Relativismo y liberalismo. (II) La cuestión de la ética.
Por Luis I. Gómez
Leídos una serie de posts publicados en las últimas semanas en Red Liberal (permítanme que no enlace todos. Sabemos a qué posts me refiero) y vistos los comentarios que en ellos se vierten, parece ser que todos tenemos muy claro lo que significa ÉTICA. De lo contrario sería imposible calificarla de relativista, o laxa, o iusnaturalista. Sólo se puede adjetivar aquello que se conoce. No dudamos en reclamar una "economía ética", cuando queremos reclamar más justicia social. Hablamos del "trato ético a los animales" cuando lo que queremos es limitar la crueldad. No es ético tirar de cualquier forma la basura, decimos cuando queremos más responsabilidad en el uso de los recursos naturales. Éticas son las posturas de respeto mutuo en el tránsito rodado, la seriedad y transparencia en el trabajo, la igualdad en el tema de la "lucha de géneros", llevar un billete pagado en el tranvía. Todos nos esforzamos por ser "éticamente correctos".
Sabemos de qué estamos hablando, cuando ponemos la palabra ética en la boca. Ante hechos o personas que muestran grandes dosis de Ethos sentimos respeto y admiración, aborrecemos la degeneración ética, el relativismo ético se nos antoja intolerable. Pero sobre todo: queremos poder sabernos éticamente correctos. Queremos paz, tranquilidad y satisfacción para nuestras conciencias. En cuanto asoma la más mínima duda, tal vez en un ataque inesperado de escepticismo, perdemos momentáneamente el equilibrio y caemos en un desasosiego incómodo.
Una cosa está muy clara: las alusiones a la ética terminan formando parte de casi cualquier discusión. Y, qué coincidencia, casi siempre lo hace allí donde antes aparecía la MORAL. Tal vez porque el concepto "Ética" suena mejor que "Moral", tal vez porque usando el concepto "Ética" evitamos ser considerados "apóstoles morales", apologetas. Nosotros, los hijos de la Ilustración, en ningún modo somos moralistas y nuestros discursos no pretenden nunca ser moralizantes. Nos avergonzamos, pues las teorías al uso nos han mostrado cómo la "moral" es el arma de los dictadores, de las religiones para dominar a sus súbditos y recortar su libertad en beneficio del poder, es la espada llamada "mala conciencia" blandida para recortar nuestras libertades. Nosotros los ilustrados, por el contrario, tenemos la "Ètica" a nuestro lado. Por supuesto que terminamos invocando ciertos valores y verdades estándar - pero ello sólo nos hace superiores "éticamente", jamás "moralmente". Estamos incluso convencidos de esa nuestra superioridad "ética". Pero miren: tan convencidos como esos otros a quienes negamos compartir nuestro peldaño evolutivo.
En la antigüedad romana Cicerón tadujo del griego "ethikos" al latín "moralis", y ambas palabras significaban prácticamente lo mismo. El cambio de significado de la palabra "moralis" se produce en el transcurso de la cristianización. Las cuestiones morales pasaron a ser sólo discutidas (incluso filosóficamente) en el contexto erudito y reducido que permitían las estrucutras del poder cristianas, pues ni siquiera la filosofía pudo librarse de ellas. Hubo que esperar a la Ilustración para liberar el concepto "ética" de las cadenas de "moralis". La ética pasó a ser el contrapunto de la moral, recuperó su caracter de IDEA, alejándose de dogmas y creencias.
La ética recupera así la esencia greco-liberal de su origen, abandonando el área de las costumbres, los derechos y las valoraciones sobre los actos de los demás, recuperando su esencia filosófica y su característica individual. El concepto "moralis", por el contrario, se alejó hace muchos siglos ya del ámbito de la discusión filosófica para acomodarse en el ámbito del dogma.
Podemos ponerle calificativos al "ethikos"? Pensemos en algo banal: sólo el concepto de "Educación en la Ética" esconde en sí mismo un absurdo, pues absurdo es creer que hay "una ética" susceptible de ser enseñada. Si sólo existiese una "ética", las clases de ética terminarían siendo un sermón repetitivo de conceptos inamovibles. Un sermón secular (o laico, como prefieran), pero un sermón al fin y al cabo. Una nueva "moral".
Para la mayoría de nosotros es extraño (para algunos, a lo que se ve impensable), que la "Ética" ha de ser concebida desde la pluralidad, que efectivamente existen "éticas" y que la "ética", ad absolutum, sólo desde esa percepción de la pluralidad conserva su caracter ético. Parece como si, presos de la concepción cristiano-platónica de verdad absoluta, fuésemos incapaces de pensar en otra cosa que no sea "una ética". Y si existen varias éticas, todas ellas posibles sujetos de discusión filosófica, hay alguna que sea mejor que otra?
En el transcurso de una discusión motivada por diferentes formas de entender la ética llegamos casi siempre a ese momento fascinante en el que las argumentaciones son tan absolutamente fundamentales, el tono tan elevado, que la única solución es callar esperando que calme la tempestad. Son esos momentos en los que ya se han lanzado las mejores flechas, los mejores argumentos, donde hemos colocado todo en su justo punto argumentativo, hemos plausibilizado y dado credibilidad a nuestras palabras e ideas, los contrahentes han mostrado con claridad su núcleo etico, nos sorprendemos sudando y con la respiración entrecortada para darnos cuenta de que lo hemos dado todo, pero no hemos alcanzado nada. Es el momento en que se da una pausa a la discusión para regresar al propio centro, a la esencia de uno mismo, para, al menos, conseguir un reconocimiento mutuo de las posturas encontradas. Para ahorrarnos el bochorno de una derrota más figurada que real. Callamos.
