Qui Prodest?
¿A quien beneficia? En ese tono temblón e inseguro, tan propio de sicofantes y delatores, se preguntaba en público Manolo Rivas por la autoría de los incendios en Galicia. Parecía entonces muy satisfecho con el hallazgo argumental, que el panegirista oficial de la Galiza-nación atribuía a los thrillers policíacos y no, como tal vez debiera, a la vieja y archiconocida convención legal de la que se fiaban los jueces romanos. Al tiempo, su alter ego Suso de Toro se aplicaba con celo a similar tarea que no era otra que arrojar cierta sombra de criminalidad sobre el Partido Popular.
No obstante, la terca verdad permanece empeñada en negarles la razón, poco parecen tener que ver los detenidos por incendiarios con una supuesta trama de la derecha gallega. Los implicados más bien responden al perfil clásico ya conocido desde hace años: un anciano enajenado, una bruja novata, un bombero descarriado, bastantes gamberros adolescentes…Una auténtica “pandilla basura” de desgraciados varios, de cuya desordenada conducta sólo ellos mismos pueden dar razón al juez.
¿Qué harán ahora los valientes intelectuales patrios? ¿Pedirán tal vez perdón al PP por sus invectivas e injurias? Aunque en la manifestación del pasado domingo se pudieron leer cosas tan inquietantes como “Rajoy debe morrer”, no podemos ni soñarlo, tanto Rivas como de Toro son personajes abducidos por esa ideología esquizofrénica que es mitad marxista y mitad nacionalista, uno de cuyos principios esenciales se resume en combatir con saña al enemigo con constancia de bóvido, siempre, en todo lugar, con razón o sin ella. Los fines revolucionarios son así, caminar de forma subvencionada hacia el socialismo y la independencia supone, ya se sabe, implicarse hasta mancharse, mentir, intoxicar, delatar, al fin son antes gallegos que cualquier otra cosa y la patria está por encima de todo, incluso por encima de la justicia y de la verdad.
Ya lo habíamos visto antes, cuando el lobby Nuca Máis identificaba vergonzosamente la aventura tóxica del tal Apostolos Mangouras, aquel capitán griego que más parecía fenicio, y su malhadado Prestige, con la trama negra del gobierno Aznar.
Así siguen y así seguirán, batallando contra el estado democrático español al que ya parecen considerar su archienemigo. Un estado más débil y más laxo a cada día que pasa. Anda por ahí paseándose ese célebre “barco da memoria” que más parece la escuadra de las cuentas pendientes y de la revancha institucional. El que se acerque a verlo comprobará el mimo y cuidado con el que su desaseado capitán dispone los pabellones gallego y proto-republicano en lugar preeminente de la nave, en tanto a la bandera oficial del estado español ni se la ve, ni se la espera, tan seguros están nuestros revolucionarios amigos de que, en punto de pabellones, aquí no pasa nada, que le pregunten a Ibarreche y Quintana sino.
Me ocupo de leer el programa de actos que propone en su arribada a una ciudad gallega. Ni el mismísimo Josif Stalin lo hubiera hecho mejor, se tocarán y cantarán, a la búlgara, entre discurso y discurso y en estudiada sucesión, el himno de la II República, la Internacional, “A las barricadas” y el himno gallego. Socialismo y nacionalismo juntos de nuevo y a espuertas. No es sólo nostalgia, ojala fuese eso, más parece consciente acción revolucionaria y público adoctrinamiento. Tengo para mí que a estos tipos mucho les gustaría volver a los procelosos tiempos en que los comisarios políticos se paseaban altaneramente, chupa de cuero y Luger al cinto, con la peregrina idea de liberar al común de su ensimismamiento pequeño burgués. Que de eso también hubo en la guerra, aunque el amigo Zapatero se empeñe en que miremos todos para el mismo lado. ¿Y saben quien se ocupará de leer un encendido manifiesto en loor de aquella contradictoria República? Pues el mismo Manolo Rivas, ¿curioso no?, su contable debe estar contento, aunque sus paisanos nos sintamos cada día un poco menos libres y hasta coaccionados.
Juan A. Granados
No obstante, la terca verdad permanece empeñada en negarles la razón, poco parecen tener que ver los detenidos por incendiarios con una supuesta trama de la derecha gallega. Los implicados más bien responden al perfil clásico ya conocido desde hace años: un anciano enajenado, una bruja novata, un bombero descarriado, bastantes gamberros adolescentes…Una auténtica “pandilla basura” de desgraciados varios, de cuya desordenada conducta sólo ellos mismos pueden dar razón al juez.
¿Qué harán ahora los valientes intelectuales patrios? ¿Pedirán tal vez perdón al PP por sus invectivas e injurias? Aunque en la manifestación del pasado domingo se pudieron leer cosas tan inquietantes como “Rajoy debe morrer”, no podemos ni soñarlo, tanto Rivas como de Toro son personajes abducidos por esa ideología esquizofrénica que es mitad marxista y mitad nacionalista, uno de cuyos principios esenciales se resume en combatir con saña al enemigo con constancia de bóvido, siempre, en todo lugar, con razón o sin ella. Los fines revolucionarios son así, caminar de forma subvencionada hacia el socialismo y la independencia supone, ya se sabe, implicarse hasta mancharse, mentir, intoxicar, delatar, al fin son antes gallegos que cualquier otra cosa y la patria está por encima de todo, incluso por encima de la justicia y de la verdad.
Ya lo habíamos visto antes, cuando el lobby Nuca Máis identificaba vergonzosamente la aventura tóxica del tal Apostolos Mangouras, aquel capitán griego que más parecía fenicio, y su malhadado Prestige, con la trama negra del gobierno Aznar.
Así siguen y así seguirán, batallando contra el estado democrático español al que ya parecen considerar su archienemigo. Un estado más débil y más laxo a cada día que pasa. Anda por ahí paseándose ese célebre “barco da memoria” que más parece la escuadra de las cuentas pendientes y de la revancha institucional. El que se acerque a verlo comprobará el mimo y cuidado con el que su desaseado capitán dispone los pabellones gallego y proto-republicano en lugar preeminente de la nave, en tanto a la bandera oficial del estado español ni se la ve, ni se la espera, tan seguros están nuestros revolucionarios amigos de que, en punto de pabellones, aquí no pasa nada, que le pregunten a Ibarreche y Quintana sino.
Me ocupo de leer el programa de actos que propone en su arribada a una ciudad gallega. Ni el mismísimo Josif Stalin lo hubiera hecho mejor, se tocarán y cantarán, a la búlgara, entre discurso y discurso y en estudiada sucesión, el himno de la II República, la Internacional, “A las barricadas” y el himno gallego. Socialismo y nacionalismo juntos de nuevo y a espuertas. No es sólo nostalgia, ojala fuese eso, más parece consciente acción revolucionaria y público adoctrinamiento. Tengo para mí que a estos tipos mucho les gustaría volver a los procelosos tiempos en que los comisarios políticos se paseaban altaneramente, chupa de cuero y Luger al cinto, con la peregrina idea de liberar al común de su ensimismamiento pequeño burgués. Que de eso también hubo en la guerra, aunque el amigo Zapatero se empeñe en que miremos todos para el mismo lado. ¿Y saben quien se ocupará de leer un encendido manifiesto en loor de aquella contradictoria República? Pues el mismo Manolo Rivas, ¿curioso no?, su contable debe estar contento, aunque sus paisanos nos sintamos cada día un poco menos libres y hasta coaccionados.
Juan A. Granados
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