sábado, julio 07, 2007

Tenemos un problema...

Por Germont

... y la solución desde luego no está en Houston. Ni probablemente en Madrid. El día 2 de julio se podían encontrar en la prensa estas tres noticias:

1. La normativa medioambiental «asfixia» a las pequeñas y medianas empresas en Cataluña. Muchas optan por crecer fuera de su comunidad para eludir la presión de la legislación y las numerosas trabas administrativas. Según datos facilitados por Pimec, el 6% de las pymes industriales que operan en Cataluña, -un total de 1.200- eligen otros territorios donde poder desarrollar sus proyectos sin tener que soportar la presión de esta normativa, «mucho mayor que la vigente en el resto de comunidades y en la Unión Europea».

2. Joan Rosell (Fomento) denuncia que Cataluña no forma el perfil de estudiantes que el mercado reclama. "El gran déficit, el gran problema del país es la educación. Lo tenemos que decir claro y rotundo. La educación no funciona. No sale lo que el mercado pide. Cada año en Cataluña hay unas 60.000 personas que hacen FP y 230.000 universitarios. Estamos haciendo muchísimos generales y pocos tenientes y sargentos".

3. Catalunya pierde 13.200 empleos cualificados en 2006. la economía catalana cerró el año creciendo y creando empleo, pero no fue capaz de crear puestos de trabajo cualificados, que requieren estudios universitarios o FP tercer grado, y ni siquiera de mantener los ya existentes. La situación de Cataluña destaca en el conjunto de España, donde se crearon 201.050 empleos de alto nivel en 2006, con un alza del 4,1%.

Una vez más podemos optar por llorar lo desdichados que somos, o volver la vista buscando un culpable cómodo a 600 kilómetros, o empeñarnos en mantener que nuestro modelo funciona y que es el resto del mundo el que está equivocado, o suspirar por la llegada intacta de un estatuto panacea que sin duda resolverá nuestros males presentes y futuros. Puede que los políticos consideren que justifican su sueldo con ello. Pero quienes estamos en contacto con la realidad cotidiana de la empresa desde las asociaciones patronales o las cámaras de comercio no podemos aceptar sin más estas escapatorias, que no son más que lo que en catalán llamamos “fugir d’estudi”.

Tenemos problemas, serios y profundos, que ponen en cuestión el modelo social, económico y educativo de Cataluña. De la misma manera que cuando las cosas van bien los gobernantes son los primeros en sacar pecho para colgarse las medallas, cuando las fuerzas flaquean se esperan de ellos actuaciones decididas. Más que encorsetar hay que incentivar; más que regular hay que liberalizar; más que vigilar a los empresarios como peligrosos seres antisociales hay que tratarlos como generadores de riqueza; más que intervenir hay que motivar; más que limitar hay que despejar. Y más que castigar con fiscalidades y burocracias kafkianas, hay que premiar a quienes crean empleo y hacen funcionar día a día el país. Y no hay mejor premio para un empresario que el reconocimiento de su labor, el respeto para su legítimo beneficio, y el apoyo para seguir creciendo.

Los árboles y el bosque

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