La vergüenza catalana
Los catalanes tenemos muchos defectos, sin duda. Ni más ni menos que el resto de los mortales, probablemente, pero muchos en todo caso. Ahora bien, somos gente en general trabajadora, hemos alcanzado un muy respetable nivel de bienestar, gozamos de un envidiable clima y de un hermoso país, tenemos una renta per capita elevada,... Presumimos incluso de que nuestro sistema parlamentario es uno de los más antiguos de Europa, y por tanto del mundo.
Y sin embargo, padecemos una clase política empeñada en avergonzarnos día tras día, hora tras hora. Podríamos citar multitud de ejemplos, pero resulta que los motivos para la vergüenza se acumulan y atropellan con tal velocidad que se solapan unos con otros y consiguen, aunque no creo que sea una táctica deliberada, que los más recientes hagan olvidar a los anteriores.
El Molt Patètic President de la Generalitat está batiendo marcas en este aspecto. A la memorable bajada de pantalones en materia del 3 %, que marcó un hito, le precedió hace unos meses una frustrada crisis de gobierno en la que pretendió colocar a su hermano. Renuncio a buscar más allá, porque la última pirueta que gira en torno a Xavier Vendrell hace nuevamente palidecer lo anterior. El Molt Patètic acaba de nombrar conseller de gobernación del gobierno que tiene que defender el estatuto en el referéndum y gestionar el día después, a un caballero que muy recientemente manifestaba que el texto salido de Madrid era “una tomadura de pelo”. Coherencia elevada a la máxima potencia, autoridad suprema de un presidente que bordea peligrosamente los límites de la cordura y que, humillándose a sí mismo, humilla también a los ciudadanos catalanes.
Los catalanes no nos merecemos esto. Bastante lacra tenemos con el nacionalismo asfixiante que se empeña en colarse por todas las rendijas de nuestra privacidad como para tener que tolerar además a un presidente que pretende hacer creer que gobierna cuando en realidad actúa como un títere de los separatistas a los que él mismo elevó a la categoría de casta dominante. En Cataluña nunca pasa nada, pero esto empieza a ser demasiado.
Germont
Y sin embargo, padecemos una clase política empeñada en avergonzarnos día tras día, hora tras hora. Podríamos citar multitud de ejemplos, pero resulta que los motivos para la vergüenza se acumulan y atropellan con tal velocidad que se solapan unos con otros y consiguen, aunque no creo que sea una táctica deliberada, que los más recientes hagan olvidar a los anteriores.
El Molt Patètic President de la Generalitat está batiendo marcas en este aspecto. A la memorable bajada de pantalones en materia del 3 %, que marcó un hito, le precedió hace unos meses una frustrada crisis de gobierno en la que pretendió colocar a su hermano. Renuncio a buscar más allá, porque la última pirueta que gira en torno a Xavier Vendrell hace nuevamente palidecer lo anterior. El Molt Patètic acaba de nombrar conseller de gobernación del gobierno que tiene que defender el estatuto en el referéndum y gestionar el día después, a un caballero que muy recientemente manifestaba que el texto salido de Madrid era “una tomadura de pelo”. Coherencia elevada a la máxima potencia, autoridad suprema de un presidente que bordea peligrosamente los límites de la cordura y que, humillándose a sí mismo, humilla también a los ciudadanos catalanes.
Los catalanes no nos merecemos esto. Bastante lacra tenemos con el nacionalismo asfixiante que se empeña en colarse por todas las rendijas de nuestra privacidad como para tener que tolerar además a un presidente que pretende hacer creer que gobierna cuando en realidad actúa como un títere de los separatistas a los que él mismo elevó a la categoría de casta dominante. En Cataluña nunca pasa nada, pero esto empieza a ser demasiado.
Germont
1 comentario:
Contra el anticatalanismo nazionalsocialista de muchos españoles:
http://somunanacio.blogspot.com
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