Árdelle o eixe atlántico
Galicia arde en un horizonte redondo que necesita más de cuatro costados para ser contado. Los medios previstos por la Xunta se muestran romos e insuficientes. El fuego, en contra de lo que se creía, no retrocede al grito de Vouche baixar os fumes y avanza imparable formando frentes de tipología novedosa, que como ustedes saben, son hilillos arracimados en forma de melena.
Es el PP, que esperaba agazapado su momento pirómano. No, son los madereros, como siempre. Pero entonces, ¿dónde está la novedad? Son los especuladores inmobiliarios. Quite, quite, son los traficantes de droga, que así entretienen a las fuerzas del orden. Son los servicios contraincendios, que así cobran las horas trabajadas. Son locos, malnacidos, aburridos, vengativos, propietarios de montes comunales, peritos agrícolas, pastores de ovejas, carniceros, taxidermistas... sólo faltan en la lista Estados Unidos, Al Qaeda y los impositores de Forum Filatélico para que finalmente podamos decir: ¿Quién es el queimador? Fuenteovejuna, señor.
Pero sea pito o sea pato, el resultado es que cualquiera puede poner en peligro la supervivencia del mítico verde gallego. Toda la autonomía del mundo sólo sirve para pedir ayuda al Ejército, a Francia o a Nunca Máis, que para estos casos siempre queda muy propio.
Hagamos un Estatuto de múltiples competencias para cagarla en muchos más ámbitos. Revisemos la historia para refocilarnos en lo desgraciado que era el ferrolano y sobre todo, consigamos que un certificado en gallego sea inútil en Asturias. Entonces no quedará un bosque desde el Aloia hasta A Fonsagrada, ni desde A Capelada a Pena Trevinca, pero nuestros bomberos sabrán perfectamente que los posesivos en gallego llevan artículo. A miña casa, o meu bosque, o meu incendio.
Váyanse ustedes a hacer gárgaras.
Jose de Cora
Bitacora de Cora
Es el PP, que esperaba agazapado su momento pirómano. No, son los madereros, como siempre. Pero entonces, ¿dónde está la novedad? Son los especuladores inmobiliarios. Quite, quite, son los traficantes de droga, que así entretienen a las fuerzas del orden. Son los servicios contraincendios, que así cobran las horas trabajadas. Son locos, malnacidos, aburridos, vengativos, propietarios de montes comunales, peritos agrícolas, pastores de ovejas, carniceros, taxidermistas... sólo faltan en la lista Estados Unidos, Al Qaeda y los impositores de Forum Filatélico para que finalmente podamos decir: ¿Quién es el queimador? Fuenteovejuna, señor.
Pero sea pito o sea pato, el resultado es que cualquiera puede poner en peligro la supervivencia del mítico verde gallego. Toda la autonomía del mundo sólo sirve para pedir ayuda al Ejército, a Francia o a Nunca Máis, que para estos casos siempre queda muy propio.
Hagamos un Estatuto de múltiples competencias para cagarla en muchos más ámbitos. Revisemos la historia para refocilarnos en lo desgraciado que era el ferrolano y sobre todo, consigamos que un certificado en gallego sea inútil en Asturias. Entonces no quedará un bosque desde el Aloia hasta A Fonsagrada, ni desde A Capelada a Pena Trevinca, pero nuestros bomberos sabrán perfectamente que los posesivos en gallego llevan artículo. A miña casa, o meu bosque, o meu incendio.
Váyanse ustedes a hacer gárgaras.
Jose de Cora
Bitacora de Cora
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