Desde mi trinchera liberal: MArina y el Espíritu Nacional
Entre otras cosas porque le va el sueldo en ello, José Antonio Marina ha convertido la asiganatura de Educación para la Ciudadanía en una batalla personal. Para ello, vale la manipulación, la confusión terminológica y la hipérbole retórica.
Marina quiere ganar su particular batalla con las mismas armas previstas en esa nueva versión de la formación del espíritu nacional que constituye el transfondo de la educación para la ciudadanía, y a la que él está contribuyendo esforzadamente. Una característica común a todos los regímenes totalitarios es precisamente la puesta en marcha de educaciones (más bien, adoctrinamientos) de ciudadanos. Decía Herbert Spencer que "El objeto de la educación es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos, y no para se gobernados por los demás.". Al revés lo está entendiendo Marina.
Para lograr que vayamos asimilando la injerencia del gobierno en cuestiones que no son de su competencia, Marina se ve obligado a negar derechos fundamentales que nos asisten como padres. Los padres, para Marina, no tenemos un derecho "absoluto" a educar a nuestros hijos. Tan rotunda y mal intencionada afirmación la justifica en la posibilidad de que un padre pueda educar a sus hijos en "contravalores". Es decir, confunde la posesión de un derecho con el posible mal uso del mismo. Pone Marina el ejemplo de unos padres nacis que puedan educar a sus hijos en la xenofobia o el racismo. Sabe muy bien que nombrar nacismo es oportuno para que automáticamente se bloquee el análisis crítico de muchos padres. Juega con la ventaja del que sabe explotar el corse de lo "políticamente correcto". Alertar del riesgo de padres nacis educando a sus hijos en semejante ideología es un salvoconducto muy eficaz para que comulguemos con ruedas de molino, además de desactivar muchas de las críticas que algunos pensarían hacer. Qué más quiere Marina que llamarnos nacis.
El argumento de Marina es que los padres pueden ser falibles como educadores, pero no así el Estado (mejor, el gobierno de turno), al que reviste de infabilidad moral. La autoridad ya no reside en los padres, sino en el Estado. ¿De verdad alguien se cree que el Estado es inmune al error?
El Señor Marina haría bien en trabajar, de verdad, por el bien de la sociedad. Convierta en opcional su asignatura concebida desde ideologías particulares y de sobras conocidas. Mientras tanto, usted a mis hijos no los toca.
1 comentario:
El ¿Sr.? Marinas es al ultimo ser humano en cuyas manos dejaría la educación de mis hijos.
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