Ya estaba descontado
Victoria Prego lo clavó en su análisis del domingo 31: el bombazo de ETA no ha sido una ruptura de la tregua, o del llamado “alto el fuego permanente”. Ha sido una vuelta de tuerca más en la negociación ante un gobierno al que saben irremisiblemente débil. ETA no ha roto las negociaciones, simplemente ha recordado a Zapatero el calvario que le tocará seguir si no avanzan las cosas por donde la banda y el nacionalismo desean. Los asesinos y sus diversos brazos políticos, y todos aquellos que sin serlo directamente comparten sus objetivos últimos, no tienen la menor intención de dejar de dialogar: se limitan a establecer oportunos recordatorios de sus poderes.
Desde ese punto de vista, tampoco debe interpretarse como un castigo a la “dureza” de un presidente que no les concede lo que quieren, sino más bien como un empujón más a quien ya ven más que dispuesto a negociar lo innegociable. No olvidemos que para ETA, y para todo el nacionalismo, que clama al unísono por que “el proceso no se rompa” (porqué será…), la presente ocasión es única y definitiva: lo que no consigan ahora difícilmente lo lograrán jamás, de ahí el brusco tirón de cuerda, a la vista de que la otra parte no está ni mucho menos firmemente plantada en sus posiciones.
Y lo peor del caso es que, analizada la intervención de Zapatero, cabe concluir que esta acción, y otras que pudieran seguirle, con muertos o sin ellos, buscados o “colaterales”, no serán obstáculo. Está meridianamente claro: “el proceso será largo, duro y difícil”, dijo el presidente en los pasillos del Congreso cuando anunció tramposamente el diálogo (“en” el Parlamento, pero no “ante” el Parlamento). El sábado, no sé si en su declaración o en respuesta a alguna pregunta, dijo “hoy ha sido un día difícil y duro, muy duro”. Evidentemente, sin “accidentes” de este tipo el proceso no sería duro ni difícil: sería largo probablemente, pero la dureza y la dificultad a que se refería Zapatero en su momento anunciaba su disposición a seguir dando todos los pasos necesarios en pos de lo que él llama la paz, pese a cuantos obstáculos surjan en el camino. Lo del sábado fue un obstáculo. Se superará. Por el momento, “se suspende cualquier iniciativa de diálogo”. Lo que Arcadi Espada tradujo genialmente por “pues yo no pienso llamarla mientras no me llame ella”. Pero como dice la canción, “si tú me dices ven lo dejo todo”.
Germont
Desde ese punto de vista, tampoco debe interpretarse como un castigo a la “dureza” de un presidente que no les concede lo que quieren, sino más bien como un empujón más a quien ya ven más que dispuesto a negociar lo innegociable. No olvidemos que para ETA, y para todo el nacionalismo, que clama al unísono por que “el proceso no se rompa” (porqué será…), la presente ocasión es única y definitiva: lo que no consigan ahora difícilmente lo lograrán jamás, de ahí el brusco tirón de cuerda, a la vista de que la otra parte no está ni mucho menos firmemente plantada en sus posiciones.
Y lo peor del caso es que, analizada la intervención de Zapatero, cabe concluir que esta acción, y otras que pudieran seguirle, con muertos o sin ellos, buscados o “colaterales”, no serán obstáculo. Está meridianamente claro: “el proceso será largo, duro y difícil”, dijo el presidente en los pasillos del Congreso cuando anunció tramposamente el diálogo (“en” el Parlamento, pero no “ante” el Parlamento). El sábado, no sé si en su declaración o en respuesta a alguna pregunta, dijo “hoy ha sido un día difícil y duro, muy duro”. Evidentemente, sin “accidentes” de este tipo el proceso no sería duro ni difícil: sería largo probablemente, pero la dureza y la dificultad a que se refería Zapatero en su momento anunciaba su disposición a seguir dando todos los pasos necesarios en pos de lo que él llama la paz, pese a cuantos obstáculos surjan en el camino. Lo del sábado fue un obstáculo. Se superará. Por el momento, “se suspende cualquier iniciativa de diálogo”. Lo que Arcadi Espada tradujo genialmente por “pues yo no pienso llamarla mientras no me llame ella”. Pero como dice la canción, “si tú me dices ven lo dejo todo”.
Germont
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