sábado, agosto 12, 2006

Fuegos y odios




Siempre piensa uno que la infamia ha de tener algún límite, y que ante alguna barrera moral la izquierda ha de detenerse en alguna ocasión. Y sin embargo, nunca dejan de superarse y sorprendernos, mostrándonos que esa visión patrimonial del poder (que por derecho les pertenece a ellos y solo a ellos) es capaz de alcanzar niveles criminales.

Con los incendios de Galicia (dejemos para otro momento analizar la capacidad de reacción de los gobiernos central y autonómico), la cuadrilla de intelectuales y periodistas de cámara del paramecio que nos gobierna ha saltado las últimas barreras imaginables y ha llegado a acusar al PP de lo que está pasando. Lo hacen, por otra parte, de la manera cobarde que suelen: diciendo pero sin decir, señalando pero sin afirmar, de forma que siempre puedan acogerse a la literalidad de sus palabras para negar lo que su espíritu manifiesta.

Ni los muertos ni la envergadura de una catástrofe que supera ya a la del Prestige sirven para que se produzca el más mínimo atisbo de honestidad intelectual o humana. Al contrario: son utilizados como arma arrojadiza, como martillo con el que tratar de fijar los últimos clavos del ataúd político del PP.

Yo mismo he oído decir hace un par de semanas, y corté en seco al parlante, que “al PP se le han muerto 50 personas en el metro de Valencia y no ha pasado nada”. Nunca oí que al PSOE se le murieran 13 personas en el incendio de Guadalajara, ni tres ahora en los de Galicia. Uno quiere pensar que la gente, la ciudadanía de a pie que no milita en el sectarismo radical que nos sojuzga, se dará cuenta tarde o temprano de en qué manos estamos, de lo que piensan quienes alumbran el camino sinuoso del habitante de La Moncloa, de a qué grado de odio y rencor nos abocan estos supuestos intelectuales apesebrados, los modernos bufones de la corte de los milagros socialistas. Y que, cuando se de cuenta, el atroz descubrimiento tendrá su reflejo en las urnas.

Pero probablemente haya que ser realista y entender que nuestra sociedad ya no reacciona ante nada, hasta el punto de que el cinismo llega a ser moneda corriente entre nuestros políticos. La última y más sonada, la de Maragall. Tras proclamar insistentemente que el nuevo estatuto uniría más a España y que no rompía en absoluto la nación, el mismo día de su entrada en vigor afirma con toda tranquilidad que ahora en Cataluña “el Estado ya es residual”, que este estatuto es prácticamente una constitución, y que ninguna región europea se parece tanto a un estado soberano como Cataluña. Es decir, la demostración palmaria de que nos estuvo mintiendo como un bellaco. Lo define muy bien Girauta: al decir que el Estado es residual, en realidad está diciendo que España es residual en Cataluña. No que el Estado como maquinaria administrativa se haya reducido hasta niveles residuales. Al contrario, ha sido sustituido por una administración elefantiásica, intervensionista y sofocante. Pero en cualquier caso no pasa nada: parece que la mentira no pasa factura, y la izquierda, que la necesita como el aire que respira, lo sabe perfectamente.



Germont

3 comentarios:

vitio dijo...

Que el socialismo de ZP es calumniador es evidente. Y que los incendios son más graves que el desastre del "Prestige" es más que evidente.

Anónimo dijo...

https://ardegalicia.wordpress.com/2006/08/18/rajoy-debe-morir-uno-de-los-lemas-utilizados-en-la-ultima-manifestacion-de-nunca-mais-que-convoca-otra-este-domingo-contra-el-terrorismo-incendiario/


ver este post de los de nunca mais y flipar... os dejo las reflexiones para vosotros

la mia es que ZP nos lleva a los peores tiempos de España, cuando los guardaespaldas de un ministro, asesinaron al lider de la oposición Calvo Sotelo

frid dijo...

A ver si nos enteramos. Han heredado el cortijo con exceso de personal. Querrían una España al 50 % de territorio, no llegan a gestionar bien ni lo que gobiernan ellos; y de esa mitad también les sobra el otro cincuenta por ciento. En términos de familia, si tienen un hijo lo tienen que pasar a los abuelos porque no saben como se gobierna eso. Y es que para ello, para gobernar bien, hay que quererlo.
¿Lloran por Galicia? o de rabia porque van a perderla?