jueves, junio 07, 2007

G8

Por Reme Falaguera

Durante tres días y tres noches, los líderes de los ocho países más poderosos del mundo (G-8), apartados del mundanal ruido- salvo el leve murmullo de cientos de manifestantes bien controlados- y gozando de las exquisiteces culinarias preparadas para la ocasión,trataran de resolver no solo las economías del mundo mundial, sino que tendrán el futuro de nuestras vidas en sus manos.

Por lo tanto, no podemos ni debemos olvidarnos que además de tratar los problemas del cambio climático y los efectos que este produce en las políticas energéticas y sanitarias, hay un asunto prioritario, al que tendrán que hacer frente por ser un tema de vital importancia para muchos de nosotros: las ayudas necesarias con las que paliar la pobreza en “las poblaciones más necesitadas, sobre todo las del continente africano".

A este respecto, me gustaría recordar el constante llamamiento de Benedicto XVI al canciller de la República Federal Alemana, Ángela Merkel, presidente de turno de la Unión Europea y del G8, de que la ayuda a África “No se trata de una tarea extraordinaria o de concesiones que podrían ser postergadas a causa de apremiantes intereses nacionales Se da más bien un grave e incondicional deber moral, basado en la pertenencia común a la familia humana, así como en la común dignidad y destino de los países pobres y ricos, que en el proceso de globalización se desarrollan de una manera cada vez más íntimamente ligada”

Además de la posible cancelación de la deuda exterior de estos paises, el programa a corto plazo de una educación primaria para todos y la investigación de medicinas para paliar la malaria, el sida o la tuberculosis , Benedicto XVI recuerda que “la comunidad internacional tiene que seguir trabajando por una reducción significativa del comercio de armas, legal o ilegal, del tráfico ilegal de materias primas preciosas y de la fuga de capitales de los países pobres, y tiene que comprometerse en la eliminación tanto de prácticas de reciclaje de dinero sucio como de la corrupción de los funcionarios en los países pobres”.

No crean ustedes que es una exigencia del Santo Padre, no. Es un ruego del humilde al poderoso que implora y promete que “los fieles católicos – junto a otras Iglesias cristianas, grupos religiosos y organizaciones civiles- están dispuestos a ofrecer su propia contribución a estos esfuerzos y apoyan de manera solidaria su compromiso”… esperando que se produzca.

Remedios Falaguera

Mujeres del Siglo XXI

Debate21

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