. El PP está dirigido por gente inteligente, atractiva y cargada de ingenio pero vuelve a ser percibido como un partido duro, inflexible, anticuado y antipático que reacciona a golpe de calentón. En gran medida ello se debe a la eficaz labor de propaganda de sus adversarios y al desequilibrio mediático -fruto de la mezcla de desconfianza y displicencia de Aznar hacia quienes más podían sintonizar con su proyecto-, pero también a la disposición de la cúpula del partido a dejarse arrinconar, como en los tiempos de Fraga, en posiciones políticas que suscitan el entusiasmo de los incondicionales -y estamos hablando de unos cuantos millones de votantes-, pero difícilmente servirán para atraer en un grado suficiente ni a los moderados indecisos ni a los jóvenes que se incorporan al proceso de participación política.
Dice Girauta: Dado que no se mueven votos del PSOE al PP en una sola legislatura, no hay motivo para renunciar a nada a fin de caer bien a los votantes del partido que ha querido cambiar el régimen del 78. Al PP le basta con seguir donde está, donde ha estado toda la legislatura, dejando que la hemorragia (por leve que sea) de votos socialistas hacia IU o hacia la abstención, siga su curso natural.
En definitiva, uno aboga por lanzarse a la caza de los que denomina “moderados indecisos” y de los nuevos votantes, y el otro apuesta por cultivar a los propios, ignorar a los demás y confiar que los votos que el PSOE pierda por la izquierda y por la abstención le den la mayoría al PP.
Suelo coincidir con Girauta, en especial en todo lo que se refiere a Cataluña, pero en este caso me da la sensación de que no aspira a que el PP gane las elecciones, sino a que las pierda el PSOE. No intenta ampliar base electoral, sino que confía en que el PSOE vea la suya reducida. Bien, aceptemos que el resultado final será el mismo en uno u otro caso, pero está claro que esta opción no resulta muy motivadora: llama a ganar por abandono del contrario, no por entusiasmo de los propios. Y eso nos aboca nuevamente al carácter excepcional de las victorias del PP: la derecha sólo puede ganar si la izquierda se abstiene o se fracciona, pero nunca por méritos propios. Y aún esto es discutible, puesto que la victoria en escaños del PP no garantiza, y esta vez menos que ninguna otra, que una amalgama informe de todos los demás partidos no aúpe de nuevo a Zapatero a la presidencia, dada su comunidad de intereses.
¿Se debe esta postura de Girauta a la convicción inconfesa de que el PP no es capaz de arañar ni un solo voto más allá de sus fieles más convencidos? Y si es así, ¿es éste un problema del partido, del programa o de sus líderes? Parece que Girauta renuncia o se niega a aceptar que exista una bolsa de votos que puede votar al PSOE o al PP en función de muy diferentes factores, y menciona tan sólo la imposibilidad metafísica de que un socialista pueda votar al PP. De acuerdo, pero ¿y los no socialistas que tampoco digieren bien al PP? ¿No vale la pena aproximarse a ellos, o es que no existen?
Es un debate abierto, y el mejor lema es el título de ambos artículos. Pedro J. titula “¿Puede aún ganar el PP las elecciones?”, y Girauta “¿Puede aún perder el PP las elecciones?”. Desde luego, la respuesta es afirmativa en ambos casos. Pero es tristísimo y preocupante que a estas alturas, y con lo que ha caído, aún estemos haciéndonos esta pregunta.

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