Cachondeíto
Por Antonio Jaumandreu
El presidente Aznar compareció anoche en el show televisado de un conocido humorista. En un sketch preparado de antemano, el humorista se presentó en el plató con la camisa ostensiblemente manchada de negro, disculpándose por ello ante el presidente. Aznar, con la sonrisa bailándole en los ojos, siguió el guión diciéndole “no te preocupes, hombre. Ya entiendo, habrás venido paseando por las costas gallegas, ¿no?, ahí donde el Prestige…”, para prorrumpir a continuación en una risa cómplice que fue acogida con aplausos por el público.
El presidente Zapatero compareció anoche en el show televisado de un conocido humorista. En un sketch preparado de antemano, el humorista fingió llegar tarde, disculpándose por ello ante el presidente. Zapatero, con la sonrisa bailándole en los ojos, siguió el guión diciéndole “ya, habrás venido con cercanías, ¿no?”, para prorrumpir a continuación en una risa cómplice que fue acogida con aplausos por el público.
Bien, una de estas dos situaciones no se ha producido, pero la otra sí. Una de ellas hubiese provocado manifestaciones callejeras convocadas por la oposición, plenos extraordinarios, peticiones de dimisión, proclamas inflamadas, acusaciones de insensibilidad y sangrantes parodias televisivas, con repetición una y otra vez del sketch. La otra no. Una de ellas hubiera sido explotada hasta la saciedad y oportunas encuestas hubieran ratificado la vertiginosa pérdida de popularidad del impertinente líder. La otra no. Es sencillo: una de ellas la hubiera protagonizado un líder de la derecha y la hubiese utilizado la izquierda y los nacionalistas. La otra la ha protagonizado el líder de la izquierda… y el resto del universo la ha acogido con considerable suavidad. Es la bula de la izquierda, la enorme ventaja con la que parte el izquierdismo en la vida política española.
Zapatero se ha permitido mofarse de los usuarios de cercanías en el programa de Buenafuente. Debe ser una aplicación práctica de aquel reciente lema según el cual “todo puede decirse con una sonrisa”. Pues sí, se ve que sí. Un presidente del gobierno le puede decir a sus ciudadanos, con la sonrisa en los labios, que son unos pringados que pagan sus impuestos para padecer unas infraestructuras indignas de la supuesta octava potencia mundial. Y no pasa nada, precisamente en una comunidad en la que los socialistas gozan de unas cotas de poder tan apabullantes que rozan lo hegemónico. ¿Qué ha de suceder para que los ciudadanos, y en este caso muy particularmente los catalanes, nos demos cuenta de que “s’en foten de nosaltres”, y reaccionemos de la única manera que podemos hacerlo, que es en el momento de votar?
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