lunes, mayo 14, 2007

A veces me gustaría ser progre.

Por Luis I. Gómez

Hay días en que me levanto de la cama con la sensación de que me complico la vida a mí mismo, que me autoflagelo a base de mantenerme firme en mis principios, consecuente en la autoexigencia de cumplir unos mínimos que me permitan regresar a mi cuarto, acabado el día, sin remordimientos. No les ocurre a ustedes lo mismo? Esos días me gustaría ser “progre”. Me gustaría tomar unas vacaciones de la realidad, lejos de cualquier agobio impuesto por el sentido de responsabilidad, reposar en la playa de los principios vacíos y bañarme en las aguas de los ideales biensonantes, políticamente correctos y decididamente alejados de cualquier cosa que tenga que ver con la vida real. Sería tan hermoso!

Cuánto me gustaría autoengañarme llamando al robo y la expropiación “redistribución social”, olvidando mi conciencia; cuánto me gustaría poder hacer un hueco en mi escala de valores culturales a la violación, la mutilación y la tortura de pueblos enteros simplemente por el hecho de producirse en un contexto cultural distinto pero equiparable al mío; cuánto me gustaría salir a la calle gritando “fascistas” y “asesinos” a quienes pretenden que esos “valores culturales” cambien algún día; cuánto me gustaría retozar en mi sofá mientras veo los vídeos de un asesino paseando, mientras libo de las consignas para lograr un estado de amnesia, casi de anestesia.

La disciplina y el mérito son artilugios del diablo, pues sólo vive bien quien deja que otros trabajen para él. Quiero ser progre, siempre en pos de la solución rápida, el camino intelectual más corto o simplemente la inactividad, pues basta la fe en la utopía para entrar en el reino de los buenos. Maravillosa la lógica por la que el dinero es de todos y los frutos del mérito de unos terminan pagando la desidia de otros.

Los progres pueden utilizar la violencia en la calle, pues ellos están en contra del maldito sistema. Los otros no deberían ni siquiera poder alquilar un local para reunirse, pues no son más que los cerdos que mantienen el sistema. Despues de todo, los millones de víctimas provocados por la lucha contra “el sistema” son un precio de ganga comparado con los beneficios que reporta la utopía: la playa eterna, la fiesta sin fin, el paraíso para todos. El fallido experimento del pasado siglo es justificable en sí mismo: no fué capaz de erradicar de toda la faz de la tierra la pesadilla de la libertad y se contaminó. La próxima vez se hará mejor.

A veces, al levantarme, me gustaría ser progre … pero apenas me miro en el espejo, despierto de mi ensoñación, recupero el contacto con mis neuronas y elijo el camino del trabajo, el mérito y la responsabilidad. Qué difícil me resulta perderme el respeto!

Desde el exilio



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