lunes, marzo 12, 2007

Más memoria histórica

Con esta remoción de brasas que supone la "memoria histórica", voy teniendo conocimiento de una serie de hechos que han permanecido silenciados durante muchos años por pudor, o por vergüenza colectiva, y que ahora salen a la luz porque quienes guardaron sigilo no dudan en hacerlos públicos para general conocimiento.
El que os cuento lo protagonizó mi abuelo, y nadie de la familia lo conocía, y es éste: en 1936, en un pueblecito llamado Costean, en la provincia de Huesca, los milicianos revolucionarios mataron, entre otros, al más rico del lugar, propietario de muchos montes de olivos y almendros. Lo mataron por ser rico y se apellidaba Nerín, de "casa Nerín". Dejó viuda y dos hijos (uno de ellos sería un alto Inspector de la Seguridad Social, en los años ochenta...)
A los pocos días del asesinato un miliciano propuso debatir cómo se repartían las tierras del asesinado, entre quienes y a cuánto tocaba cada uno... Pero otro miliciano le advirtió de que esas tierras tenían dueños: la viuda y los hijos.
- "¡Eso tiene fácil arreglo. Los liquidamos y ya está...!"
Mi abuelo, que supo de esa conversación, al día siguiente bajó de madrugada a Barbastro, a diez kilómetros de Costean, donde se había trasladado la viuda para avisarla de que su vida corría peligro.... (Por cierto, mi abuelo, padre de siete hijos, había quedado fuera de la colectividad anarquista local, porque le dijeron que con tantas bocas que alimentar no aceptaban su entrada...)
La viuda, espantada, huyó aprisa a Valencia, a donde había llegado cuando los anarquistas justicieros la fueron "a visitar".
Bachiller

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