Unió Mallorquina, S.A.
Por Germont
Cinco partidos y una empresa desbancan al Partido Popular del Gobierno de las Baleares.
Que la democracia pierde crédito a cada día que pasa en países como el nuestro no es nada nuevo. Ni sorprendente, a la luz de lo que estamos viendo. Si hubiese que buscar un ejemplo perfecto de las distorsiones que producen los regímenes parlamentarios imperfectos, lo sucedido en Baleares tras las últimas elecciones autonómicas constituiría el paradigma. Conviene perder un minuto repasando los números:
- Un partido, el Popular, obtiene más del 46 % de los sufragios, y se queda a un escaño de la mayoría absoluta. Este resultado en votos (que no en escaños) constituye al parecer el mejor de su historia reciente, con un incremento desde los anteriores comicios tanto en papeletas como en porcentaje.
- A mucha distancia, casi 80.000 votos y 9 puntos menos, le sigue el Partido Socialista.
- Una amalgama de partidos izquierdistas, ecologistas y nacionalistas, en total representados por nada menos que seis siglas diferentes, sacan 12 escaños. Suman unos 60.000 votos.
- Unió Mallorquina pierde 3.700 votos, en torno al 13 % de los que tenía, y con una séptima parte de los votos que tiene el Partido Popular, tiene la llave para dar el poder al partido ampliamente mayoritario, o a la suma de todos los demás.
Pues bien: el Partido Socialista obtendrá la presidencia de la Comunidad, respaldado (es un decir) por una mezcolanza indescifrable que engloba desde Unió Mallorquina hasta los comunistas, pasando, asómbrense, por Esquerra Republicana de Catalunya.
Aclaremos que Unió Mallorquina no es un partido político: es una empresa. Hay quien monta una fábrica de zapatos, un bar o una tienda de calcetines. María Antonia Munar montó un partido político, que aprovechando los mecanismos de la ley electoral, le permite, siendo la cuarta formación política, ser siempre decisiva. El objeto social de esta empresa es conseguir para sus afiliados y dirigentes la máxima rentabilidad de los votos obtenidos. Rentabilidad en cargos, en poder, en partidas de presupuesto manejadas. Unió Mallorquina no tiene ideología alguna, más que el poder por el poder, bajo cualquier bandera. Y lo digo ahora igual que lo diría si diese su apoyo al PP. Ahora bien, asumido el carácter mercantilista de ese pseudopartido, cabría exigirle como mínimo un cierto respeto por las tendencias que marcan los resultados electorales. No es así: simplemente la oferta de la izquierda ha sido más alta. Más cargos, más relumbrón, más dinero. ¿Qué eso sume a las Baleares en el inicio de un caos previsible, y en el principio de una decadencia no menos predecible? Qué más da. La cuenta de resultados de la empresa es lo único que cuenta.
Pero no es María Antonia Munar la única, ni siquiera la principal culpable. La decisión última de que se llegue a formar un gobierno con seis partidos, que entre todos sacan tres escaños más, tres, que el Partido Popular (salen a un promedio de cinco escaños por partido) se toma en Ferraz, y posiblemente en Moncloa. La responsabilidad de que se produzca algo tan grotesco como que Esquerra Republicana de Cataluña gobierne en Baleares (vamos, como si el Partido Nacionalista Vasco gobernase en Galicia) incumbe, por supuesto, a Zapatero, que avanza con pie firme y sin escrúpulo alguno en el que es su único proyecto político claro: laminar al Partido Popular, asfixiarlo económicamente y eliminar del panorama político español cualquier alternativa que no sea de izquierdas. A cualquier precio, y nunca mejor dicho. Pero el caso es que avanza, no lo pierdan de vista.
Los árboles y el bosque
Que la democracia pierde crédito a cada día que pasa en países como el nuestro no es nada nuevo. Ni sorprendente, a la luz de lo que estamos viendo. Si hubiese que buscar un ejemplo perfecto de las distorsiones que producen los regímenes parlamentarios imperfectos, lo sucedido en Baleares tras las últimas elecciones autonómicas constituiría el paradigma. Conviene perder un minuto repasando los números:
- Un partido, el Popular, obtiene más del 46 % de los sufragios, y se queda a un escaño de la mayoría absoluta. Este resultado en votos (que no en escaños) constituye al parecer el mejor de su historia reciente, con un incremento desde los anteriores comicios tanto en papeletas como en porcentaje.
- A mucha distancia, casi 80.000 votos y 9 puntos menos, le sigue el Partido Socialista.
- Una amalgama de partidos izquierdistas, ecologistas y nacionalistas, en total representados por nada menos que seis siglas diferentes, sacan 12 escaños. Suman unos 60.000 votos.
- Unió Mallorquina pierde 3.700 votos, en torno al 13 % de los que tenía, y con una séptima parte de los votos que tiene el Partido Popular, tiene la llave para dar el poder al partido ampliamente mayoritario, o a la suma de todos los demás.
Pues bien: el Partido Socialista obtendrá la presidencia de la Comunidad, respaldado (es un decir) por una mezcolanza indescifrable que engloba desde Unió Mallorquina hasta los comunistas, pasando, asómbrense, por Esquerra Republicana de Catalunya.
Aclaremos que Unió Mallorquina no es un partido político: es una empresa. Hay quien monta una fábrica de zapatos, un bar o una tienda de calcetines. María Antonia Munar montó un partido político, que aprovechando los mecanismos de la ley electoral, le permite, siendo la cuarta formación política, ser siempre decisiva. El objeto social de esta empresa es conseguir para sus afiliados y dirigentes la máxima rentabilidad de los votos obtenidos. Rentabilidad en cargos, en poder, en partidas de presupuesto manejadas. Unió Mallorquina no tiene ideología alguna, más que el poder por el poder, bajo cualquier bandera. Y lo digo ahora igual que lo diría si diese su apoyo al PP. Ahora bien, asumido el carácter mercantilista de ese pseudopartido, cabría exigirle como mínimo un cierto respeto por las tendencias que marcan los resultados electorales. No es así: simplemente la oferta de la izquierda ha sido más alta. Más cargos, más relumbrón, más dinero. ¿Qué eso sume a las Baleares en el inicio de un caos previsible, y en el principio de una decadencia no menos predecible? Qué más da. La cuenta de resultados de la empresa es lo único que cuenta.
Pero no es María Antonia Munar la única, ni siquiera la principal culpable. La decisión última de que se llegue a formar un gobierno con seis partidos, que entre todos sacan tres escaños más, tres, que el Partido Popular (salen a un promedio de cinco escaños por partido) se toma en Ferraz, y posiblemente en Moncloa. La responsabilidad de que se produzca algo tan grotesco como que Esquerra Republicana de Cataluña gobierne en Baleares (vamos, como si el Partido Nacionalista Vasco gobernase en Galicia) incumbe, por supuesto, a Zapatero, que avanza con pie firme y sin escrúpulo alguno en el que es su único proyecto político claro: laminar al Partido Popular, asfixiarlo económicamente y eliminar del panorama político español cualquier alternativa que no sea de izquierdas. A cualquier precio, y nunca mejor dicho. Pero el caso es que avanza, no lo pierdan de vista.
Los árboles y el bosque
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