Ni actas, ni sello, ni rúbrica
Por Jesús Salamanca
A estas alturas del mal llamado “proceso de paz” cada uno puede pensar cuanto le plazca, en lo que se refiere a las informaciones procedentes de uno y otro bando. GARA ha publicado el desarrollo de las conversaciones y, tal y como lo expone, ETA fue marcando la hoja de ruta a los negociadores enviados por el Gobierno Rodríguez. Y no solo la hoja de ruta, sino que elaboró algunas de las intervenciones del presidente. Recuérdese aquel comunicado hecho en el pasillo del Congreso de los Diputados, cuando debió hacerlo en la propia Cámara; aunque la gravedad hubiera sido mayor. Es más, según GARA sí existen actas-informe de cada una de las reuniones y buena muestra de ello es la reciente información que ha aportado, donde se advierte claridad, precisión y fecha de lo sucedido.
Si nos situamos en el otro lado, hay que hacer caso al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, cuando niega que existan actas de los encuentros entre el Gobierno y la banda terrorista ETA. Es evidente que si lo que cuenta es cierto, el Partido Popular habría hecho el ridículo más espantoso al pedir las actas de los citados encuentros. Pero llegados a este punto, y en la cuestión concreta de las actas, el ministro carece de credibilidad para el principal partido de la oposición y para buena parte de la ciudadanía.
Existen muchos motivos para desconfiar: con los GAL lo negó todo hasta el último momento y hubiera jurado la inexistencia de si mismo, si ello hubiera sido preciso para salvar la cara; también, durante los debates de la LOGSE, ‘atropelló’ cuanto pudo a las organizaciones sindicales del sector de la enseñanza; su carita de ‘cordero degollado’ en temas de calado es una pose estudiada para incitar a la credibilidad que hace tiempo perdió para quienes le conocemos.
Esta última apreciación, y su cara de inocente, la hemos vuelto a ver cuando ha asegurado que no existe “ni un fedatario, ni un sello, ni una rúbrica”. Pero, hombre, don Alfredo, seguramente nadie ha pensado que las actas podrían llevar el sello del Ministerio del Interior, del PSOE o de alguno de los departamentos ministeriales. Además de una insensatez sería una torpeza y, aunque el presidente ha demostrado que está asesorado por algún que otro insensato, estoy convencido que no llegan a ese nivel de vulgaridad. En este sentido esté usted tranquilo, salvo que alguno se le haya ‘echado al monte’ de forma silenciosa.
Hay un dato preciso en el que el ministro del Interior ha querido hacer incidencia y es que, según él, el llamado “proceso de paz” apenas duró. Ha dicho que “se truncó no muy lejos del alto el fuego”. Sospecho que duró desde el 24 de marzo de 2006 hasta el 30 de diciembre del mismo año. Es imposible cuadrar otros datos; pero hoy se sabe que, tras los sucesos de Barajas, el presidente Rodríguez permitió que siguiera habiendo encuentros entre representantes del Gobierno y ETA, a pesar de haber dicho ante las cámaras de televisión que se rompía todo contacto con la banda. Ni cuadra lo que pretende explicar Rubalcaba ni cuadra la realidad para quienes seguimos de cerca el mal llamado “proceso de paz”. ¿Qué ha querido ocultar Rubalcaba con esas declaraciones a destiempo? ¿Qué le han soplado respecto a las revelaciones que va a hacer GARA en los próximos días? ¿Detrás del presunto engaño ministerial están los preparativos de nuevas elecciones en Navarra?
Jesús Salamanca Alonso
Si nos situamos en el otro lado, hay que hacer caso al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, cuando niega que existan actas de los encuentros entre el Gobierno y la banda terrorista ETA. Es evidente que si lo que cuenta es cierto, el Partido Popular habría hecho el ridículo más espantoso al pedir las actas de los citados encuentros. Pero llegados a este punto, y en la cuestión concreta de las actas, el ministro carece de credibilidad para el principal partido de la oposición y para buena parte de la ciudadanía.
Existen muchos motivos para desconfiar: con los GAL lo negó todo hasta el último momento y hubiera jurado la inexistencia de si mismo, si ello hubiera sido preciso para salvar la cara; también, durante los debates de la LOGSE, ‘atropelló’ cuanto pudo a las organizaciones sindicales del sector de la enseñanza; su carita de ‘cordero degollado’ en temas de calado es una pose estudiada para incitar a la credibilidad que hace tiempo perdió para quienes le conocemos.
Esta última apreciación, y su cara de inocente, la hemos vuelto a ver cuando ha asegurado que no existe “ni un fedatario, ni un sello, ni una rúbrica”. Pero, hombre, don Alfredo, seguramente nadie ha pensado que las actas podrían llevar el sello del Ministerio del Interior, del PSOE o de alguno de los departamentos ministeriales. Además de una insensatez sería una torpeza y, aunque el presidente ha demostrado que está asesorado por algún que otro insensato, estoy convencido que no llegan a ese nivel de vulgaridad. En este sentido esté usted tranquilo, salvo que alguno se le haya ‘echado al monte’ de forma silenciosa.
Hay un dato preciso en el que el ministro del Interior ha querido hacer incidencia y es que, según él, el llamado “proceso de paz” apenas duró. Ha dicho que “se truncó no muy lejos del alto el fuego”. Sospecho que duró desde el 24 de marzo de 2006 hasta el 30 de diciembre del mismo año. Es imposible cuadrar otros datos; pero hoy se sabe que, tras los sucesos de Barajas, el presidente Rodríguez permitió que siguiera habiendo encuentros entre representantes del Gobierno y ETA, a pesar de haber dicho ante las cámaras de televisión que se rompía todo contacto con la banda. Ni cuadra lo que pretende explicar Rubalcaba ni cuadra la realidad para quienes seguimos de cerca el mal llamado “proceso de paz”. ¿Qué ha querido ocultar Rubalcaba con esas declaraciones a destiempo? ¿Qué le han soplado respecto a las revelaciones que va a hacer GARA en los próximos días? ¿Detrás del presunto engaño ministerial están los preparativos de nuevas elecciones en Navarra?
Jesús Salamanca Alonso
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