viernes, junio 08, 2007

Carta a Maruja Torres

Señora Torres,

tras haber leído su artículo “Maldades” en la edición de “El País” con fecha 07.06.2007, me permito dirigirme a su persona en un intento de hacerle llegar mi parecer, ignorante del valor que el mismo pueda tener para usted, pero movido por la imperiosa necesidad de comunicárselo.

Vaya por delante, es importante dejar claros los campos partidistas, que no soy miembro orgánico ni anorgánico del Partido Popular u otro partido político español. Quienes, conociéndome, por mí avalasen, tampoco pondrían su firma bajo un documento en el que se me calificara de simpatizante de alguna de las asociaciones políticas que asolan nuestro país. Se que parto en desventaja, Señora Torres, pues me va a faltar el aplauso discreto del corrillo afín, al que usted sin duda esta acostumbrada y que tan reconfortante resulta cuando de saltar al vacío de la opinión dada se trata.

Dice temer tanto “las bocazas opositoras” como a las “de la banda”, en alusión, supongo, al PP en el primer caso y ETA en el segundo. Temo que en el momento de escribir esas líneas confundió usted la imagen de “Iustitia” -la de la blanza- con la “Zeus” lanzando rayos. Es comprensible, pues imagino su indignación. Imagino su estado de ánimo tras haber comprendido, vía anuncio de fin de tregua, que todos los intentos de su idolatrado Rodríguez Zapatero por inmortalizarse como nuevo paladín de la “pax mundi” se veían truncados por obra de la incomprensión ignorante de unos cuantos fascistas que se niegan al martirio en manos de los tiranos filoetarras. Si esos fascistas hubiesen apoyado al “magnánimo”, ETA tendría hoy lo que quería y viviríamos en paz. ETA hubiese entregado las armas. En Euskadi reinaría la izquierda (el socialismo) nacionalista tras haber arrojado del poder (depurado) a los fascistas del PNV. No habría luchas ni tensiones. Edén. Cuántas veces no habrá puesto usted sobre la mesa, antres de escribir sus memorables artículos, la calculadora de la concordia: 40 millones en Edén a cambio de medio millón de hombres y mujeres desplazados, humillados, perseguidos. Cuántas veces no se habrá dicho a sí misma: “se lo merecen, después de todo se ahorrarían el desplazamiento, la humillación, la persecución y la amenaza renunciando a su tan manida condición de “españoles”, algo absolutamente secundario si pensamos en términos socialistas: el pueblo es lo que cuenta y no su nombre“. Su conciencia tranquila, la pluma firme.

Pánico. Usted me inspira pánico. No por sí misma -estoy seguro que carece del más minimo atisbo del arrojo necesario para aplicar la violencia por su mano - sino por la negación voluntaria de sí misma, en nombre de los ideales de otros, que proclama con cada línea que escribe. O debería decir acaso, al servicio bien pagado de los ideales de otros? Cuántos “hijos de puta” deberían morir, en su opinión, antes de que comenzase a recapacitar sobre la conveniencia del pesebre en el que retoza? Cuántas balas socialistas y bienintencionadas deberán alojarse en las nucas de los “hijos de puta” de bocaza opositora?

Ignoro si el PP se ha marcado como meta acabar con el socialismo. Lo que sí le pedo asegurar es mi más absoluta resolución en la lucha argumental contra cualquier forma de colectivismo, socialismo incluído. Ese socialismo desde el que usted, con absoluta impunidad, idólatra de la nada como mal menor, se arroga la capacidad de discernimiento entre el mal y el bien, lo justo y lo injusto. Ese socialismo que se enquista, al más mínimo roce con la libertad individual, formando un tumor idiotizante de todo aquél que quede dentro de su manto acusador, revistiéndolo de una supuesta superioridad moral, al tiempo que ignora “per se” el significado de “moral”. Ese socialismo que adormece las conciencias con promesas y discursos estólidos sobre solidaridad y pan para todos, escondite perfecto del vago, el enajenado y el incapaz. Ese socialismo que, derrotado ante la excelencia, se arroja a los brazos de la mediocridad y educa en la mediocridad. Ese socialismo igualitarista y de mínimos, donde el único esfuerzo exigible es el de mantenerse dentro del quiste.

Señora Torres, siempre que necesite un amante de la libertad que no tema ponerse enfrente, recuerde mi carta y llámeme. Le prometo no llevar más arma que las ideas de mi cabeza. Dos metros le serán suficientes para no morir a cabezazos de este “hijo de puta”.

Cordialmente,

Luis I. Gómez
Desde el exilio

No hay comentarios: