domingo, marzo 04, 2007

La debilidades del estado. Basta ya!

Un artículo de Luis I. Gómez


En el fondo debería alegrarnos el proceso de aparente descomposición del Estado al que estamos asistiendo en los últimos dos años. Descentralización, reparto de las funciones de los tres poderes hacia estructuras geográficas y culturales menores, amagos de libre competencia entre comunidades autónomas… Por supuesto que muchas de estas medidas van acompañadas de una enorme carga emocional - prueba inequívoca de la inmadurez política en nuestro país - que se hace patente en el uso y abuso de conceptos como “nación” y sus sucedáneos, en la tozudez de las imposiciones lingüísticas o en la redacción folclórica de los nuevos estatutos de autonomía. Si la minimización de las estructuras del estado (y por ende sus poderes) fuese la meta última de los cambios que observamos, decía, deberíamos estar contentos. Pero lamentablemente no es así.

La bancarrota del Estado Español no es fruto de un movimiento liberal, no se basa en los principios de responsabilidad individual, justicia para todos y libertad de las personas. La bancarrota del Estado Español es fruto exclusivo de la debilidad de sus administradores. Debilidad humana y debilidad política. Y del paulatino distanciamiento - por desidia resignada - de sus administrados ante todo lo que tenga que ver con la labor de aquellos. Ningún partido político español en el Gobierno ha sido capaz jamás de transmitirnos con certeza que gobernaban para todos. Mientras los grandes partidos nacionales siguen empecinados en una absurda lucha ideológica hace años caduca, prisioneros de la autocomplaciencia y servidores de la más rancia endogamia política, los partidos nacionalistas gobiernan aferrados a sus principios decimonónicos, nostálgicos en la mayoría de los casos de una historia inexistente, opresores de voluntades con la palabra (la lengua) como arma.

Las ideas, los principios, se tornan en dogmas si alguien las toma como verdad absoluta y decide que todos los demás DEBEN asumirlas como propias. Más peligrosas aún son las ideas en manos de quienes, en lugar de perseguir una sociedad de individuos pensantes, diferenciados entre sí por sus capacidades y méritos, prefieren una sociedad de individuos iguales y “protegidos por el estado”. Protegidos de otros y de sí mismos por el PODER estatal. Entonces asistimos a la glorificación del Estado no sólo como principio aglutinador de voluntades, sino como GENERADOR de voluntades. El individuo se ve arrebatado de su capacidad de decisión propia, impedido en el desarrollo de criterios propios, abandonado a la vorágine de la corriente de pensamiento “estatalmente correcta”. Primero delegamos nuestra voz en unas siglas, luego en un Estado. Cuando la codicia por conseguir ese poder sobre los demás puede más que la ambición por devolver el poder a los individuos, la clase política abandona los principios de la democracia y la libertad para entregarse a un absolutismo paternalista disfrazado de democracia parlamentaria.

No es la voluntad de los andaluces la que ha generado su Estatuto de Autonomía. No es la voluntad de los catalanes o los gallegos la que estigmatiza al castellanoparlante. No es la voluntad de los vascos la que mantiene viva a ETA. La casta política andaluza, el sectarismo absolutista de los nacionalismos y la efectividad de la violencia ante la debilidad de los gobernantes en forma de réditos políticos son los verdaderos motores de esos cambios.

Y el silencio. El silencio doloroso de los individuos (del color que sean) sometidos a la “disciplina de partido”. El silencio doloroso de los ciudadanos, sometidos al miedo de lo “políticamente incorrecto”, hipnotizados por medios de comunicación al servicio de quienes, conscientes de todo esto que describo, ansían tomar las riendas del Estado (no importa si grande o pequeño). Las riendas de nuestras voluntades.

Ha llegado el momento de la rebelión civil. La rebelíon pacífica. La rebelión sin siglas. La rebelión de los individuos. Ha llegado el momento de retomar las riendas de nuestra voluntad. Es el momento de decir basta. El individuo no es una ficcion del neoliberalismo para justificar principios de mercado capitalista. Yo soy un individuo. Y existo. Tú, lector de este blog, votante de éste o de aquél partido, tú eres un individuo. Te invito a decir “basta ya” conmigo. Por un estado mínimo, por un poder judicial verdaderamente independiente, contra cualquier forma de imposición (lingüística, religiosa, social), contra el chantaje de los violentos (de todos los violentos). Es mi voz, es tu voz la que realmente cuenta en tu vida y la mía, no la de los políticos. No mientras abusen de la confianza que en ellos depositamos para, una vez en el poder, olvidando tu voz y mi voz, pretendan imponer -falazmente y en mi nombre- la suya.

Luis I. Gómez

Desde el exilio

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