Cuidado con los 1.500 euros
Por Antonio Jaumandreu
Es curiosa la política. Me apuesto lo que quieran a que a Zapatero puede acabar haciéndole mucho más daño la disposición a pagar 1.500 euros mensuales durante diez años a los ex terroristas, que su idéntica disponibilidad a reconocer el derecho de autodeterminación de los vascos (y las vascas) y la territorialidad, entendiendo como tal la concepción de Navarra, Euskadi y el País Vasco francés como un todo a efectos políticos.
Tenemos que irnos acostumbrando a lidiar con lo que tenemos. El electorado español es como es, y nunca se ha mostrado especialmente sensible a grandes enunciados como el estado de derecho, el imperio de la ley, la dignidad, el honor, los principios. Podrían ser útiles, sí, en boca de algún líder carismático que supiese trasmitir de forma creíble ese mensaje. Pero no disponemos de ningún Churchill, no nos engañemos. De este modo, es verosímil lo que en otro país civilizado resultaría increíble: que todo un ministro de Justicia diga que el pueblo español no quiere conocer pormenores del llamado proceso de paz, sino que lo único que desea es atisbar la luz al final del túnel.
Pero llegamos a la prosaica realidad, al momento en que el glorioso concepto de paz choca con el duro suelo tras elevarse cual pompa de jabón en boca de nuestro presidente. ¿Está dispuesto el ciudadano español a que a unos asesinos se les mantenga durante diez años a razón de 1.500 euros mensuales? Las viudas con sus irrisorias prestaciones; los jubilados; los autónomos; los mileuristas; los que perciben el salario mínimo interprofesional que ese mismo gobierno sitúa en un 40 % de esa cifra; los asalariados que se rigen por convenios colectivos que ni por asomo alcanzan esa retribución; los que perciben una pensión de invalidez; los que cobran prestaciones no contributivas,... ¿Cómo van a ver todos estos colectivos el esfuerzo económico, que además saldrá de sus, de nuestros, propios impuestos, para mantener a un millar de terroristas?
Esto es fácil de entender, no hay que marearse navegando sobre grandes principios si no se quiere. ¿Por qué no pagar un sueldo al “Solitario” para que deje de matar y atracar? O a las mafias del este de Europa. Si ésa es la solución, funcionará con cualquier tipo de delincuente, porque si no sólo caben dos interpretaciones. Una, que el Estado ha llegado a la conclusión de que puede vencer al “Solitario”, pero no a ETA. Dos, que el gobierno prefiere no derrotar a ETA, por alguna razón. Quédense con la que prefieran, pero lo único claro es que nuestro presidente, al parecer, se proponía mantener a los terroristas durante diez años. Ah, y no olviden fijarse en las vías alternativas que sin duda aparecerán, como ese sospechosísimo nombramiento de varios miles de profesores de euskera para la nueva fase de inmersión, o el no menos llamativo reconocimiento de cotizaciones para quienes hubiesen enseñado clandestinamente el vascuence durante el franquismo. Desengáñense: todo sale de nuestros impuestos. ¿Estamos dispuestos?
Antonio Jaumandreu
Los árboles y el bosque
Tenemos que irnos acostumbrando a lidiar con lo que tenemos. El electorado español es como es, y nunca se ha mostrado especialmente sensible a grandes enunciados como el estado de derecho, el imperio de la ley, la dignidad, el honor, los principios. Podrían ser útiles, sí, en boca de algún líder carismático que supiese trasmitir de forma creíble ese mensaje. Pero no disponemos de ningún Churchill, no nos engañemos. De este modo, es verosímil lo que en otro país civilizado resultaría increíble: que todo un ministro de Justicia diga que el pueblo español no quiere conocer pormenores del llamado proceso de paz, sino que lo único que desea es atisbar la luz al final del túnel.
Pero llegamos a la prosaica realidad, al momento en que el glorioso concepto de paz choca con el duro suelo tras elevarse cual pompa de jabón en boca de nuestro presidente. ¿Está dispuesto el ciudadano español a que a unos asesinos se les mantenga durante diez años a razón de 1.500 euros mensuales? Las viudas con sus irrisorias prestaciones; los jubilados; los autónomos; los mileuristas; los que perciben el salario mínimo interprofesional que ese mismo gobierno sitúa en un 40 % de esa cifra; los asalariados que se rigen por convenios colectivos que ni por asomo alcanzan esa retribución; los que perciben una pensión de invalidez; los que cobran prestaciones no contributivas,... ¿Cómo van a ver todos estos colectivos el esfuerzo económico, que además saldrá de sus, de nuestros, propios impuestos, para mantener a un millar de terroristas?
Esto es fácil de entender, no hay que marearse navegando sobre grandes principios si no se quiere. ¿Por qué no pagar un sueldo al “Solitario” para que deje de matar y atracar? O a las mafias del este de Europa. Si ésa es la solución, funcionará con cualquier tipo de delincuente, porque si no sólo caben dos interpretaciones. Una, que el Estado ha llegado a la conclusión de que puede vencer al “Solitario”, pero no a ETA. Dos, que el gobierno prefiere no derrotar a ETA, por alguna razón. Quédense con la que prefieran, pero lo único claro es que nuestro presidente, al parecer, se proponía mantener a los terroristas durante diez años. Ah, y no olviden fijarse en las vías alternativas que sin duda aparecerán, como ese sospechosísimo nombramiento de varios miles de profesores de euskera para la nueva fase de inmersión, o el no menos llamativo reconocimiento de cotizaciones para quienes hubiesen enseñado clandestinamente el vascuence durante el franquismo. Desengáñense: todo sale de nuestros impuestos. ¿Estamos dispuestos?
Antonio Jaumandreu
Los árboles y el bosque
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