Vendiendo la vida a plazos
Por Inmaculada Sánchez Ramos
No, no, fue la primera vez que nos chantajeaban vendiéndonos sus vidas a plazos. Sí, es cierto, antes que con Miguel Ángel, ya lo habían hecho, con José María Ryan, jefe de la central nuclear de Lemóniz y con Alberto Martín Barrios Capitán de farmacia.
Y Siempre con el mismo único resultado posible, la muerte del mártir. Pero, ¿qué pasó?, ¿qué aconteció diferente?, ¿Por qué en “Ermua” los españoles salimos a la calle como un solo hombre?.
Teníamos impresa en nuestras retinas como marca indeleble la inhumana imagen del rostro de otro hombre. El rostro de aquel al que también ETA le había robado grandes retazos de su vida, deshilachándosela y convirtiéndosela en un guiñapo. La imagen viviente de la tortura.
Tan sólo unos días antes, Ortega se nos presentaba ante nuestros ojos con la mirada desvaída y pérdida, mejillas macilentas, cuerpo cadavérico y sobre todo ánimo ajado por el dolor, la desmesura y la barbarie. Tan solo unos días antes, Ortega se nos presentaba ante nosotros como la imagen de un hombre saliente de Auschwitz o Dachau. Tan solo unos días antes, Ortega, su rostro y su cuerpo, nos interpelaba y nos pedía que no fuéramos cómplices, por omisión, de sus torturadores como, en su momento, lo fue el pueblo alemán.
Y a Miguel Ángel lo secuestraron, y aún no habíamos tenido el tiempo suficiente como para encallecer el alma y acallar nuestra conciencia con excusas revestidas de caridad. Y ocurrió y ¡por fin!... nos sacudimos, ante tanta ignominia, el miedo, miedo a granel, miedo acumulado a lo largo de años y que se estaba diluyendo en un puñado de patéticas horas, en un manojo de ácidos y acres segundos que transcurrían con aplastante lentitud pesando como una mole sobre el corazón de todos los españoles.
Y nos lanzamos a la calle, no sólo para salvar la vida a Miguel Ángel, sino para no permitir que nos amenazaran a todos, para no permitir que unos pocos dictadores tuvieran a todo un pueblo sumiso bajo su yugo opresor, tuviera a toda la nación de rodillas ante el fanatismo en estado puro.
Las familias de Miguel Ángel y Ortega nos dieron la extraordinaria lección de comprender que no se puede caer en el chantaje, y eso que hablamos de sus seres queridos. Las familias de Miguel Ángel y Ortega nos dieron la generosa lección de poner la victimas expiatorias y no caer en el victimismo.
Siempre, me ha resultado muy chocante el hecho de que sean, precisamente, la mayoría de las familias las que admitan la no cesión ante la amenaza, aún cuando ponen la victima y todos hubiéramos entendido –aunque no compartido- que, ante el sufrimiento de su familiar, clamaran por la cesión; y, sin embargo, son algunos gobernantes, a los que no les une ningún lazo personal, los que aparentando tener más aprecio por los sufrimientos y la vida de las victimas que sus propios familiares, claman por la cesión. O… no serán complicidades revestidas de caridad. ¿No les resulta “curioso”?.
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