Es un empate. Pero quién se da hoy por satisfecho con un empate? Nos han enseñado que en democracia las situaciones de indecisión, de empate, son situaciones de derrota, de incapacidad para actuar. Votamos? Acudimos a una "instancia superior" que nos facilite la toma de decisiones?
Pero, es una discusión sobre ética comparable a una disputa legal? Comparable a una disputa moral? Es necesaria una instancia suprema que conceda la razón a uno de los contrahentes, antes de que el elegido pueda dormir tranquilo con su laureado concepto ético? Y en general: por qué tenemos que estar de acuerdo? Por qué perdemos los nervios cuando alcanzamos situaciones en las que dos argumentos permanecen enfrentados sin que exista un criterio que nos permita decidirnos por uno u otro?
La diversidad de conceptos éticos que nos han regalado los últimos 2500 años no debe llevarnos a engaño. La mayoría son incapaces de prescindir, en mayor o menor medida, de ideas fuerza procedentes de la metafísica o la religión. Por lo general, y hasta principios el siglo XIX, la ética siempre se construye en referencia a una "Razón" enraizada en principios teo-metafísicos, a lo que los antiguos llamaban "logos" o "nuus". El Hombre toma parte de la deidad, de forma que si se cultiva, termina por comprender y representar las leyes del "Ser Supremo". La consecuencia es que durante muchos siglos se identificase "Razón" (actuar de forma razonable) con las buenas costumbres morales, se considerase la "educación en la razón" como mandamiento moral. Ocurre que la delimitación de lo que era "razonable" o no en el seno de una sociedad determinada, terminaba por depender siempre de quién tenía las riendas del poder.
Epicuro fué, sobre todo, quien en la antigüedad defendió de forma decidida la separación de los principios teosóficos y las acciones de las personas. Su sistema ético es puramente materialista. Para regular los actos de los individuos propone un sistema de contratos. La base ética de los contratos epicúreos es clara: "no perjudicar a otros y no autoperjudicarse".
Hay que esperar a Kant para observar de nuevo una separación drástica entre teosofía y ética. Según él, un decisión es ética desde el momento (y sólo entonces) en que es adoptada desde la argumentación razonada. Dios no es necesario.
Prácticamente al mismo tiempo postula Bentham su "Ética del Utilitarismo", midiendo el valor de las acciones en función del provecho que estas generan. Lo que nos produce placer y lo que nos desagrada se convierte en argumento clave. La meta es generar para el mayor número posible de personas el mayor grado de felicidad posible. Lejos de buscar sólo la propia felicidad, ha de perseguirse el bien común. Pues sólo desde la felicidad general puede el individuo alcanzar la propia.
El liberalismo se ha convertido en el núcleo ideológico de los sistemas democráticos occidentales. Postula la promoción de la tolerancia, el pluralismo y el respeto absoluto por la libertad de las personas. El aspecto economicista del liberalismo, defensor de la propiedad como uno de los elementos irrenunciables que caracterizan al hombre libre, lo convierte también en una "ideología" limitante de la acción del estado, que debe quedar reducida a garantizar el pleno desarrollo de los individuos en su libertad, propiedad y vida, eliminando cualquier traba al desarrollo de las mismas que no atente contra terceros.
Schopenhauer por el contrario propone una "Ética de la compasión". Si el mundo es el infierno y los hombres almas torturadas al tiempo que demonios de sí mismos, si todo en la vida es sufrimiento, todo acto encaminado a minimizar el sufrimiento es ético. Para actuar de forma ética se ha de tomar primero conciencia del sufrimiento del otro.
Nietzsche propone una "Ética del Desarrollo". Es la ética de la autosuperación para conseguir la perfección de la naturaleza humana.
Habermas introduce en los 80 el concepto de "Ética del Discurso". Según él, debemos limitarnos a la racionalidad formal, pues los principios alcanzados tras siglos de evolución social han perdido su carácter de obligatoriedad, siendo imposible solucionar conflictos en base a principios o autoridades heredados por la tradición. Actuar en función de determinados principios sólo por su carácter de tradición es para él, sólo una forma más de defensa de intereses particulares.
Los postmodernos franceses, como Lyotard o Derrida , son los más arduos enemigos de Habermas. Alcanzar un consenso según las normas del discurso habermanianas es unrealista y de dudoso carácter ético. Es imposible alcanzar la unanimidad y, en su defecto, siempre será el poder de los particiantes el que decida que norma se acepta y cual no. Proponen una "Ética de la Diferencia, de la Disensión".
Y éste que les ecribe, a quien acusan de relaitivismo ético, qué opina? Mucho queda escrito en la primera parte de esta "serie" y en los primeros párrafos de este artículo. Éste que les escribe se esfuerza por diferenciar "ethikos" de "moralis". Éste que les escribe está convencido de que el hombre, en tanto que individuo irrepetible (en sí mismo y en su circunstancia social) jamás estará en disposición de autolimitar o limitar -en el sentido de definir de forma perfecta- la vida en común con otros individuos. No ha sido así en el pasado. Es inherente a nuestra condición humana. No existe una ética, del mismo modo que no existe una moral. El hombre, en su esfuerzo por autoreconocerse ético, evolucionará en función de lo aprendido, de las tradiciones y de la contínua confrontación con la realidad. Proceso éste durante el que terminará por cristalizar en una ética que le permita convivir en un grupo (sociedad) de afines, con perfecto derecho a defender su forma de entender la ética dentro de ese grupo. Se trata de reconocer por la vía de la lógica y la razón que ninguno de los ideales que se porponen tiene valor por sí mismo y asépticamente alejado de las demás propuestas; también humanas, no lo olvidemos.
Éste que les escribe está convencido de lo catastrófico que resulta dejar de considerar los ideales éticos de los otros empeñado sólamente en la defensa de los propios. Eso se lo dejo a los fanáticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario