No es lo mismo
En 1999, a nadie se le pasó por la cabeza que el Partido Popular, y Aznar menos que nadie, pusiese en peligro el entramado constitucional, la unidad de España o la autonomía de Navarra. Quizá conviene recordar que incluso entonces muchos no estuvimos de acuerdo ni siquiera con la idea de sentarse a hablar con ETA, porque partíamos y seguimos partiendo de la base de que no hay nada que hablar con una banda de asesinos. Y fuimos muchos también los que sentimos que la cabeza nos daba vueltas cuando oímos a Aznar referirse al movimiento vasco de liberación. Pero insisto en que teníamos la confianza, y ésa es la diferencia fundamental con el momento actual, de que estábamos en buenas manos, y de que una vez puestas las cartas sobre la mesa el Estado no iba a ceder en nada más que, tal vez, medidas de gracia o aplicación laxa de la política penitenciaria.
Aún así, repito, muchos estábamos en contra incluso de esas medidas, puesto que ya había quedado sobradamente acreditado con anterioridad que las amnistías e indultos no habían servido para acabar con ETA. Y la continuación de la “lucha armada” después de esas medidas graciosas no podía acabar teniendo como premio, una vez más, el perdón de la sociedad.
La negociación fracasó porque, como había vaticinado desde buen principio Mayor Oreja, era tan sólo una trampa preparada de consuno por todo el bloque nacionalista vasco en unos momentos en que, dos años después del asesinato de Miguel Angel Blanco, la sociedad española estuvo a punto de dar un vuelco definitivo a la situación. El nacionalismo institucional tuvo que salir en defensa de los sacudidores de árboles porque en la derrota de éstos estaba la suya propia, si persistía la reacción de la ciudadanía.
Tan sólo la existencia de este precedente de fraude por parte de ETA ya debería ser suficiente para diferenciar la situación actual y la de hace siete años. Suponiendo que Aznar se dejase tentar en aquellos momentos por los cantos de sirena de una tregua falsa, esta falsedad luego demostrada sería motivo bastante para que el PP se opusiese ahora a que el gobierno caiga en una trampa semejante. Pero el PSOE prefiere editar vídeos en los que se tergiversa la realidad, antes que aprovechar la experiencia del partido entonces gobernante. Si por algún lado hay deslealtad no es evidentemente por parte popular, lo cual demuestra una vez más que el objetivo último del “proceso”, en realidad, no es la paz, sino la aniquilación política del PP.
Germont
Aún así, repito, muchos estábamos en contra incluso de esas medidas, puesto que ya había quedado sobradamente acreditado con anterioridad que las amnistías e indultos no habían servido para acabar con ETA. Y la continuación de la “lucha armada” después de esas medidas graciosas no podía acabar teniendo como premio, una vez más, el perdón de la sociedad.
La negociación fracasó porque, como había vaticinado desde buen principio Mayor Oreja, era tan sólo una trampa preparada de consuno por todo el bloque nacionalista vasco en unos momentos en que, dos años después del asesinato de Miguel Angel Blanco, la sociedad española estuvo a punto de dar un vuelco definitivo a la situación. El nacionalismo institucional tuvo que salir en defensa de los sacudidores de árboles porque en la derrota de éstos estaba la suya propia, si persistía la reacción de la ciudadanía.
Tan sólo la existencia de este precedente de fraude por parte de ETA ya debería ser suficiente para diferenciar la situación actual y la de hace siete años. Suponiendo que Aznar se dejase tentar en aquellos momentos por los cantos de sirena de una tregua falsa, esta falsedad luego demostrada sería motivo bastante para que el PP se opusiese ahora a que el gobierno caiga en una trampa semejante. Pero el PSOE prefiere editar vídeos en los que se tergiversa la realidad, antes que aprovechar la experiencia del partido entonces gobernante. Si por algún lado hay deslealtad no es evidentemente por parte popular, lo cual demuestra una vez más que el objetivo último del “proceso”, en realidad, no es la paz, sino la aniquilación política del PP.
Germont
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