El linchamiento de Múgica
Lo que está sucediendo con Enrique Múgica reúne en un solo caso todos los elementos que definen el actual momento político español y la calaña de buena parte de nuestras elites gobernantes.
Enrique Múgica, histórico socialista que a lo largo de su carrera ha desempeñado altas responsabilidades de gobierno, vio cómo su hermano Fernando era asesinado por ETA. Tiempo después, en un gesto insólito en este país de bandos irreconciliables, pero que en cualquier caso solo se ha dado en un sentido y jamás en el inverso, el gobierno de Aznar le propuso como Defensor del Pueblo. Algo normal en cualquier país civilizado: un gobierno designa a alguien de la oposición, pero con sobrado y demostrado prestigio humano y profesional, para ocupar un puesto que, principalmente, tiene como misión proteger al ciudadano de los posibles abusos o errores del poder. ¿Alguien es capaz de imaginar al PSOE proponiendo para el cargo a un conspicuo militante del PP?
Cambia el gobierno y el nuevo presidente, del mismo partido que Múgica, inicia un proceso de diálogo con ETA que merece el reproche manifiesto de, como mínimo, la mitad del electorado, y el unánime de las asociaciones de víctimas. El Defensor se posiciona a favor de las víctimas y en contra de una hipotética claudicación del Estado frente al terrorismo. Ahí empiezan sus problemas, que se agravan cuando se aprueba una reforma del estatuto de Cataluña que supone, a criterio de muchos analistas y del propio Defensor del Pueblo, una violación masiva de la Constitución.
El Defensor interpone recurso de constitucionalidad contra el estatuto, y a partir de ahí arrecia la ofensiva: insultos de los nacionalistas radicales y moderados, espectacular lapsus freudiano de Montilla diciendo que el asesinato de su hermano inhabilita a Múgica para valorar con objetividad el estatuto (entonces, ¿están conectados el terrorismo de ETA y la reforma estatutaria catalana?), y ahora propuesta de reprobación instada formalmente por Izquierda Unida y dejada pasar por el PSOE. Estos últimos, compañeros de partido de Múgica, anuncian que no respaldarán la moción, pero han permitido con sus votos que llegase al Pleno para así dar ocasión al linchamiento público de Múgica por parte de los sectores más extremistas de la Cámara.
El PSOE, capaz de impedir una y mil veces la comparecencia de ministros y del propio presidente, no ha tenido el menor reparo en permitir que se arrastre al Defensor del Pueblo hasta la plaza pública para que sea objeto de las invectivas de sus socios de gobierno. Todo vale con tal de desacreditar a una voz discordante, aunque sea del propio partido. El que se mueve no sale en la foto, decía aquel. Ahora, el que se mueve será inmisericordemente linchado mientras el césar del talante mantiene el pulgar en posición horizontal como muestra de su poder absoluto, enviando un diáfano aviso a navegantes. Solo la adhesión inquebrantable y ciega garantiza la supervivencia. La más mínima discrepancia, por argumentada que esté, hace olvidar largos años de servicio y militancia y condena al osado a ser devorado por los leones, que adoptan la forma de portavoces parlamentarios y de columnistas de cámara.
Desde aquí, una voz de ánimo para Enrique Múgica, nuestro Defensor del Pueblo. Un paso al frente: al final, alguno de estos abusos tiene que provocar que otros salgan de la sombra para decir basta.
Germont
Enrique Múgica, histórico socialista que a lo largo de su carrera ha desempeñado altas responsabilidades de gobierno, vio cómo su hermano Fernando era asesinado por ETA. Tiempo después, en un gesto insólito en este país de bandos irreconciliables, pero que en cualquier caso solo se ha dado en un sentido y jamás en el inverso, el gobierno de Aznar le propuso como Defensor del Pueblo. Algo normal en cualquier país civilizado: un gobierno designa a alguien de la oposición, pero con sobrado y demostrado prestigio humano y profesional, para ocupar un puesto que, principalmente, tiene como misión proteger al ciudadano de los posibles abusos o errores del poder. ¿Alguien es capaz de imaginar al PSOE proponiendo para el cargo a un conspicuo militante del PP?
Cambia el gobierno y el nuevo presidente, del mismo partido que Múgica, inicia un proceso de diálogo con ETA que merece el reproche manifiesto de, como mínimo, la mitad del electorado, y el unánime de las asociaciones de víctimas. El Defensor se posiciona a favor de las víctimas y en contra de una hipotética claudicación del Estado frente al terrorismo. Ahí empiezan sus problemas, que se agravan cuando se aprueba una reforma del estatuto de Cataluña que supone, a criterio de muchos analistas y del propio Defensor del Pueblo, una violación masiva de la Constitución.
El Defensor interpone recurso de constitucionalidad contra el estatuto, y a partir de ahí arrecia la ofensiva: insultos de los nacionalistas radicales y moderados, espectacular lapsus freudiano de Montilla diciendo que el asesinato de su hermano inhabilita a Múgica para valorar con objetividad el estatuto (entonces, ¿están conectados el terrorismo de ETA y la reforma estatutaria catalana?), y ahora propuesta de reprobación instada formalmente por Izquierda Unida y dejada pasar por el PSOE. Estos últimos, compañeros de partido de Múgica, anuncian que no respaldarán la moción, pero han permitido con sus votos que llegase al Pleno para así dar ocasión al linchamiento público de Múgica por parte de los sectores más extremistas de la Cámara.
El PSOE, capaz de impedir una y mil veces la comparecencia de ministros y del propio presidente, no ha tenido el menor reparo en permitir que se arrastre al Defensor del Pueblo hasta la plaza pública para que sea objeto de las invectivas de sus socios de gobierno. Todo vale con tal de desacreditar a una voz discordante, aunque sea del propio partido. El que se mueve no sale en la foto, decía aquel. Ahora, el que se mueve será inmisericordemente linchado mientras el césar del talante mantiene el pulgar en posición horizontal como muestra de su poder absoluto, enviando un diáfano aviso a navegantes. Solo la adhesión inquebrantable y ciega garantiza la supervivencia. La más mínima discrepancia, por argumentada que esté, hace olvidar largos años de servicio y militancia y condena al osado a ser devorado por los leones, que adoptan la forma de portavoces parlamentarios y de columnistas de cámara.
Desde aquí, una voz de ánimo para Enrique Múgica, nuestro Defensor del Pueblo. Un paso al frente: al final, alguno de estos abusos tiene que provocar que otros salgan de la sombra para decir basta.
Germont
2 comentarios:
Creo que ese es el mejor mensaje que le podemos hacer llegar a Múgica: que no está solo y que no todos hemos sucumbido a la borreguina del PRI$o€.
El caso Mugica me esta recordando el caso Redeker. Todo el mundo dejo solo a Redeker en Francia y todo el mundo va a dejar solo a Mugica en España. Que ascazo de tiempos.
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