martes, abril 17, 2007

Ciudadanos de segunda


Por Germont

He visto el reportaje que Telemadrid ha elaborado, bajo el título “Ciudadanos de segunda”, sobre la situación lingüística en Cataluña. Debo decir que no me ha gustado. No es que lo que dice sea falso. Ciertamente en Cataluña no se puede escolarizar a un niño en español; ciertamente se sanciona a empresas por no rotular en catalán; ciertamente la administración pública catalana incumple sistemática y descaradamente leyes y sentencias judiciales; ciertamente desde la Generalitat se desarrolla una política activa tendente a apartar al español; ciertamente varios ciudadanos han sido agredidos por mostrar públicamente su oposición al nacionalismo. Pero siendo todo ello cierto, pienso que se ha desaprovechado una ocasión de enfocarlo desde otra perspectiva mucho más útil para el fin pretendido.

Para empezar, por la elección de los intervinientes. La impresión que puede llevarse un espectador madrileño es que no hay apenas ciudadanos catalanes a quienes preocupe esta cuestión, puesto que las dos únicas personas que se manifiestan abiertamente a favor de la libertad de elección de idioma al escolarizar a sus hijos son una ciudadana italiana cuya familia al parecer cambia de residencia con cierta frecuencia por cuestiones laborales, y un ciudadano canario, que se distinguió en su momento por su valentía en la denuncia de la situación. Otro participante es Francisco Caja, cuyo compromiso en defensa de la lengua española en Cataluña es indiscutible, pero que en ocasiones utiliza términos como “correccionales lingüísticos” que ni son afortunados ni se ajustan a la realidad, y por lo tanto dan munición al adversario. Aparece también Albert Boadella, que al hablar de boicot revela una peligrosa realidad: además de referirse al boicot “oficial” a su trabajo, acaba reconociendo que nadie va a ver sus obras. Lo cual implicaría una de dos alternativas: o son tan malas que la gente no asiste, o su actitud provoca una reacción contraria no sólo en el nivel de la administración, sino en la calle. Y Arcadi Espada, que se limita a reseñar (aunque creo que en la entrevista dijo bastantes más cosas) que ha sido agredido por expresar sus ideas y que eso ya no es algo inusual en Cataluña. Resumen: cunde la sensación de que la sociedad catalana está a favor de esa política, y no tengo muy claro que ésa fuese la idea a transmitir.

En segundo lugar, la sensación lúgubre y opresiva que se quiere dar de la realidad cotidiana catalana. Desde luego que la Generalitat actúa para que las cosas sean tal como en el reportaje se explica, mediante sanciones o subvenciones, o directamente con incumplimientos de la normativa, pero uno no tiene más que caminar por Barcelona u ojear la cartelera de cine para darse cuenta de que la realidad, afortunadamente, no es todavía así.

Sí es revelador, en cambio, el testimonio de los partidarios de este sistema. Desde el conseller hasta la inefable Rosa Regás, pasando por los activistas pro lengua catalana, resulta muy clarificador escuchar sus verdaderas intenciones, muy lejanas al pretendido bilingüismo que oficialmente consagra la ley. Entre mentira y negación de la evidencia, dejan entrever tics inequívocamente totalitarios que resultan muy interesantes.

En general, pienso que el tema de la defensa del español en Cataluña se enfoca de manera equivocada. Es todo mucho más simple de lo que parece; basta con recurrir y apelar al sentido común para dejar en evidencia las políticas de la Generalitat, y demostrar que detrás de ellas sólo hay intereses políticos, de construcción nacional. Que el ciudadano importa un comino, y la libertad individual aún menos. No es preciso hacer grandes elaboraciones jurídicas ni técnicas, cuando en realidad se trata de algo tan simple como la libertad y la lógica, que tan unidas suelen ir. Todo el entramado nacionalista se viene abajo con unas cuantas preguntas elementales. Primera, de puro sentido común: ¿cómo se explica que en Cataluña, parte importante de España, se pueda escolarizar a un niño en alemán, en inglés, en francés o en italiano, pero no en español? Segunda, en el terreno de las libertades individuales: ¿por qué un padre no puede escoger en qué lengua escolarizar a su hijo, o por qué un empresario no puede decidir en qué idioma rotular su establecimiento? Tercera, de carácter práctico: ¿qué mayor utilidad tiene que, pudiendo utilizar dos idiomas, la administración catalana margine sistemáticamente uno de ellos, qué ventaja práctica se obtiene? Cuarta, de tipo comparativo: ¿es imaginable que un ciudadano francés no pueda educar en francés a su hijo francés en cualquier punto del territorio francés? No, ¿verdad? Pues eso es exactamente lo que sucede en España. Pienso que sin recurrir a truculencias fácilmente desmontables se puede conseguir un efecto mucho más eficaz.

Germont

Los árboles y el bosque

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Esas preguntas están muy bien, pero no tienen contestación o bien, los interesados las responderían diciendo "Porque nos da la gana". No hay diálogo posible, es un escenario nazi adaptado al marco catalán. El nacionalsocialismo que fue vencido en la segunda guerra mundial ha subsistido en nuestro país, reproducido en la anarquía regional.
Los ciudadanos catalanes no es que estén de acuerdo o dejen de estarlo, ante gobiernos totlaitarios y "constructores de la realidad", los ciudadanos callan y otorgan; sólo si cambia la tortilla empezarán hablar del "exilio interior" que sufrieron.
Un país como el nuestro está lleno de demonios demésticos, han estado enquistados, pero ahora se han reunido de nuevo y la verdad no sabemos qué respuestas sorprendentes nos deparará la historia. La izquierda siempre ha humillado hasta lo indecible a la derecha,o quizá mejor dicho, al sentido común, y no puede parar en ese proceso, su lema es "juntos de la manita hacia el abismo"

Anónimo dijo...

Un dia fuí a un cine de Valladolid y sin sorpresa alguna todas las películas estaban en catalan menos una que estaba en castellano. Me decidí por la única que estaba en castellano. Por sorpresa descubrí que la persona que me vendia la entrada me advertia del idioma en esa sala -"Tenga Usted en cuenta que esta comprando una entrada para una pelicula en castellano"-, yo le contesté preguntandole si veia normal que en Castilla me tenga ella que avisar de que la pelicula se va a ofrecer en castellano? a lo que ella me replicó -"Yo le entiendo a Usted, pero comprendame a mi cuando me viene alguna gente de aquí devolviendome la entrada porque la pelicula esta en castellano y no en catalan"-

Evidentemente esto no es verídico. Lo sería y me pasó a mí si cambiamos ->

Valladolid por sabadell
Castellano por Catalan y viceversa
Castilla por Catalunya.

Otro apunte, en Catalunya no se prohibe rotular en castellano, se obliga por ley a rotular en catalan.
Ves el matiz y la demagogia de lo expuesto en tu comentario?

Saludos.