viernes, junio 08, 2007

Ellos y nosotros, de una vez.

Por Juan Granados


Sin perjuicio de seguir proponiendo un referéndum en el país vasco –que deslegitime aún más a ETA, o mida menos equívocamente el alcance de su influencia-, la agenda marca denuedo, firmeza, confianza en los medios lícitos de lucha. Como observaba Karl Menger, “aquellos pueblos que más pobres son en bienes reales suelen ser también los más ricos en bienes imaginarios”. Quédense estas personas con su raza y su catecismo sangriento. Nuestra ventaja absoluta sobre semejantes energúmenos clánicos, aupados a sanguijuelas del orden abierto, está en no parecernos a ellos. Nosotros tenemos tantos fines como personas. Ellos tienen miles de personas con un solo fin, que además de único resulta ser miserable.

El clan y la secta Antonio Escohotado, 2003

Guardo desde hace tiempo un artículo del diario coruñés La Opinión (16/02/07) en el que se evidencia uno de los aspectos más onerosos de nuestra actual ordenación constitucional. Me refiero al delirante asunto de la desigualdad fiscal de los españoles. Así, en el estudio que propone el tabloide, se analiza un ejemplo-tipo de transmisión patrimonial por herencia de padres a hijos, del que se extrae que mientras un gallego pagaría al fisco la friolera de 6.515 € por obtener del estado trasferido el derecho a disfrutar la vivienda que ya habitaba, un castellano barra leonés cotizaría por lo mismo 9 € y un vasco, naturalmente, nada. Datos que no por sabidos dejan de resultar intolerables. Esta cosa tan española del privilegio, o sea dominio de la ley privada, está tan asumida y extendida que ha salpicado todo nuestro sistema legal desde, al menos, la baja edad media.

Los tejemanejes del Emperador Carlos V para mantener en obediencia a Guipúzcoa y al señorío de Vizcaya, declarando que la sangre de sus habitantes era hidalga y sin mezcla (Real Cédula otorgada el 13 de junio de 1527) devinieron en el andar del tiempo en aquella absurda confirmación, casi “canonización” de la hidalguía universal vasca en las Reales Cédulas expedidas por Felipe III (3 de febrero de 1608 y 4 de junio de 1610). De entonces aquí, carlistada, constitución del 78 y sistema autonómico incluido, resulta que andamos todos con la urgencia del privilegio, al grito de tonto el último, tratando de ver qué comunidad obtiene más prebendas sobre las demás, cautivando así, de paso, el voto de su rendida población.

Pero nadie como los vascos para esto, con más privilegios en la alforja que cualquier cristiano, sus políticos nacionalistas, o sea, todos menos el PP, siguen impenitentes afeándonos la conducta; recordándonos cada día que están aquí de favor y depende hasta cuando; al tiempo, hoy vuelven a mostrarnos sus perros rabiosos por si alguno se despista en humillar, asentir y pagar por la paz perpetua.

Vista así la cosa de los presuntos derechos de cuna, Rh y demás consideraciones filonazis , me pregunto cada día ¿Y quién, maldita sea, les ha dicho a la celebrada “mayoría nacionalista vasca” que al común nos parece una buena idea compartir solar patrio con ellos, pagando además con sangre los excesos de su chulesca factura? ¿Para cuando un referéndum liberador, que los conduzca directamente y lo antes posible a la Disneylandia de Ibarretxe, donde el divino Lehendakari, siempre leal con la democracia, podrá discutir ab aeternum sobre derechos humanos y dejuanas con los psicópatas, presuntos descendientes de Noé, que le van a gobernar, aunque él, pobre, parezca todavía ignorarlo? ¿De qué sirve aguantar semejante oprobio secular? ¿Tiene ya algún sentido?

Habrá, desde luego, quien, como Zapatero, disfrute practicando la moral del esclavo consentidor, pero a algunos por aquí hace tiempo que se nos ha subido la mosca a la nariz. Y sí, como afirma la cantinela del aparato propagandístico del gobierno vasco, “Euskadi es increíble”, ya no nos cabe duda alguna.

Y sin embrago se mueve...

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