La Semillita del Diablo
La opa de Gas Natural sobre Endesa sigue trayendo cola. El gobierno, que tomó este asunto como una cuestión de honor, o más bien como uno de esos pulsos que no se pueden perder, cosecha derrota tras derrota, humillantes varapalos políticos y jurídicos por parte de la Comisión Europea.
A estas alturas, a nadie se le oculta que se trataba de una operación política que, como dijo Rubalcaba, era un 50 % del estatuto de Cataluña. Por desgracia exageraba en la proporción, pero ciertamente la ofensiva sobre Endesa tenía una clara motivación en los acuerdos entre nacionalistas catalanes y socialistas. Probablemente, el PSOE se vio inspirado en su actuación en este asunto por el simpático estilo que caracteriza a los nacionalistas en sus comportamientos: el desprecio a la ley y a cualquier normativa que se interponga entre ellos y sus objetivos. Si a eso le añadimos que el ministerio de Industria está en manos de un experto en nada, un puro aparatchik socialista sin más experiencia que la política municipal y la lucha en el partido, y con una formación muy por debajo de lo razonablemente exigible para un macroministerio como el que ocupa, resulta evidente que cualquier contratiempo podía hacer naufragar el empeño. Si el contratiempo en cuestión es nada menos que una potentísima empresa alemana, y además ésta cuenta con el apoyo de su gobierno, el naufragio podía alcanzar ribetes de ridículo histórico.
Es lo que está pasando. Produce sonrojo rebobinar las risotadas del tal Gabarró, presidente de Gas Natural, cuando con expresión de viejo rijoso pronunciaba su sutil metáfora sobre la semillita y el embarazo. Pero ese sería un sonrojo privado, que en definitiva debería afectar sobre todo a los accionistas de la compañía. La vergüenza se socializa, y nunca mejor dicho, con las actuaciones posteriores de la “división acorazada Montilla”, que en forma de distintas comisiones nacionales y agencias estatales acudió en auxilio de Gas Natural, y desde entonces cosecha revolcón tras revolcón y avanza de derrota en derrota hacia el fracaso más absoluto. Tanto que, si no fuese por la arrogancia que muestran, por su contumacia en el error y casi en la prevaricación, producirían cierta lástima, cierta compasión ante el bombardeo jurídico inmisericorde que padecen desde todas las instancias medianamente serias a las que se enfrentan.
Aun así, ¿pasará todo esto factura al ministro Montilla en su candidatura a la Generalitat? Difícilmente sus directos rivales podrán reprocharle nada, cuando han jaleado con entusiasmo sus tropelías y sus torpezas.
A quien sí le pasa factura, sin duda, es al prestigio internacional de España. Aunque para lo que queda de éste...
Germont
A estas alturas, a nadie se le oculta que se trataba de una operación política que, como dijo Rubalcaba, era un 50 % del estatuto de Cataluña. Por desgracia exageraba en la proporción, pero ciertamente la ofensiva sobre Endesa tenía una clara motivación en los acuerdos entre nacionalistas catalanes y socialistas. Probablemente, el PSOE se vio inspirado en su actuación en este asunto por el simpático estilo que caracteriza a los nacionalistas en sus comportamientos: el desprecio a la ley y a cualquier normativa que se interponga entre ellos y sus objetivos. Si a eso le añadimos que el ministerio de Industria está en manos de un experto en nada, un puro aparatchik socialista sin más experiencia que la política municipal y la lucha en el partido, y con una formación muy por debajo de lo razonablemente exigible para un macroministerio como el que ocupa, resulta evidente que cualquier contratiempo podía hacer naufragar el empeño. Si el contratiempo en cuestión es nada menos que una potentísima empresa alemana, y además ésta cuenta con el apoyo de su gobierno, el naufragio podía alcanzar ribetes de ridículo histórico.
Es lo que está pasando. Produce sonrojo rebobinar las risotadas del tal Gabarró, presidente de Gas Natural, cuando con expresión de viejo rijoso pronunciaba su sutil metáfora sobre la semillita y el embarazo. Pero ese sería un sonrojo privado, que en definitiva debería afectar sobre todo a los accionistas de la compañía. La vergüenza se socializa, y nunca mejor dicho, con las actuaciones posteriores de la “división acorazada Montilla”, que en forma de distintas comisiones nacionales y agencias estatales acudió en auxilio de Gas Natural, y desde entonces cosecha revolcón tras revolcón y avanza de derrota en derrota hacia el fracaso más absoluto. Tanto que, si no fuese por la arrogancia que muestran, por su contumacia en el error y casi en la prevaricación, producirían cierta lástima, cierta compasión ante el bombardeo jurídico inmisericorde que padecen desde todas las instancias medianamente serias a las que se enfrentan.
Aun así, ¿pasará todo esto factura al ministro Montilla en su candidatura a la Generalitat? Difícilmente sus directos rivales podrán reprocharle nada, cuando han jaleado con entusiasmo sus tropelías y sus torpezas.
A quien sí le pasa factura, sin duda, es al prestigio internacional de España. Aunque para lo que queda de éste...
Germont
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