España se muere

Zapatero es un golpista. Ayer, como hoy comentaban en la Cope, escenificó en el edificio del Congreso, que no en sede parlamentaria, un golpe de Estado contra la Nación española. Tomó el legislativo para sí, sustituyó a los parlamentarios por periodistas, me da igual su número, 5, 10 o 200, y menospreció la función de la Jefatura del Estado para, por último, arrogarse la soberanía popular para sí mismo y en exclusiva.

El, que es solamente el jefe de uno de los tres poderes del Estado ¿quien es él para reconocer o dejar de reconocer el derecho de autodeterminación de una parte del pueblo español, sin el consentimiento de todo el pueblo titular de la soberanía nacional?.

Esto es un golpe de Estado, sin tanques, sin pistolas y sin uniformes, pero un golpe de Estado, dado por el presidente del gobierno español ciscándose en la división de poderes y con el que ayer se arrebató a los ciudadanos españoles las facultades y derechos que los definen como tales.

Nos hemos dejado convertir en súbditos y como a tales se nos trata.

Si yo fuera francesa, o inglesa o checa, me da igual, que ¡cuánto lamento no serlo! con profundo menosprecio y sin prestar demasiada atención, pensaría ¡estos españoles cómo son! ¡ya vuelven a las andadas! ¡no tienen remedio! segura de que mis Instituciones tomarían todas las medidas necesarias para que no me salpicara la desgracia de España.

A Francia solo le interesa protegerse y para ello, y lo entiendo, tomará todas cuantas medidas profilácticas considere necesario para no sufrir ninguna contaminación.

Y mientras tanto, una parte de los súbditos españoles, los por propia voluntad recien transformados en súbditos, aplaudiendo con las orejas al golpista; otra parte, creo que la más numerosa, aquélla que todavía no sabe que ha dejado de ser ciudadano para transformarse en súbdito, contratando sus billetes, sus hoteles y comprándose bikinis y meybas en rebajas, preocupándose de sus sagradas vacaciones.

Y por último una tercera parte, muy minoritaria, cargando con el dolor de sentirse inerme ante tanta infamia. Con la angustia imposible de superar y de arrancar de saber que su Nación agoniza y que hoy es súbdito en un ente territorial sin fronteras definitidas, engendrado por la traición y no lo que fue, ciudadano de una Nación libre y digna.

España se nos muere y nosotros nos vamos de rebajas y vacaciones.

Mar