Se permite pensar en español
En el Retablo de las Maravillas que colocó Zapatero en el debate sobre el estado de la Nación figuraba un programa intitulado "Pensar en español", que su Gobierno tiene intención de desarrollar no en el territorio nacional, sino en el espacio exterior. Esto es así, según lo dijo el presidente, pues su propósito es que el español sea "una de las lenguas en las que en todo el universo no sólo se hable, sino también se piense". El universo es enorme y queda mucho por hacer ahí, en especial porque no tenemos noticia de que fuera de este planeta, en el resto del cosmos, se hable y se piense. Claro que tampoco sabíamos con certeza que se podía hablar sin pensar hasta que se lo hemos escuchado a Zapatero. Mejor dicho, hasta que le hemos oído durante estos tres años largos. Tanto él como su equipo de gobierno han venido dando muestras de una inquietante descoordinación o discontinuidad entre lenguaje y pensamiento y, en rigor, deberían ser ellos los primeros a los que se aplique el tal programa.
Bien mirado, es natural que este Gobierno haya decidido promover el español en el extranjero como "lengua de pensamiento", toda vez que en España no hace falta. Ya hay ámbitos donde ésa es la única forma de existencia del idioma común, y de seguir las cosas su curso actual, acabará relegado a ese espacio privadísimo que es la mente de cada uno en buena parte del territorio. Ahora mismo, hay lugares y ocasiones en que no está permitido hablar ni escribir en español, y ello aunque el sujeto piense en ese idioma. Estas restricciones que pesan sobre la expresión en español y que convertirán al idioma oficial en idioma exclusivamente de pensamiento –y gracias– , afectan cada vez a un mayor número de personas. Pues mientras Zapatero difunde el español por el mundo adelante y próximamente por el universo entero, resulta que en España se reduce y se veta el uso del idioma que el presidente llamó "nuestro principal activo cultural". Y ese maltrato del gran activo de España en la propia España cuenta siempre con la entusiasta colaboración de su partido socialista.
Hay comunidades autónomas donde el español se imparte en la enseñanza como una lengua extranjera y menor, y centros donde se impide a los alumnos que lo hablen durante el recreo. En Galicia acaba de aprobarse un decreto que relegará el español a asignaturas como Educación Física y Música. Y todo el que desea aprender, hablar o escribir en español es denostado y atacado con los peores epítetos; también, cuando no primordialmente, por los dirigentes socialistas. El PSOE de Zapatero se ha entregado sin rebozo al nacionalismo y, como él, a la persecución del español, que es la expresión de un odio a un "otro" imaginario, de una xenofobia que discrimina en función de la lengua y en la que late la pulsión de la tribu enfrentada a la sociedad abierta. El idioma común que tanto elogiaba Rodríguez en su discurso es cada día menos común en España. Y no por un azar, sino por una voluntad. De poder, ante todo.
El presidente dice que quiere llevar el español al exterior, pero de garantizar el derecho a conocerlo y a usarlo en España, ni palabra ni pensamiento. Y aún habrá que celebrar que aunque se prohíba hablarlo, se permita pensar en español siempre que se haga con discreción y cuidado.
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